Desde Santiago, Chile

El 4 de septiembre se cumplen 50 años del triunfo de Salvador Allende, la vía chilena al socialismo y la Unidad Popular (UP) coalición de partidos de izquierda que lo apoyaron. Tras dos años, diez meses y una semana de intensa polarización social, promovida por la derecha más la intervención de Estados Unidos (Nixon temía por una segunda Cuba) todo terminó con el Golpe de Estado, el Palacio La Moneda bombardeado, Allende muerto, un millón de chilenos exiliados y otros tres mil asesinados o desaparecidos por la dictadura de Pinochet que se extendió hasta 1989.

La Unidad Popular (Sudamericana, 2020) del periodista e investigador Alfredo Sepúlveda es un recorrido tan fascinante como aterrador por el periodo. “El Golpe no fue un Dios del antiguo testamento que castigó a un pueblo poco devoto. Fue un proceso consustancial a la Unidad Popular, acaso la manifestación más cierta de que su estrategia era una paradoja”, dice la introducción. “Se podría argumentar que la dictadura militar fue el reverso, el negativo de la Unidad Popular. De este modo la UP ´siguió viviendo´ durante la época del gobernante militar: fue una nube de polvo que flotó siempre sobre la legitimidad de Pinochet. No se puede explicar a Allende sin explicar a Pinochet. O viceversa”.

Dividido en 22 capítulos, el punto de partida es 1965, un año después de la tercera derrota de Allende como candidato presidencial. El también senador desde 1945, obtuvo el 38% de los votos frente al 56% del DC Eduardo Frei, apoyado por una derecha que asumió su programa —que incluía una radical reforma agraria— como “un mal menor”. El terror a la alianza comunista-socialista que apoyaba a su rival fue mayor. Pero a pesar de la derrota, los socialistas convencieron al PC y al Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) (de carácter leninista-marxista) para insistir usando la vía electoral como forma de “unidad para preparar el camino de la revolución y consumarla”.

La campaña de1970 que enfrentó a Allende con el DC Radomiro Tomic y al expresidente apoyado por la derecha Jorge Alessandri, incluyó una campaña del terror, descrita en el libro, digna de las fake news actuales. “La CIA armó una spoiling campaign destinada a socavar a Allende más que a ayudar a Alessandri y el argumento publicitario fue que con Allende, Chile sería Cuba: habría fusilamientos en la calle y el Estado quitaría los hijos a las familias”, explica el escritor desde Santiago. “Pero esto no viene de la nada. Allende durante toda la década del sesenta se infatuó con Cuba, tal vez de una manera más intensa que muchos socialistas. No solo viajó a la isla, sino que rescató guerrilleros y asumió al Che Guevara como ejemplo. Nada de esto lo mantuvo en secreto. Lo decía a los cuatro vientos, en prensa y televisión. Es cierto que, en el fondo, nunca compró el combo guerrillero que vendían los cubanos, pero también es verdad que mientras la retórica pro-cubana le sirvió, en su periodo como senador la usó”

Sobre los aciertos del gobierno de Allende, Sepúlveda cree hay que pensar en función de qué operaban sus acciones. “Si hablamos del desarrollo del país es el fin del latifundio y la nacionalización del cobre. Aunque el primero se obtiene a costa de la propia sobrevivencia del proyecto político. La nacionalización del cobre otorgó al fisco unas entradas constantes que antes no tenían y los militares nunca revirtieron esta medida por esto”. Entre los errores cree que el principal fue no comprender que los aspectos técnicos de la economía eran primordiales, dejando escapar una hiperinflación que jamás pudo revertir. Aunque admite: “Era un gobierno que estaba tan atado de manos por todos lados, que es difícil calificar de error algo que no hubiera podido hacer. Claro, si pacta con la DC y los militares en julio del 73, y modera la experiencia, se salva. Pero eso también hubiera sido el fin de la UP, porque el PS, creo, se hubiera retirado de la coalición”.

Sepúlveda también intenta derrumbar mitos como que Pinochet se unió a último momento. “Las desclasificaciones de documentos de la CIA dan cuenta de que Pinochet, sin ser una figura central entre los militares anti-allendistas, ya desde el 1971 anda dando opiniones que no son totalmente profesionales. Si uno ve el periodo en su totalidad, Pinochet es una figura bastante satelital y que cuando es Comandante en Jefe, a finales de agosto, se da cuenta de que no tiene piso alguno entre sus colegas para mantenerse fiel a Allende”.

La UP y el estallido social actual

La Unidad Popular nos recuerda también que tras el Golpe de 1973 también murió la democracia desarrollista chilena, protectora del crecimiento interno, ajena a la globalización. ¿Alguna conexión con las actuales demandas del estallido social chileno iniciado en octubre del año pasado? El autor cree que sí. “Ha vuelto a existir una demanda de modernidad, interrumpida en el periodo dictadura-Concertación. En los sesenta y setenta estas demandas eran mucho más humildes que lo que son ahora. Por ejemplo, que hubiera escolaridad completa, eliminar la desnutrición, que la gente no vistiera en harapos, que el país no destinara el 30% de los ingresos a pagar intereses de deuda. Hoy es el acceso a la salud efectiva, pensiones que permitan la supervivencia, educación sin diferencias odiosas de calidad, repartición más igualitaria de la riqueza”. Sin embargo, asegura que estas demandas actuales son dentro del capitalismo. “En 1970 la UP proponía que el capitalismo era el problema y había que terminar con él. Hoy la demanda generalizada parece ser en contra de una modalidad de éste, el neoliberalismo. Hoy un Estado de bienestar tipo Escandinavia es una demanda de modernidad. Para la UP esa socialdemocracia era un espejismo que no resolvía nada”.

El libro cierra con el discurso radial de Allende la mañana del 11 de septiembre de 1973 transmitido por Radio Magallanes a las 9 am, donde visualizaba un futuro donde “se abrirán las nuevas alamedas por donde pase el hombre libre” mientras los Hawker Hunters de la aviación sobrevolaban al palacio de gobierno. Según el autor este texto, emblemático y tremendo más que ser una narrar las cosas que sucedieron, buscaba algo más: un lugar en la historia”.

“La condición de ejemplo político de Allende, para su sector, es indiscutible, sobre todo porque se hace mártir en una dimensión casi teológica: de verdad paga con su vida por aquello de lo que estaba convencido. Pinochet tuvo la ocasión de hacer lo mismo cuando estuvo preso en Londres entre octubre de 1998 y marzo de 2000. Si estaba convencido de que lo que hizo era moralmente necesario, entonces debía haberse inmolado y aceptar la extradición para ser juzgado en España. Allí podría haber dado a conocer sus razones y aceptar lo que viniera. Si lo hubiera hecho, el efecto sería similar entre sus partidarios al que Allende tuvo entre los suyos. En vez de eso, no toleró el martirio, aceptó la ficción de la demencia, algo, si uno lo piensa, tremendamente indigno, y regresó a Chile a morir tranquilo”.

Disponible en ebook  https://www.megustaleer.cl/libros/la-unidad-popular/MCL-008471