Cada 13 de agosto, la celebración del día internacional del zurdo debería tener una mención especial para el deporte argentino: Diego Maradona, Guillermo Vilas, Emanuel Ginóbili y Lionel Messi, cuatro de los mejores exponentes de toda su historia, desplegaron su magia con la mano o la pierna izquierda. Talento, creatividad, mentalidad ganadora y trabajo duro para llegar a la cima se combinaron en los cuatro zurdos para trascender las fronteras de su disciplina y convertirse en verdaderos referentes mundiales del deporte.
De Fiorito al mundo
"En un potrero forjó una zurda inmortal", cantaba Rodrigo sobre Maradona, y tal vez sirva para sintetizar el significado de la leyenda de Diego. Considerado por muchos como el mejor futbolista de todos los tiempos, el astro le agregó al talento de su pierna izquierda una personalidad avasallante, que lo llevó a convertirse en un símbolo del país en el mundo. El "¿Argentina? ¡Maradona!" se repitió en los sitios más reconditos del planeta, incluso en épocas donde no existían redes sociales que viralizaran sus hazañas.
El Mundial de México 1986 marcó la cima de su trayectoria, con el partido de los cuartos de final ante Inglaterra, con todos los ingredientes, que tenía, como su máxima expresión futbolística: por el marco, por el rival, por desarrollarse a cuatro años de la Guerra de Malvinas y por dos goles fuera de cualquier lógica. Allí creó La Mano de Dios y el mejor gol de la historia de los Mundiales, ambos con su zurda inmortal.
El inventor del tenis
Puede ser que en algún momento algún tenista argentino pueda superar en logros a Vilas. Sin embargo, el legado del zurdo marplatense será inigualable, ya que su mayor éxito fue popularizar un deporte que estaba limitado a una elite. Desde el club Náutico Mar del Plata, Vilas contribuyó a una explosión en el deporte que se puede reflejar en miles de canchas construidas y en la innumerable cantidad chicos que crecieron bajo su huella, con la meta de convertirse en tenistas profesionales.
Por más que el ranking mundial no lo mostró y aún hoy todavía luche por ese reconocimiento, Vilas era el mejor jugador del planeta entre 1977 y 1978, cuando ganó tres de sus cuatro títulos de Grand Slam en Roland Garros, el US Open en Forest Hills y Australia. Al año siguiente repitió en Australia. En total levantó 62 trofeos, para quedar en el top ten de tenistas con más títulos en la historia. Además, es dueño de la mejor racha de triunfos consecutivos, con 46 en 1997, serie cortada por el rumano Ilie Nastase con una raqueta de doble encordado, elemento luego prohibido por el reglamento.
Además de un revés a una mano de libro, Vilas dejó otros dos golpes patentados para la posteridad: el smash de revés, un golpe que sólo la fuerza de su brazo y su muñeca izquierda podían conectar, y la "Gran Willy", el impacto de espaldas y entre las piernas que se convirtió en un ícono de su juego.
Con el techo bien alto
Al influjo de sus hermanos profesionales, Ginóbili comenzó a forjar su leyenda en Bahiense del Norte, el club donde su padre era presidente, a la vuelta de su casa. "El zurdito pinta para ser el mejor de los tres", decían en aquellos años, cuando Leandro y Sebastián ya jugaban en la Liga Nacional de Básquetbol y Emanuel se medía contra una pared de su casa para ver si podía seguir creciendo para alimentar su sueño. Y vaya que creció: en 1995 debutó en la LNB, tres años después empezaba a conquistar Europa y en 2002 arribaba a la entonces lejana NBA. En paralelo, su figura crecía en la Selección Argentina hasta llegar al subcampeonato mundial en Indianápolis, cuando comandó al equipo que venció por primera vez a un Dream Team estadounidense. Dos años después llegaría el momento más glorioso, cuando ganó la medalla dorada y fue elegido como el MVP de los Juegos de Atenas 2004.
Si a esa altura su zurda ya era parte de la historia, 14 temporadas en la máxima Liga del mundo, con cuatro anillos de campeón, lo catapultaron a la categoría de leyenda. Además de los títulos y ser elegido dos veces para participar del All Stars Game, Ginóbili dejó un legado para el resto de la Liga: en la cancha, el Euro Step, su movimiento típico para atacar el cesto que fue elegido como la mejor jugada de la historia de la Liga. Y fuera, revalorizar la posición de sexto hombre, al relegar protagonismo y lucimiento personal en beneficio del equipo.
El chico que no podía crecer
Como Ginóbili, la obsesión de Messi también pasaba por crecer, aunque en su caso potenciado: para hacerlo debía inyectarse hormonas. Ese sacrificio desde muy chico y dejar su casa natal para poder desarrollar su sueño formaron un combo que forjó una personalidad marcada: introvertido afuera, indomable adentro.
Con una zurda con la que fue perfeccionando su pegada, La Pulga encontró en Barcelona el lugar ideal para crecer y consolidar una carrera que lo metió entre los grandes de la historia y que todavía no tiene techo. Seis Balones de Oro, 704 goles en su carrera y ser el máximo artillero en la historia de la Selección Argentina son algunas de sus credenciales, para un zurdo al que sólo le falta levantar la Copa del Mundo con la mano izquierda.