A fuerza de slogans, recomendaciones y por la implosión de la vida cotidiana dentro de las casas de las que no se puede salir, la pandemia hizo de la palabra “cuidados” una vedette. Y dejó una evidencia: quienes cuidan a diario son las personas más desprotegidas y menos reconocidas. La amistad como forma de (reproducción de la) vida, las tramas de afectos más allá del parentesco y las constelaciones familiares que no involucran lazos de sangre tienen mucho para aportar a una nueva agenda que llama a repensar lo privado en su dimensión macroeconómica. Revisar las políticas públicas relacionadas con este tema está en la agenda del Ministerio de Mujeres Géneros y Diversidad y por eso se conformó una Mesa Interministerial de Políticas de Cuidado, de la que participan 11 carteras y agencias del Estado. En esta conversación, Alba Rueda -Subsecretaria de Políticas de Diversidad- y Lucía Cirmi Obón -Directora Nacional de Políticas de Cuidado- hablan de todo lo que falta para que el diseño de esas políticas contemple las necesidades de todos los hogares, considerando que sólo cuatro de cada diez encastran en la silueta de lo que se considera familia tipo.
¿Qué es una agenda de cuidados en la diversidad?
Lucía Cirmi Obón: Es sumarle una perspectiva crítica al tema porque en líneas generales casi siempre que se habla de él se lo hace desde una mirada heteronormada. Eso ocurre porque siempre se piensa en ejemplos vinculados a una familia “tipo”, heterosexual y con niñes. Sin embargo, ésa es la realidad de sólo 4 de cada 10 hogares en el mundo. Si el cuidado, como lo queremos plantear nosotras, es un derecho, entonces tiene que ser independiente de la conformación familiar que tengas. Pensamos en dos líneas. La primera es el derecho a ser cuidado. La otra línea es el derecho a cuidar.
¿Qué implica el derecho a ser cuidado desde la perspectiva del Estado?
L.C.O.: El cuidado además de estar feminizado está muy familiarizado, asociado a la familia. Entonces si por algún motivo te quedás sin red familiar, también te quedás sin red de cuidados. Esas personas dependen del cuidado de su comunidad, de sus pares. Y eso está bueno que sea reconocido y valorizado. El Estado debería estar ahí otorgando derechos y servicios tanto en la adolescencia como en la vejez. Los cuidados recaen en las mujeres y en las identidades feminizadas, y también en las personas más pobres. No se trata solamente de un cambio cultural y social, sino también una agenda económica.
¿Y con los derechos a cuidar? ¿Cómo los repiensa el Ministerio?
Alba Rueda: Uno de los prejuicios que estaban dando vueltas cuando se sancionó el matrimonio igualitario era preguntar quién iba a “hacer de mamá” y quién de “de papá”. Esa pregunta ahora cae en saco roto porque quedó claro que no hay ninguna tarea que sea exclusiva de uno u otro género.
L.C.O.: El problema es que la legislación laboral todavía sigue contemplando solamente a la mujer embarazada como el sujeto que tiene derecho a cuidar. Hay algunos convenios que hablan de “personas gestantes y no gestantes”, pero la mayoría de ellos y también la ley de contrato de trabajo hablan en términos heteronormados. Solo se habla de la “mujer embarazada”, que es la responsable total, y el trabajador, que es tan sólo un colaborador. Cuando las parejas del mismo sexo se encuentran con eso, por un lado, hacen malabares entre días de vacaciones y demás para cubrir el cuidado. Y, por otro lado, a veces terminan forzadxs a reproducir esa división. Pensamos que esos derechos tienen que otorgarse a las personas independientemente de que sean gestantes o no. La adopción, por ejemplo, no está contemplada en la ley de contrato de trabajo. Queremos ir hacia un derecho a cuidar igualitario, ya sea por gestación o por adopción.
A.R.: Tenemos un registro por el censo del 2010 sobre las familias diversas. Es el primer informe de carácter oficial sobre la constitución de parejas y familias del mismo sexo. Ahora, de cara al censo 2020, uno de los grandes ejes va a ser volver a sistematizar esta información. Es información que nos sirve para pensar, por ejemplo, que en el caso de las licencias las personas necesitan tener otro margen de negociabilidad en los cuidados que tengan que ver con la dinámica de esa familia. Apuntamos a que los cuidados puedan ser pensados no solo bajo el formato del modelo de familia patriarcal sino también con la forma en que las distintas formas de cuidados se dan en la población lgbti. Las personas travestis y trans nos cuidamos no solo intergeneracionalmente sino horizontalmente, tenemos un cuidado de pares. Y esto implica un sentido de la vulnerabilidad que para nosotras tiene otra lectura. También pensamos el concepto de núcleo familiar con otras fronteras y otras barreras.
¿Qué papeles pueden tener aquí la amistad y los afectos por fuera de los lazos de sangre?
A.R.: Por nuestra experiencia, las travestis y trans podemos hacer aportes muy concreto a otros modelos de organización de la sociedad. Nuestra comunidad se encarga del cuidado de pares sólo a partir del dato de que la otra también trans. Esto se ve incluso en un cruce casual en la calle. Si nos cruzamos y nos reconocemos, siempre hay un “Hola, ¿cómo estás?”. Y estoy segura de que si una no está bien y dice “Me das una mano con esto” siempre hay respuesta. Ahí hay un código, y hay algo que no tiene que ver sólo con la amistad sino con la comunidad.
L.C.O.: El cuidado rompe el discurso de la meritocracia. La sociedad capitalista forjó la idea de que cada persona se desenvuelve en el mundo de manera individual y el mercado premia al mejor y a quien más se esfuerza. El cuidado implica interdependencia, siempre necesitamos de otres. Pero todo eso que hacemos cuando otres nos necesitan es un trabajo. Tener una familia no te asegura tener alguien que te cuide, que haga ese trabajo por vos. Tampoco alcanza exclusivamente con la familia cuando la hay. Por eso hablamos de “desfamiliarizar”.
Si cuidar es un trabajo, entonces puede hacerlo también un referente afectivo
L.C.O.: Claro pero si eso ocurre en el espacio comunitario, tampoco está bueno romantizarlo: es tiempo, es esfuerzo, debe estar remunerado y protegido. Si te dedicaste a hacer eso en tu familia o en tu comunidad, tenés que tener la protección social acorde. Nos movemos en ese equilibrio: por otro lado, también creemos en la redistribución: no hay de por sí ninguna identidad que debería estar cuidando más que el resto. Por otro lado, no debe ser algo que quede sólo dentro de casa, sino que debe poder estar más distribuido entre la comunidad, el mercado, que debe hacer su parte, y obviamente el Estado.