Un día como hoy quedó en el recuerdo como el primer Superclásico que terminó sin goles desde que se instaurara el fútbol profesional. River recibía en un Monumental repleto a Boca en un encuentro por la fecha 14 del Campeonato de 1964, que tuvo más patadas que aproximaciones al área. Como resultado del juego brusco, el local terminó con dos hombres menos por las expulsiones de Vladislao Cap y Luis Cubilla, mientras que la visita se quedó con diez luego de que Silvio Marzolini recibiera la roja. Si bien en lo deportivo fue un verdadero fiasco, a las arcas del club de Núñez ingresaron poco más de 6,3 millones de pesos de la entonces moneda nacional. Meses más tarde, el conjunto xeneize se consagraría campeón una vez más en un año terminado en 4.

El técnico uruguayo de River, Enrique Fernández Viola, era conocido en el plano local por haber conducido a Gimnasia La Plata en aquel equipo recordado como el "Lobo del '62". No sólo eso: entre las décadas del '40 y del '50 sacó dos veces campeón al Barcelona de España y a Nacional de Montevideo, al tiempo que también se había coronado al frente de Real Madrid (1953-1954) y Colo Colo de Chile (1956). Y claro, los hinchas millonarios se ilusionaban.

Por el lado de Boca, la cosa se enrarecía un poco porque el que dirigía era el ayudante de campo. Si bien el que se sentaba en el banco era Aristóbulo Deambrosi, quien en verdad cortaba el bacalao era el maestro Adolfo Pedernera. Dos símbolos de la banda roja en la vereda de enfrente, algo prácticamente difícil de digerir para la parcialidad riverplatense.

Los dos equipos venían arrastrando golpazos desde la temporada pasada. River venía de salir segundo detrás de Independiente y acumulaba ocho años sin coronarse. Sin embargo, la herida de Boca era aún más profunda, porque el año anterior había llegado a disputar la final de la Copa Libertadores, pero sucumbió ante el Santos de Brasil en el que actuaba un tal Pelé. 

La nueva temporada xeneize había arrancado a los tumbos, ya que José Sanfilippo había agredido durante una práctica a Deambrosi y el goleador debió ser transferido a Nacional de Uruguay. Por si fuera poco, Boca tampoco podía contar con Angel Clemente Rojas, luego que el ídolo sufriera la rotura de ligamentos cruzados en el ajustado triunfo ante Huracán por la fecha 9.

La cuestión es que tuvieron que disputarse 67 partidos de la era profesional para que River y Boca ofrecieran a sus respectivas parcialidades un pálido 0-0. Aquel 16 de agosto de 1964, el local salió a la cancha con Carrizo, Ramos Delgado, Bonczuk; Sainz, Matosas, Cap; Cubilla, Enrique Fernández, Artime, Ermindo Onega y Pinino Más. Con el cuchillo entre los dientes y dispuesto a no ceder un tranco de pollo, Boca formó con Roma; Magdalena, Marzolini; Simeone, Rattín, Orlando; Rulli, Rojitas, Menéndez, Pianetti y Alberto González.

El partido fue decididamente malo y con muchas acciones violentas. Lo dicho: a tres minutos de irse al descanso, el árbitro Angel Coerezza debió expulsar a Cap, Cubilla y Marzolini. La conclusión de los primeros 45 minutos fue que al local se le salió la cadena y que al visitante le faltaba una precisión que jamás encontró.

La segunda etapa no ofreció mucho más que la primera. River empezó siendo un poco más punzante, pero enseguida su poder ofensivo se diluyó. Boca seguía jugando mal, entregaba pelotas a cualquier parte, avanzaba a los empujones y no supo aprovechar el hombre de más. Encima, ambos adversarios se pegaban mucho y jugaban poco. El trámite nunca repuntó y con el 0-0 se bajó el telón de un espectáculo más bien tedioso.

Tres meses más tarde se volverían a cruzar en la Bombonera con un nuevo empate, esta vez 1-1. Pero a Boca el punto le sirvió para dar la vuelta olímpica ante su gente y frente al eterno rival. 

Con el certamen obtenido en diciembre de 1964, aquel discreto pero justo equipo campeón -que empezó el torneo con mal pie en su propia cancha al caer 4-2 en la primera fecha ante el sorprendente Atlanta- se agenciaba otro poroto en la galería de curiosidades, dado que también se había coronado en 1924 (durante la etapa amateur), en 1934, en 1944 y en 1954. 

Del lado de River, que consiguió el tercer puesto y sumaba una nueva frustración, ni el más pesimista de sus simpatizantes imaginaba por entonces que aún debía esperar once años más para sacarse la mufa y volver a gritar campeón.