Hubo aplauso. Hubo respeto. El personal de salud recibió un gesto solidario. Y aunque no se recuperó la comunión que establecía al inicio de la pandemia, este aplauso condensó expectativas sobre lo que ya se sabe que ocurre en el país: Mueren dos personas por día en el sector salud. Se hace evidente, en la primera línea, lo estoico y lo humano. Eso se aplaudió en muchos barrios porteños y en varias ciudades del interior, en la noche del 17A.
La convocatoria se lanzó en redes sociales para homenajear a los equipos de salud ante un sistema que comienza a expresar límites. El mensaje que viralizó la convocatoria fue preciso: “Aplaudir a nuestros héroes de salud”. Y, según describe la psicoanalista Marcela Ospital, “reeditar la movida del inicio de la pandemia, recuperar esa mística”. La fecha coincidió con el aniversario de la muerte de José de San Martín. “El aplauzaso” no fue masivo, conceden los comentarios en las redes sociales, pero llegó como la contracara de la marcha opositora y así se destacó. “Somos la mayoría silenciosa que aguanta y agradece”, reza el tuiter que lo impuso a la discusión ideológica en torno al aislamiento obligatorio. “Si esta enfermedad matara a gente joven y sin condiciones previas, no se harían marchas anticuarentena”, sostiene Marina Anido, del Hospital Argerich.
El aplauso marcó una diferencia con la protesta que en la tarde invadió más pantallas de TV que plazas, con un discurso en sí mismo potente, pero impreciso: el pedido de "libertad". "Pero salir los pone en riesgo y después les vamos a tener que tener la vela en los hospitales”, hace síntesis Yanina López, médica que trabaja en dos hospitales en CABA.
“El aplauso es un estímulo para la gente que está en la primera línea”, señala Ospital sobre el personal más expuesto. “Que el trabajo no sea indiferente para la población es importante, porque son ellos quienes tienen que seguir sosteniendo esto. Y está bueno saber que hay gente que te apoya, porque también hay gente que tiene actitudes hostiles”. López lo confirma: sintió la hostilidad de sus compañeros cuando tuvo que ir a un hotel de aislamiento por el contacto con un paciente covid positivo.
La pandemia avanza, la vida está en suspenso. Sin embargo, hay una determinación en esa letanía: “La gente libre marchará cuando pase la pandemia”, dice el muro la poeta Silvia Castro. “El asentimiento social respecto de las medidas para afrontar la pandemia se ha politizado perversamente y la gente actúa en contra de su propia salud, es preocupante” señala Ospital. En ese contexto se revaloriza la movida para reconocer a los trabajadores de la salud: “Devolverle mística a esto nos hace bien a todos. O sea, pone el foco en que la cuarentena es para bien de todos y no para mal de ninguno, como decía el Martín Fierro” puntualiza.
La convocatoria para el aplauso se armó espontáneamente con la volatilidad exponencial de todo mensaje que se disemina viral en las redes digitales. Se propuso homenajear “al personal que nos cuida”, el personal de salud. Gabriela Deleisi, que compartió en Twitter la idea de volver a este reconocimiento, cuenta a Página/12 que "la historia empezó hace algunos días, cuando una tuitera puso un mensaje preguntándose por qué no estábamos aplaudiendo a los trabajadores de la salud". A Delesisi le pareció propositivo, y lo acompañó, junto a muchos otros.
“Yo me venía preguntando por qué había decaído tanto el aplauso –repasa Silvia Castro-, y esta iniciativa va en ese camino, la aplaudo a cuatro manos”. Y explica: “el aplauso es un modo de poner el cuerpo. La gente que trabaja en salud está de cuerpo entero, en la primera línea. Nosotros damos una mano. Y ojalá el Estado pueda dar algo más para revertir la precarización laboral del personal de sanidad”.
“Al personal con experiencia el sector privado le paga muy bien –señala Héctor Ortiz, enfermero y delegado de ATE en el Hospital Durand-, pero la ciudad no quiere reconocernos como profesionales, nos toma como administrativo, y los enfermeros son los que más expuestos están y son los que más están muriendo por la pandemia”. El coro en Twitter siguió en sintonía con su reflexión: “Vamos a aplaudir a cada uno que deja todo para salvar vidas. Por ellos nos tenemos que cuidar. Somos la mayoría silenciosa que aguanta y agradece", subscribieron las redes.
“Mi mamá fue enfermera”, se lee en el muro de la escritora María Pía López. “Y no es gratuito el trato con la muerte ni el trajín cotidiano con el dolor –continúa su historia-. Mientras muchas personas hoy disfrutamos un feriado o trabajamos desde nuestra casa, miles cubren sus turnos en hospitales y clínicas. Miles se arriesgan. Si no lo hicieran, la catástrofe sería imparable. Colaboremos, al menos, no haciendo gala de la irresponsabilidad de llamar libertad al egoísmo suicida”.
Una historia entre muchas
“Agradezco el aplauso, es lindo el reconocimiento”, dice la médica Yanina López. “Pero agradecería más que se queden en casa y no salgan para hacer fantochadas como la de la marcha anticuarentena”, agrega enfática. “Hoy es un día raro. Ayer tuve una guardia pesada, interné a un neonato con covid. Es el tercero que tiene coronavirus”, cuenta con firmeza. Habla de su guardia en el servicio de neonatología del Ramos Mejía. Yanina está en la primera línea. Desde el inicio de la pandemia recibe a las parturientas y a los recién nacidos. Estuvo en contacto con pacientes infectados y estuvo ella también en hoteles, y también su marido, aunque no fueron positivos.
Yanina volvió a la actividad hace dos semanas. Pero en los hospitales donde trabaja fue hostigada cuando se supo que había estado en contacto con pacientes covid positivos. Esto le da marco a sus palabras cuando dice: “Es lindo el reconocimiento, pero más valoro es que me traten bien mis compañeros, la población y el sistema de salud. Que la gente cumpla el aislamiento y que no salgan a decir cualquier cosa, y que haya material para trabajar y sostener la situación”.
“Valoraría más que la gente se quede en sus casas, que no salga a marchar por un sistema judicial que creen que no los representa, porque lo que está en danza es el juego de la derecha, porque estas personas tienen menos personalidad que una baldosa”, sentencia. Está enojada. No lo oculta. Y se queja: “Porque después a éstos, hay que sostenerles la vela en los hospitales”, señala.
Conoce el sector, y sus datos impactan: “Lo que pasa en el norte del país donde colapsa el sistema de salud, es grave. Y el cambio en el promedio etario que era de 60, y ahora es mi edad: los 30 y pico, o sea es menos de 40 años”. Sostiene que la idea de que “el joven no se muere”, no es real. “Pero se puede prevenir”, advierte. Por eso insiste con “distancia y aislamiento, lo básico”.