Jamás sabremos qué estaba soñando Julián Usandizaga en su última siesta, en la tarde del 17 de agosto, a los 87 años. El dato concreto es que no despertó. Le fue ahorrado el disgusto de ver otra fecha patria bastardeada por los manifestantes anticuarentena, que hubiera sido uno más de los tantos que le dio en su vida la derecha nacional. Pero quienes lo conocimos y conocemos su obra, sospechamos que despertó en otro lugar, en alguno de aquellos planetas de utopía que con tanto detallismo dibujaba, o grababa y coloreaba en acuarela, al modo de su maestro Juan Grela. Su versión del surrealismo, con claroscuros minuciosos, hizo escuela de estilo, de compromiso y de pensamiento.

Porque el Vasco Usandizaga, como le decían sus colegas y sus numerosos discípulos, no sólo fue un dibujante y grabador que elevó sus técnicas a la categoría de alto arte, y no sólo fue un maestro de artistas, y no sólo fue un intelectual capaz de pensar dibujando a partir del pensamiento decolonial. Aquel tipazo de vida sencilla y humor ácido, que hacía chistes acerca de su propia edad y comentarios humorísticos satíricos sobre la sociedad en aquellas charlas que brotaban (como seres de sus lápices) cada vez que su costumbre de andar en bicicleta por todos lados nos lo deparaba por azar, fue un mago que supo reinventar el tiempo. Cuando la represión estatal lo encerró en una celda, con tozudez proverbial se puso a dibujar alegorías anticolonialistas y antiimperialistas, inspiradas en la lectura que hace Fernández Retamar del ensayo Ariel de José Enrique Rodó, basado en los personajes del drama inglés del período barroco La Tempestad de William Shakespeare. De ese conjunto de obras, su dibujo titulado Próspero ingresó a la colección del Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino al ser galardonado con el Segundo Premio Adquisición "Dirección General de Cultura", en el marco del XLVIII Salón de Rosario (1982). Cuando vinieron los reyes de España al Congreso de la Lengua, él estaba en el Congreso de las Lenguas exponiendo con texto propio esas obras. Tenía un arsenal de lecturas escondido, que transmitía en su taller. Afuera, se hacía el zonzo.

  Própero, obra de la colección del Museo Castagnino.

Escribió Julián Usandizaga, en aquel texto político que tiene plena vigencia hoy, cuando muchos de quienes se formaron con él están luchando por producir un cambio cultural donde se reconozca a lxs artistas como trabajadorxs y por consiguiente como sujetos de derechos laborales: "En el sistema autoritario de Próspero [el brujo causante con sus malas artes de la tempestad del título, y amo de facto de la isla donde recalan los náufragos], la función subalterna de Ariel [el príncipe náufrago] consiste en la ejecución y propagación de sus ideas hegemónicas. Lo que Próspero piensa, Ariel lo comparte y realiza. Las ideas son de Próspero. Calibán [el isleño nativo esclavizado] nos trae la leña. Próspero se atribuye así, todo. Es el dueño del trabajo, de los productos, también de las ideas. No conviene que Calibán piense, ¡que trabaje! Ni que Ariel tenga juicios propios, ¡puede discrepar! ¿Quién es Ariel en el disociado sistema de Próspero? Es la mitad incompleta de la realidad. Es el ejecutor y propagador de los pensamientos y las convicciones del falso dueño de casa. Es el mayordomo fiel que disfruta como adulador/adulado de la generosidad prestigiadora de Próspero. Es el intelectual obediente, aristocratizado, disociador/disociado. ¿Disociado de qué? De las otras funciones que completan la realidad, aquéllas que fueron relegadas a Calibán, las del trabajo. Las más tangibles, prácticas y utilitarias. [...] Este Ariel de media realidad no proviene de la experiencia, y este Calibán de media realidad no accede a la conciencia".

Julián Usandizaga nació en Juncal, Provincia de Santa Fe (donde años después fue nombrado Ciudadano Ilustre), y se radicó a los 14 años en Rosario. Egresó con la especialidad en Pintura de la Universidad Nacional del Litoral (donde sería nombrado Profesor Honorario) y se especializó en grabado con una beca en Barcelona. En Rosario, estudió en los talleres de los maestros Marcelo Dasso y Juan Grela. Fue profesor en la Escuela Provincial de Artes Visuales de Rosario (entre 1963 y 1989) y profesor titular de dibujo en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario (de 1984 a 1989). Expuso desde 1960 en museos del país y del exterior, como Casa de las Américas (La Habana, 1992). Fue invitado a la III Bienal Americana de Artes Gráficas de Cali (Colombia, 1975) y a la Bienal de Grabado de América de Maracaibo (Venezuela, 1977). Entre los muchos premios nacionales e internacionales que ganó por su obra, en 1999 obtuvo la Mención Especial del Jurado del Premio Adquisición Alberto J. Trabucco.

Julián Usandizaga. Foto: Gentileza

"Fue un anclaje en el lenguaje de la imagen", lo recuerda su ex alumna Maite Acosta, hoy artista, docente y periodista cultural. "En cada clase pude sentir ese amor que él tenía por la docencia; era un espacio muy vital para él. ¡Ir al taller era hermoso! Esa madera que estaba por todos lados, cada rincón tenía un montón de detalles, las obras de él que estaban ahí, el patio enorme que era una selva... fue un espacio muy lindo de encuentro con colegas. Él siempre decía que lo importante es el modo y no la moda. Él tenía un compromiso con la coherencia entre lo que él decía y lo que hacía. Los años que estuve con Julián me quedaron grabados en el corazón. Iba al supermercado y se ataba los pantalones con palitos de la ropa para que no se le manchen con la cadena... Cada vez refunfuñaba más por cuestiones políticas, pero me encantaba ir a escucharlo. Nos hizo mucho bien como transmisor de la escuela de Juan Grela. Sentí que lo estaba conociendo a través de él. Gracias a Julián, y a Rodolfo Perassi, somos nietos de Grela".