“Los chicos no representaban ningún peligro para la policía y los acribillaron”. Soledad Laciar es la madre de Valentino Blas Correas, el adolescente de 17 años que fue asesinado por la Policía de Córdoba. En la causa, a cargo del fiscal Alberto Mana, ya son cinco los policías imputados, dos de ellos acusados por el delito de “homicidio agravado por el uso de armas” y los demás por encubrimiento. Cristóbal, de 17 años, uno de los cuatro amigos que iban junto con Blas en el auto baleado, relató que una de las balas le atravesó la capucha de la campera y de “milagro” no le dio en la cabeza.
En la causa, por el momento, son tres los policías que fueron detenidos. Los dos primeros son Javier Alarcón, de 31 años, y Lucas Gómez, de 35, acusados de “homicidio agravado por el uso de arma de fuego”, porque fueron señalados como “los autores de los disparos” realizados contra el Fiat Argo de color blanco, apenas cruzó sin detenerse en un control policial de rutina, en el centro de la capital provincial, señalaron a Página/12 fuentes de la investigación. En estos dos casos, a la imputación se le suma el cargo de “homicidio en grado de tentativa” contra el resto de los ocupantes del vehículo atacado.
La tercera detenida es la agente Wanda Micaela Esquivel, de 32, por “encubrimiento agravado e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. El abogado Alejandro Pérez Moreno, que representa a la familia del chico asesinado, dijo que otro imputado es el subcomisario Sergio Alejandro González, por encubrimiento agravado y omisión de los deberes de funcionario público por su responsabilidad institucional sobre los móviles que patrullaban en la madrigada del 6 de agosto, cuando ocurrieron los hechos.
Por otra parte, se agravó la imputación de la oficial ayudante Yamila Florencia Martínez, quien quedó acusada de encubrimiento agravado, a pesar de lo cual sigue en libertad. Fuentes de la investigación dijeron que “no se descarta” que puedan sumarse nuevas imputaciones, por encubrimiento, en razón del insólito despliegue policial que se hizo, cuando Valentino estaba agonizando dentro del coche. La intención habría sido la de simular un procedimiento ante la supuesta presencia de un delito que nunca existió. Al comienzo, algunas versiones periodísticas, citando fuentes policiales, habían señalado la vieja excusa del presunto “enfrentamiento” y hasta el hallazgo de un arma arrojada a la calle por los chicos. “Lo único que habían hecho era juntarse en un bar a comer pizza”, declaró a los medios de Córdoba Blas Correas, el papá de Valentino.
El abogado Pérez Moreno detalló que el viernes se realizó un allanamiento en la clínica Aconcagua. Hacia ese centro asistencial se habían dirigido los chicos, una vez que se dieron cuenta de que Valentino estaba herido, para procurar que lo asistieron de urgencia. Los responsables de la guardia de la clínica se negaron a recibirlos.
Dos jovencitas que presenciaron ese momento desde el piso alto de un edificio cercano dijeron que los patrulleros se hicieron presentes en el lugar y rodearon a los chicos “como si se tratara de delincuentes”. El conductor del auto, el único que tiene 18 años, junto a su novia, que iba de acompañante, pidieron a los gritos que lo atendieran a Blas, pero no lograron respuesta positiva. Cuando llegó la policía al frente de la clínica, el joven herido fue bajado del rodado y lo dejaron sentado sobre el asfalto, según el relato de las dos chicas que presenciaron esa parte de los hechos.
El abogado de la familia Correas se manifestó “conforme” con la marcha de la investigación que lleva el fiscal Mana, de quien dijo que “está trabajando con decisión, con prolijidad y con objetividad”. Cuando le preguntaron sobre la fecha en que se harán las indagatorias de los cincos policías imputado en la causa, dijo que los tiempos procesales “están condicionados por el contexto de pandemia” que se vive en la provincia y en todo el país.
Soledad Laciar, la mamá de Valentino, sigue indignada “por las mentiras que se dijeron” sobre su hijo y sus amigos “que sólo fueron a un bar, como está autorizado, para comer unas pizzas; todos son amigos desde chicos, son gente sana y sólo se asustaron, pero no representaban un peligro para nadie”, insistió al ser entrevistada por una radio de la provincia. El padre, Blas Correas, dijo que “podría estar horas hablando de la hermosa persona que era mi hijo, de su calidad de ser humano”. Sostuvo que habló con los otros chicos que sobrevivieron y que ellos “están destruidos, están partidos y ahora tienen que acomodar sus ideas. Ellos son muy chicos, son niños todavía”.
“Blas y todos ellos estaban descubriendo esto de ir a un bar. Yo tenía pánico, pero de que lo roben o de que lo asalten, nunca de que lo mate la Policía”, recalcó. Afirmó que están dispuestos a “llegar a fondo, a no bajar los brazos hasta obtener justicia” y anticipó que van a denunciar también a los responsables de la clínica Aconcagua.
Los chicos, luego de comer pizza en un bar, se dirigían a la casa de uno de ellos, para seguir charlando. En el camino tuvieron un incidente con dos jóvenes que iban en moto y que rompieron uno de los espejos retrovisores del Fiat. Luego, cuando vieron el control policial, el conductor del auto aceleró y escapó porque pensó que lo iban a detener por el incidente anterior. Aunque todavía falta realizar una serie de pruebas, se tiene la certeza de que los disparos contra el auto fueron hechos por dos de los policías, apenas el rodado superó el puesto de control. “Los policías dispararon de pie, cuando el coche donde iban los chicos pasó frente a ellos. Después los siguieron con los patrulleros hasta la clínica, pero los disparos fueron en el retén policial”, dijo una fuente de la investigación.