El sello Blue Note acaba de exhumar unas cintas inéditas del baterista Art Blakey y su célebre grupo The Jazz Messengers. El álbum captura la sesión del 8 de marzo de 1959 en los estudios de Rudy Van Gelder. El disco se editó bajo el título del tema que lo cierra: Just Coolin'. Su compositor era el saxofonista tenor nunca suficientemente valorado Hank Mobley, que junto al trompetista Lee Morgan integraban en ese momento la línea de fuego del que tal vez fuera el único quinteto capaz de rivalizar con el que en ese momento lideraba Miles Davis (de hecho, Mobley reemplazaría a John Coltrane en el grupo de Miles, hasta la aparición de Wayne Shorter… ¡otro ex - Blakey!)

Exceptuando “Quick Trick" del pianista Bobby Timmons, el resto del material es desconocido. "Hipsippy Blues", "M&M" y "Just Coolin"’ llevan firma de Mobley; “Close Your Eyes" es un tema de Bernice Petkere y “Jimerick”, que cuenta con un espléndido solo de Blakey, es una melodía anónima. 38 minutos de un jazz vibrante y mercurial, de pulso firme y solos en clave de bebop. Se trata de un momento de transición del grupo: acababa de irse el saxofonista Benny Golson y pronto llegaría Wayne Shorter. Pero esto se supo más tarde: nada es “de transición” mientras está sucediendo, y menos con músicos de esa talla. Los devotos de la discografía de Blakey (100 discos, de los cuales al menos 60 los grabó con sus cambiantes Jazz Messengers) seguirán discutiendo vanamente cual de todas fue la mejor, y seguramente cada uno tendrá sus argumentos.

Con 21 años de edad, el trompetista Lee Morgan (véase el documental I called him Morgan en Netflix) estaba levantando vuelo: pronto se convertiría – si es que ya no lo era- en uno de los grandes sopladores en la línea de Dizzy Gillespie. Hank Mobley era un saxofonista tenor lleno de swing y gracia para solear (en “Close your eyes” cita “It don't mean a thing…” de Ellington de modo delicioso y en un par de compases del contagioso “Hipsippy Blues” juega con la melodía del éxito de Peggy Lee “Why don't you do right”). Bobby Timmons tenía un toque ligero con ecos de gospel y el contrabajista Jymie Merritt, confiable como se espera sea un contrabajista, no le sacaba la vista a la batería del sensei Blakey y su tempo perfectísimo. Un quinteto – la formación legendaria del estilo hard bop- fluyendo entre la tradición del género, con sus bases de blues y formas responsoriales, y las armonías modernas.

Muchos creen que 1959 fue el mejor año en la historia del jazz posterior a la Segunda Guerra Mundial. Si bien meses más tarde saldría el muy elogiado Drums Around The Corner, es válido sostener que Just Coolin´ viene a sumar pruebas a la fatigosa tarea de quienes así piensan. De cualquier manera, hay que tener en cuenta que, durante sus 35 años de actividad, el colectivo tuvo un desarrollo de calidad pareja, salvo quizá entre los finales de la década del 60 y 1975. Siempre basado en la lógica del recambio constante, la agrupación sólo se apagó con la muerte de su fundador y factótum en 1990.

Resulta tan arduo como necesario mencionar a quienes se formaron en las filas de Blakey, desde Charles Tollivier a Wynton Marsalis y desde Freddie Hubbard a Wallace Rodney, sólo por situarnos en la línea de la trompeta. En algunos casos, como los del saxofonista Johnny Griffin o el pianista Keith Jarrett, la experiencia fue corta y quizá no definitiva en términos de consolidación de una personalidad musical. Pero en otros casos el paso por los Jazz Messengers significó una educación en todos sus grados. Como escribió el crítico Gary Giddins, Art Blakey fue quizá el único maestro que le pagaba a sus alumnos en lugar de cobrarles.

“Just coolin'”: un título que se nutre del argot jazzístico de la hora beatnik. Un guiño de época, claramente. También un título colmado de ironía. La verdad es que, lejos de enfriar lo que tocaba, Blakey fue un baterista temperamental, intenso. Desde su instrumento, que tocaba con notable independencia de manos y pies (Max Roach afirmaba que Blakey fue el primer baterista realmente polirrítmico del bebop) y un tempo impecable en el hit hat, dirigía los ensambles sin ahogarlos ni taparlos. Por el contrario, como Miles- aunque con una estética diferente – alentaba a sus jóvenes músicos a que compusieran temas para el combo y se explayaran en sus solos, si bien dentro de un lineamiento estilístico determinado.

Fiel al espíritu de la calle 52, Blakey fue un guardián del legado de Parker, Gillespie y Monk – con los que obviamente había tocado, especialmente con el creador de “Round midnight” - y entendió que la identidad del jazz estaba en saber tocar con swing e improvisar de manera desinhibida. Su acercamiento a las culturas africanas – entre 1948 y 1949 vivió en Nigeria y se convirtió al Islam - enriqueció su concepción del ritmo, pero lo aprendido del lenguaje de los tambores lo utilizó para revitalizar el legado de una música cuyas raíces afroamericanas, quizá algo desdibujada por el cool jazz, estuvieron siempre exteriorizadas en sus cruces y esquemas rítmicos.

El germen de los Jazz Messengers fue una serie de presentaciones en el Birdland de Manhattan en 1954, junto al pianista Horace Silver y el trompetista Kenny Dorham. Parte de los audios conservados de aquel año y de los siguientes han sido insumo de experimentos de mash up (se recuerda el que hizo el grupo inglés de acid jazz US3). Era un gran momento para la música improvisada, y Blakey captó como pocos el clima de época, a la vez que vislumbró el futuro inmediato de una generación brillante de trompetistas, saxofonistas y pianistas. Luego sus Jazz Messengers atravesaron épocas sin perder sus bríos, si bien ignorando los ismos de los 60 y 70. Con Art Blakey la palabra mainstream dejó ser sinónimo de conformismo.

A fines de los años 80 surgió la generación de los llamados “jóvenes leones”. Una suerte de neoclasicismo se propuso barrer con el jazz- rock y la fusión. En ese contexto, los discos de los Jazz Messengers --especialmente aquellos registrados por Blue Note, Riverside e Impulse!-- se volvieron piezas de culto. Los solos de sus sucesivos miembros fueron estudiados y copiados. La poderosa marcación de su líder, reproducida con admiración. Sólo se renovó --hasta cierto punto-- el lenguaje armónico. Esta suerte de restauración de un jazz que había sido moderno y ahora era clásico fue muy productiva en sus resultados, pero dejó abiertas las puertas a una polémica que aun no acalló del todo. Si durante la juventud de Blakey el jazz “tradicional” era el que tocaba Armstrong, en el pandémico 2020 la tradición --eso que siempre se está reinventando-- nos llama desde discos como Just Coolin'.