Hijo de una familia de judíos originarios de la Europa del este, Mauricio Neuman nació en Buenos Aires en 1924. Destacado médico y psiquiatra, perteneció a una generación formada en la universidad pública donde un hijo de inmigrantes podía acceder a la educación superior. Ya de niño mostró su afición por el arte. En la memoria nebulosa de cuál fue la primera obra de su colección, figura un pequeño grabado europeo que sus padres le regalaron a los 13 años, para su Bar Mitzvah. Otra escena es la de un joven Neuman, conscripto del servicio militar, visitando al maestro Raúl Soldi a quien, él mismo, le compra un desnudo femenino que aún se luce en la recepción de su piso de Belgrano. De este modo empezó la serie de una extensa trayectoria de coleccionismo signada por sus elecciones personales y por el gusto formado entre los objetos artísticos con los que creció en su casa familiar.
Profundamente argentino y porteño, como él mismo se definía, apostó por el arte nacional de entre fines del siglo XIX y los años setenta, que coleccionó con sistematicidad. Ese es uno de sus valiosos legados. Desde los artistas de la Generación del ochenta (Giudici, Sívori, della Valle, Schiaffino, Mendilaharzu), pasando por los paisajistas de la luz, las vanguardias de los años veinte, los pintores de la Boca, la melancolía neorromántica afín al surrealismo, la geometría, la neofiguración, el arte cinético y diversos realismos, la colección reúne un conjunto de dibujos, grabados, pinturas y esculturas, más de 3000 piezas que, por lo destacado del conjunto, bien podría constituir un museo. Formada por él mismo, el doctor Neuman no tuvo nunca un asesor. Su natural don social lo acercó a los artistas y galeristas con quienes se informó, trabó amistades perdurables y fue adquiriendo las obras que atraían su atención. A principio de los cincuenta, para entender más al arte y mientras hacía su doctorado en Madrid por medio de una beca, visitó los grandes museos europeos donde tomó cursos que más tarde lo habilitarían para desarrollar su veta ensayística y convertirse en crítico de arte. Su profunda intuición y la formación en las ciencias de la mente humana, fueron sus herramientas para trascender la vocación personal por la contemplación y volcarla en una lectura comprehensiva del hecho artístico. Graduado con honores, ejerció la medicina y la docencia en diversas cátedras. La relación no lineal, compleja, entre creatividad y psicosis fue seguramente una de sus exploraciones a lo largo de décadas de trabajo clínico, donde muchos de sus pacientes fueron artistas. Terapeuta heterodoxo, atento tanto a las explicaciones de la ciencia como a las metáforas de la espiritualidad, el doctor Neuman eligió las imágenes del arte. Con ellas se sumergió en las profundidades del inconsciente para develar sus símbolos, disfrutar de un lugar donde no hay reglas o, si las hay, es lícito romperlas.
A mediado de los noventa su colección tenía un volumen inadmisible para ser albergada en una sola locación. Compró entonces una antigua carnicería, una casa sencilla con local de venta a la calle, cortina metálica afuera, y mesada, sierra, balanza y heladera frigorífica en su interior. Situada en el entonces depreciado barrio del “bajo de Belgrano”, allí instaló parte de las obras y, conservando el mobiliario comercial original, convirtió al local en una acogedora cocina- comedor para recibir a sus amigos y agasajarlos con un banquete hecho por sus propias manos. Todos llamaban a este espacio, La carnicería, donde Neuman daba rienda suelta a sus grandes dotes de anfitrión.
Pero no solo compartió con amigos: los museos de Buenos Aires y de todo el país pudieron contar con sus obras en préstamo para, en muchas ocasiones, solucionar las ausencias significativas de una colección institucional, o aportar una “perla” (por bella o por rara) que solo él, con su pasión, se había animado a comprar. De este modo su colección fue tomando un estado público que daba aún más realce a su figura filantrópica y humanista.
En una entrevista que le realicé en 2017, cuando prestó parte de su valiosa colección de grabados y pinturas de Antonio Berni al museo que yo dirigía, sobre el final, tras casi dos horas de entretenida conversación, me pidió que no me refiriese a él como coleccionista: “prefiero que digas que soy un buscador plástico de la luz y del silencio”. Y vaya si encontró lo que buscaba: los Lacámera, Daneri, Diomede, Giambiaggi de su colección, todas obras maestras, develan paisajes, rincones, objetos, con el humilde silencio de los grandes.
Luego de una larga y productiva vida, a los 96 años el doctor Neuman falleció el 10 de agosto, contagiado de COVID. En las horrendas condiciones de soledad y aislamiento que impuso la pandemia, sus familiares y amigos no pudieron despedirlo. Ojala esta memoria ayude a en parte a llenar ese vacío.
* María José Herrera es historiadora del arte y curadora
Itinerario de una vida
Mauricio Neuman fue médico y psiquiatra, en esta última disciplina se formó con el Dr. Enrique Krapf. Estudió en España con Juan José López Ibor, en Viena con Viktor Fankl, creador de la logoterapia y el análisis existencial. En Innsbruck se interiorizó de la Psicología profunda de Carl Gustav Jung. Fue miembro de la Asociación Argentina e Internacional de Críticos de Arte (AACA- AICA). Recibió en 2014 el Premio Barón Hirsch “por su amplia actividad profesional como médico psiquiatra y psicoanalista y su generosidad como coleccionista de arte”, que otorga el Museo Judío de Buenos Aires.