El mundo está mal, el país está mal, todo está mal. Quienes creían que la pandemia habría de mejorar la condición humana deberán tragarse sus dichos. El filósofo rocker Slavoj Zizek salió tempranamente a pintar un futuro venturoso. El coronavirus nos llevará –dijo- a una sociedad más justa, más equilibrada. Asistiremos al nacimiento de un comunismo bueno, mejor que los del siglo XX. Esto era, sin más, una revolución. Le contestó el coreano del sur que vive convenientemente en Alemania diciendo que ningún virus hará de este planeta un lugar más equitativo, justo. En suma, no hay pandemia revolucionaria. La revolución, si la hay, la harán los sujetos libres, pasionalmente comprometidos en la lucha por cambiar la historia. Vaya uno a saber cuándo, ya que lo que se ve es un crecimiento de las lacras más indeseables de los seres que habitan este estragado planeta.
Da bronca, indigna la convocatoria a una marcha “por la libertad” y “por San Martín” el lunes 17 de agosto. La exige el PRO por medio de su jefa, la ex ministra de seguridad Patricia Bullrich, y el actor Luis Brandoni, que grabó un video en el que termina derramando unas lágrimas, se supone, patrióticas. Apena pensar que de joven interpretó al heroico gallego Soto en el gran film “La Patagonia rebelde”. Pero el tiempo pasa y muchos envejecen ladeándose hacia la derecha. A ellos se suman muchos, acaso demasiados. Pero apelan al cansancio de la gente que vive la cuarentena. Pichetto tiene razón cuando dice que la cuarentena es un “embole”. ¿Qué otra cosa podría ser? Pero mayor “embole” es enfermarse y contagiar a los demás. Como sea, la cosa no sucede sólo aquí. En Alemania ya hubo manifestaciones anticuarentena de considerable magnitud. Las hicieron los neonazis, los fanáticos anti-inmigración, los racistas de todo pelaje. Carrió dice que Alberto y Cristina son fascistas. Pero ella y los suyos tienen su espejo en los violentos neonazis alemanes. Y no es casualidad. Los contra-cuarentena no desconocen que salen a la calle en busca de la muerte. Pero el odio que los constituye es más fuerte que el miedo a morir o a enfermarse malamente. No piensan en eso. Sólo piensan en destituir, erosionar al gobierno de Alberto Fernández. Buscan alterar el orden institucional de la república que reclaman defender. ¿Los neonazis son la democracia? Claro que no. Ellos, los de aquí, tampoco.
América Latina atraviesa una mala coyuntura. Bolivia es una bomba fascistoide lista para estallar otra vez. Jeannine Añez es el colmo de la ilegalidad y posiblemente postergue o anule las elecciones con apoyo de los militares golpistas. O acaso los militares se hagan cargo directamente de gobernar a nuestro hermano y desdichado país. El resto del continente también hace agua. Hay que desear que Trump pierda las elecciones y eso evitará –esperemos- el bloqueo o el ataque directo a Venezuela. Un país bloqueado por todo el mundo, arrinconado, saqueado incluso, ya que se apropian de sus riquezas en el exterior. La mala coyuntura de América Latina fortalece a los destituyentes de nuestro país. Porque es la derecha anticonstitucional, golpista, la que agrede en nuestro continente. Curiosamente, con gran cinismo, lo hacen en nombre de la libertad y la democracia. Siempre me gusta citar a un poeta popular de los primeros años del peronismo. Escribía en estilo gauchesco. Y sabía con mucha precisión qué decir sobre la “libertad” que proclaman encarnar los poderosos: “¡Libertá! Si habrán hablado della/ en tiempos pasados/ ganando las elecciones a garrotazo pelao/ Libertá de andar tirao/ sin techo, pan ni trabajo/ esa era pa los de abajo/ la libertá del pasao”.
Lo hacen, también, invocando a San Martín. Y citan la famosa orden del 19 de julio de 2019. Se las debe haber dictado la ex militante de la izquierda peronista devenida en neoliberal represiva que la conoce bien, porque fue esa militancia la que la asumió hacia fines de los ’60. Bullrich les debe haber dicho: “Hay una ‘Orden’ genial de San Martín que habla de la libertad”. ¡Si la habrá vociferado en los actos fervorosos de la juventud peronista! La frase de San Martín dice: “Seamos libres, que lo demás no importa nada”. Y habla de los sacrificios que exige la lucha por la libertad. Si es necesario “andaremos en pelota como nuestros compadres los indios”. San Martín reclamaba cualquier sacrificio por la lucha anticolonialista. Pero los anticuarentena no son anticolonialistas. La jefa del PRO actúa de acuerdo con la embajada norteamericana. Y su jefe ausente está disfrutando del verano en la Costa Azul. El ejército de San Martín estaba formado por hombres del pueblo, morochos aguerridos dispuestos a seguir a su jefe. Y ese jefe se había negado a volver al país para poner al Ejército Libertador al servicio del Directorio de Buenos Aires y en contra de los caudillos federales. Nunca San Martín puso a su ejército en las innobles tareas de policía interna. Se sabe lo que célebremente dijo. Dijo que jamás habría de desenvainar su sable en luchas fratricidas. Años después, le legó ese sable a Juan Manuel de Rosas por su lucha anticolonialista contra ingleses y franceses en la Vuelta de Obligado. Sucedió un 20 de noviembre y es por Cristina Kirchner que esa fecha se ha marcado en rojo en nuestro calendario. Y quienes salen imprudentemente a la calle en el pico de esta pandemia inclemente dicen hacerlo en nombre del héroe de Maipú. Son neocolonialistas monitoreados por la Embajada del patotero del Norte, el racista y peleador callejero Donald Trump. Me permitiré usar como frase final una de Axel Kiciloff: “Párenla”.