Pocos días antes de las masivas manifestaciones por el asesinato de George Floyd en Estados Unidos, el gobernador de New York y Eric Schmidt, ex Ceo de Google, mantuvieron una reunión para abrir las puertas a un acuerdo entre el gobierno y unas pocas empresas tecnológicas por un futuro de inteligencia artificial. El “New Deal de las pantallas” resumió Naomi Klein respecto a un encuentro en el que nada se dijo sobre regulaciones, democracia y vigilancia social. Mucho menos sobre las desigualdades estructurales de un mundo al borde del colapso. Al parecer lo único claro del panorama post pandémico sería un graffiti que un manifestante dejó en la Quinta Avenida: el virus es el sistema.

La enfermedad que recorre el mundo ha puesto en evidencia todo tipo de desigualdades que ya existían. En el caso de la Argentina, por ejemplo, el nuevo gobierno debió asumir en un contexto signado por las deudas, en varios ámbitos, de una gestión precedente fuertemente emparentada con la especulación financiera global. Con la pandemia, tanto la agenda del gobierno como la de los medios se centró en torno a la covid-19.

Las pantallas, para aquellos que reúnen todos los privilegios, se convirtieron en un actor central de la vida cotidiana. Los dispositivos concentraron trabajo, socialización, información y entretenimiento. Así la pandemia y su impronta digital terminaron de consolidar la compleja y estrecha vinculación entre los medios masivos tradicionales e Internet. En consecuencia las empresas y sus periodistas debieron adaptarse, al calor de los acontecimientos, a nuevos códigos, estructuras de producción y difusión. Es necesario aclarar: no siempre justas para quienes ejercen la profesión, que se enfrentan a nuevos desafíos y resistencias. Sobre todo si es mujer y todavía más si no se cumplen con los cánones que imponen las pantallas.

Con la emergencia sanitaria ocupando la centralidad en paneles, editoriales y noticieros de toda hora, la presencia poco igualitaria de las mujeres y otras identidades femeninas en los medios quedó en evidencia. Si bien se pueden nombrar avances como la incorporación de Diana Zurco en el noticiero de la Televisión Pública, también es necesario poner en primer plano casos como el desplazamiento de la conducción del noticiero de Silvia Martínez Cassina, luego de manifestarse por la paridad de género, o el de Romina Malaspina convertida en tendencia de Twitter por haber presentado las noticias económicas con una remera transparente.

La pandemia y sus desigualdades.

El “New Deal de las pantallas” es apenas un esbozo de que las principales industrias y sectores que concentran poder no pierden el tiempo. Frente a esta situación se presenta un punto de quiebre, otra gran parte de la sociedad debería sentirse convocada a la necesidad de abrir nuevos debates para alcanzar un horizonte más justo, o al menos más prometedor.

El contexto actual ha llevado a una super exposición a las pantallas a hombres y mujeres por igual pero como espectadores. Lo que se pone de manifiesto, y no de forma anecdótica, es la hegemonía de y en la pantalla. Allí las mujeres y las identidades femeninas, al igual que en otros espacios, no ocupan un lugar igualitario o deben responder a estereotipos para asegurar su permanencia.

¿La pandemia sentará las bases para una lucha por construcciones más igualitarias? Una vez más, el intento de reflexión sobre lo que vendrá deja más incertidumbres que certezas.

* Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA) y Maestrando en Periodismo (UBA).