Lo llaman “el baño de sangre de DC Comics”, pero no es un gran combate en una saga con el Joker a la cabeza ni una nueva crisis en tierras infinitas, es –nada más y nada menos- que una nueva crisis neoliberal, esta vez en Estados Unidos y su industria del entretenimiento. DC Comics despidió la semana pasada a un número aún sin confirmar de empleados. Algunos hablan de 800 despidos, otros de la tercera parte del staff editorial y casi la totalidad de sus divisiones audiovisuales y de merchandising. Ante la falta de parte de prensa oficial –tampoco lo hubo en las últimas crisis de la compañía-, abundan las especulaciones y los nombres creativos para hablar del tema: “DC Implosion” (“la implosión de DC”), “Bloodbath” (“baño de sangre”) y “DC-cution” (un juego de palabras con execution, es decir, con “ejecución”).
Aunque para muchos en el circuito norteamericano esto resultó una sorpresa mayúscula, otros ya habían anticipado el tembladeral cuando AT&T se fusionó con Warner Bros., propietaria de la editorial y de sus divisiones digitales y audiovisuales. El guionista Mark Millar, por caso, lo había anticipado en junio.
Lo cierto es que la fusión permite explicar los despidos vinculados al área de streaming (“DC Universe”), que emitía series televisivas como Stargirl o Doom Patrol y dibujos animados como Young Justice, que ya empezaron a distribuirse en Estados Unidos por HBO Max, donde también hubo despidos. Pero la fusión por sí misma no alcanza para dar cuenta de todo el movimiento. Por ejemplo, la división de merchandising –siempre uno de los rubros más redituables de este tipo de empresas- también fue vaciada. La especulación es que sus action figures (verbigracia: muñecos) serán licenciados a las grandes compañías jugueteras estadounidenses.
En cuanto a los comics propiamente dichos, se sabe que al menos la tercera parte del staff fue despedida, incluyendo a la mayoría de la plana mayor de la editorial. De ellos, el único “sobreviviente” es el dibujante Jim Lee, que tiene un historial extenso y sorprendente para caer parado y reinventarse en el medio. Pero Lee –quien visitó Crack Bang Boom en su primera edición, hace diez años– ya no revistará como editor, uno de los dos cargos que ocupaba. Ahora será “sólo” CCO, o “Chief Creative Officer”, una suerte de gerente creativo que reportará directamente a Warner Bros. Como directora editorial la junta directiva colocó en roles editoriales a Marie Javins y Michele Wells, formalmente bajo Lee en el organigrama de la empresa. Otra mujer, Nancy Spears, también ascendió rangos, pero aún no se conoce su nueva posición.
Mientras los lectores se preguntan qué impacto tendrán estos cambios en la publicación de sus títulos y personajes favoritos, quizás haya que mirar el currículum de Javins y Wells y la evolución del mercado editorial para intuir el camino por venir. Aunque muchos especulan con que lanzarán menos títulos por mes, esto no es necesariamente así.
Marie Javins se desempeñaba como “Editora de iniciativas de publicación global y estrategia digital”. Se estima que tiene buen pulso para mantener el espíritu de los comics de DC y, sobre todo, tiene una reputación en el mercado para mantener las fechas de entrega a toda costa, algo con lo que la compañía sufrió bastante el último tiempo. En cuanto a Michele Wells, que estaba encargada de las líneas editoriales para niños y jóvenes adultos, que tiene experiencia en Disney y First Book, también se la reconoce como cercana a la actual presidenta para marcas y franquicias globales de Warner, Pamela Liffford. De Wells se dice que planifica a muy largo plazo, y quizás después de tantos cambios editoriales que ante el núcleo duro de fans parecieron manotazos de ahogado, sea eso lo que están buscando en la compañía: previsibilidad.
La otra parte, no menos importante, que explica esta ola de despidos son los cambios en la industria del entretenimiento en general y del comic en particular. Por un lado, la pandemia derrumbó los ingresos de Warner Bros. en cines (y obligó a posponer el tanque de este año, Wonder Woman 1984) y del comic, que vio cortado su circuito de distribución cuando las compañías empezaron a hacer lo que el presidente de EE.UU. Donald Trump se negaba a ordenar: una auto-cuarentena.
Pero no es sólo eso: el mercado de revistas (o “issues”, con sus consabidas 24 páginas mensuales) está en decadencia hace años. Esto no significa que las ventas sean “malas”, sino que sencillamente se movieron a otros formatos. Por ejemplo, a la recopilación en tomos y a la aparición de ediciones para coleccionistas. Las comiquerías tampoco tienen tanto peso ya, pero en cambio ascendió con fuerza el mercado de librerías tradicionales, donde por ejemplo los comics para niños y adolescentes tienen mejores números que en comiquerías. Aunque en el mercado se sigue hablando de DC y Marvel Comics como las “Grandes Dos”, en la práctica esto es discutible. Cifras de BookScan, el observatorio editorial de la consultora Nielsen, cambian notablemente la cuota de mercado. En esas cifras, Scholastic tiene un 22% del mercado y Viz Media un 15. ¿DC y Marvel? Un 8 y 7%, respectivamente. Dark Horse les seguía el tranco con un 5. El problema del análisis tradicional es que se circunscribía a las cuestionables cifras que ofrecía la –ahora extinta por coronavirus- distribuidora Diamond.
Mientras el mercado termina de reacomodarse al cimbronazo de la pandemia y a estos movimientos empresariales, habrá que esperar más noticias para saber a ciencia cierta qué sucederá dentro de las viñetas. Noticias que tanto dibujantes como fans esperan con ansias. Los primeros, con preocupación por su fuente de ingresos. Los segundos con la tranquilidad de que en los comics ninguna muerte es definitiva.