I. Mi entrenamiento profesional en filosofía y literatura primero, y luego en semiótica y análisis del discurso, no me califica para opinar sobre las negociaciones que lleva adelante el actual Gobierno respecto de la deuda que recibió del gobierno anterior. Los detalles requieren una formación de política económica y teoría política que no tengo. No obstante, la información del proceso que lectores y ciudadnxs recibimos abrió una cuestión mucho más amplia que los detalles de las negociaciones.
Entiendo que el loable resultado (que duele en algunos sectores) fue la consecuencia de una política de desenganche de alternativas binarias; ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. La política y la ética gubernamental que condujo a estos resultados no es una instancia coyuntural sino que es consecuente con otras decisiones y medidas tomadas por el Gobierno. En notas anteriores observé la misma lógica sobre asuntos particulares. Veamos primero algunos principios generales de la política de desenganche necesaria para afirmar la autonomía y la soberanía estatal que, en este caso, fue la base, la fuerza y la motivación para sí pagar la deuda pero no a costa del bien-estar y la salud económica de Argentina.
Desde los debates presidenciales, Alberto Fernández ni condenó ni defendió al gobierno de Nicolás Maduro. La oposición pronto lo acusó de defender a un dictador. La oposición todavía está en la lógica binaria de o lo uno o lo otro. El ex presidente de EE.UU. George W. Bush estampó esta lógica, ya implícita, en una sentencia explícita e inequívoca. Para justificar la invasión de Irak afirmó: “O estás conmigo o estás con mi enemigo”. Muchxs de nosotrxs sonreímos y nos dijimos: “Lo sentimos George, no estamos ni contigo ni con tus enemigos”.
Alberto Fernández no se declaró ni en favor ni en contra de Maduro. Conocedor de la ley, es su profesión, defendió el principio democrático que establecen las elecciones presidenciales por votación de las y los ciudadanos. El gobierno de Estados Unidos (paladín de la democracia y guerrero internacional para defender sus principios y su aplicación) debiera haber estado orgulloso y unirse a la posición de Alberto Fernández. Sin embargo, el gobierno estadounidense insiste en imponer por la fuerza a Juan Guaidó para "defender la democracia". Por eso, en su momento el enviado de Donald Trump a la asunción de Alberto Fernández, Mauricio Claver Carone, director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, se habría ido de Argentina antes de la ceremonia inaugural. Al parecer, no toleró la desobediencia ética y política.
La ética política del desenganche es la política adecuada y necesaria para estados medianos y mayores hoy apretujados entre los gigantes, Estados Unidos y China. Veamos un caso más. Sin alardes enunciativos, el presidente Fernández prestó asilo a Evo Morales y a Álvaro García Linera. Sus vidas estaban en riesgo después del golpe de Estado en Bolivia. Estados Unidos manifestó su apoyo al golpe "en defensa de la democracia" en Bolivia. No hubo ni alarde ni confrontación por parte de Alberto Fernández, simplemente decidió éticamente la decisión política.
Sabemos que tanto el gobierno de Venezuela como el anterior de Bolivia mantenían relaciones políticas y económicas con China y con Rusia. De modo que prestar asilo al presidente y vicepresidente depuestos podría verse como toma de partido por “el comunismo”, en los juicios periodísticos de la derecha. Una vez más, el presidente Fernández no tomó partido ni por lo uno (la condena del golpe) ni por lo otro (la defensa de Morales-García Lineras). Su decisión fue un apoyo a la Constitución y al proceso democrático que los eligió; el mismo proceso democrático de la reelección en camino que motivo el golpe de la derecha. Sin embargo, el presidente de Estados Unidos defendió la democracia del golpe. No se trataba sin embargo sólo de una cuestión legal. Estaban en juego las vidas del presidente y vicepresidente depuestos y sus familias, amenazadas por la horda que motivó y movió el golpe de Estado. Una vez más, la política del presidente fue la del desenganche de las opciones dicotómicas y el espejismo de su universalidad.
La negociación de la deuda fue sustentada por la misma lógica. Quienes viven en la lógica binaria o bien A o bien B aguijonearon al Presidente directa e indirectamente -y por variadas razones que no viene al caso detallar- para que se desentendiera del ministro de Economía, Martín Guzmán. Alberto Fernández desoyó los “consejos. Guzmán quedó y la negociación de la deuda fue formalizada en los términos especificados por el gobierno con el apoyo de Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI. Fernández no cedió a las presiones de intereses económicos como lo hizo años anteriores el presidente de Grecia Alexis Tsipras. Tsipras escuchó a la Troika de la Unión Europea y se deshizo de Yanis Varoufakis (el Martín Guzmán del ex gobierno griego). Cedió, no encontró el camino de la desobediencia y el desenganche que Varoufakis proponía.
La negociación de la deuda en Argentina suponía, en la lógica de o lo uno o lo otro, que la cuestión fuera resuelta como lo dictaban los acreedores y el FMI: o pago de la deuda en los términos del gobierno anterior o default. En la lógica de o A o B no había otra. Ya en sus primeros meses, el Gobierno enfrentado con las consecuencias sanitarias y económicas de la pandemia, no optó por lo uno o por lo otro (o la pandemia o la economía) sino por ambos.
En el orden doméstico, la política gubernamental se sustentó en dos principios: (1) una economía saludable sólo puede sustentarse en una sociedad (pueblo, nación) saludable; y (2) en el orden de prioridades era necesario priorizar la salud para afirmar la recuperación de una economía desvencijada por una deuda descomedida contratada entre la ex directora gerente del FMI Christine Lagarde en complicidad con el gobierno anterior de Argentina (ambos lados del acuerdo mostraron una significativa falta de ética política y de criterios económicos ).
La política exterior del actual gobierno fue ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario: vamos a pagar la deuda, pero no lo haremos a costa de la población de Argentina, en salud y economía. La decisión no fue o pagar o no pagar, sino pagar en condiciones que la vida humana no pagara los platos rotos y que el país se hundiera en el fondo de un poso insalubre y sin recursos económicos. Puro sentido común respaldado por fuertes argumentos legales y económicos. De nuevo, el desenganche de las opciones binarias abre y promueve el horizonte de la autoafirmación, ya no del “querer ser” sino de asumir con confianza lo que soy y dónde estoy. Por debajo o por arriba de los detalles financieros en la negociación de la deuda, lo que queda es la firmeza de una ética de soberanía política.
II. Hay un momento en el memorable film de Pier Paolo Pasolini El evangelio según San Mateo (1964) en el que Jesús acusa a sus enemigos y les dice “voi sete una spelonca di ladri” (ustedes son una cueva de ladrones). Vi este film por primera vez en Córdoba (quizás 1965 o 1966). Nunca olvidé esa frase. Me pregunté al ver el film en mis primero veinte (habiendo sido monaguillo en mi pueblo, Corral de Bustos, en mi adolescencia) ¿por qué los acusa de ladrones y no de pecadores? Pienso que asumí que ladrones y pecadores era lo mismo. Y en verdad lo son, pero no es todo. Me llevó tiempo responder a mi propia pregunta. La tuve no hace mucho tiempo, cuando leí el libro de Michael Hudson And forgive them their debts... Lending, Foreclosure, and Redemption From Bronze Age Finance to the Jubilée Years (2018).
El año del jubileo puede no ser hoy un asunto de común conversación con nuestras amistades, en los cursos universitarios, en las conferencias y debates públicos. El Papa, en cambio, no puede ser ajeno a él, ni tampoco dar la espalda a la creciente esclavitud de los Estados que genera la deuda. El Papa Francisco sostuvo no hace mucho lo siguiente: “Es ciertamente justo el principio de que las deudas deben ser pagadas. No es lícito, en cambio, exigir o pretender su pago cuando éste vendría a imponer de hecho opciones políticas tales que llevaran al hambre y a la desesperación a poblaciones enteras. No se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables. En estos casos es necesario -como, por lo demás, está ocurriendo en parte- encontrar modalidades de reducción, dilación o extinción de la deuda, compatibles con el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso".
El año del jubileo tiene su aritmética, no la voy a detallar aquí pero es la aritmética del número siete. Siete días de la semana para crear el mundo y la especie humana, siete años de trabajo, y el siguiente para que descanse la tierra; seis días de la semana y el séptimo descanso, etc. Siete veces siete hace 49 y el año 50 es el año del jubileo, para que descanse la tierra y se perdonen las deudas. El enlace entre pecado y deuda es implícito en los relatos bíblicos y se calcula en base al número siete. Cuando Pedro le pregunta a Jesús "¿cuántas veces perdonarás a mi hermano que peque contra mí?, ¿siete veces?”, Jesús le responde: “No digo siete sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21-35), un dicho que Dalmiro Sáenz capturó en un cuento hoy olvidado (Setenta veces siete, de 1957). Pero cuando Jesús acusa a los usureros de ser una cueva de ladrones, los acusa de abusos y explotación financiera.
No debe ser casual que la pedagogía cristiana pusiera el énfasis en el perdón de los pecados y dejara de lado el perdón de la deuda cuando su pago, como sostiene el Papa, daña el bien público para el bien de la usura. Es decir, cuando la economía domina y descarta la ética. La re-emergencia del jubileo comienza hoy a recordarse y a promover su actualización para enfrentar la pandemia. El jubileo reconoce las dos partes, deudores y acreedores, pero deja abierta la posibilidad de que en circunstancias graves la solución no es pagar como sea o default, sino que primen las condiciones del bien común o se perdone la deuda.
No estoy proponiendo un argumento teológico. Sólo estoy persiguiendo los beneficios de una lógica, ética y política que en las praxis de vida de un país no promueva el odio y la guerra entre o A o B, el beneficio de una minoría a costa de la mayoría en la que no hay perdón sino el ansia de vencer, sino de imaginar y vivir en la convicción de que la cuestión no es la de ganar o de perder (el mantra corporativo/deportivo que se expandió como un virus en las subjetividades de poblaciones enteras), de promover el odio en vez del respeto, el de la convivencia en vez del triunfo.
Hoy quien defiende la democracia ve con horror el auge de gobiernos autoritarios ani-democráticos. La democracia tiene que triunfar a costa de lo que sea. Si hay que guerrear, fomentar el odio y destituir gobiernos en nombre de la democracia, así se hará. Esta posición crea enemigos y el encierro entre o bien A o bien B. Los sospechosos y enemigos en Europa, son Polonia y Hungría. Fuera de Europa, Rusia, China, Turquía e Irán. Estados Unidos y la Unión Europea quedan fuera de las sospechas porque son las instancias de acusación y de imposición de la democracia.
Quien opera en la lógica binaria solo ve la paja en el ojo ajeno, y no ve la viga en el suyo, como reza el proverbio. Por lo tanto, con la viga en el ojo es difícil percibir que los gobiernos totalitarios son la consecuencia del autoritarismo democrático defendido e implementado por el proyecto neoliberal de globalizar la hegemonía democrática; con una larga historia de autoritarismo teológico cristiano, liberal o marxista. Es decir, la defensa de la democracia no admite alternativas puesto que opera en la lógica de o lo uno o lo otro y quien no se somete cae en el otro extremo del binarismo.
En los albores de la Guerra Fría y las contiendas por la liberación de las colonias europeas en el Tercer Mundo, la Conferencia de Bandung (1955), liderada por Sukarno, primer presidente de Indonesia, operó en la lógica del desenganche: ni capitalismo ni comunismo, sino descolonización. En ese momento, la liberación decolonial consistía en la creación de Estados-nacionales liderados por dirigentes nativos. El paso siguiente fue la organización de los países no alineados.
La historia de ayer a hoy es complicada, pero la importancia de la lógica del desenganche en el orden mundial de aquel momento y en el actual no debe olvidarse. En el orden inter-estatal la lógica del desenganche es posible para Estados intermedios, como India y Turquía, que optan al parecer por la lógica de la conveniencia (o bien A o bien B, según el momento y la situación) y no por el desenganche. Esta opción no es posible para Estados fuertes como China, Rusia e Irán. Ellos fueron inventados como enemigos para defender la democracia. Por lo tanto, ya no pueden zafarse. En el seno de la Unión Europea, que ya no es orden inter-estatal sino intra-estatal, Polonia, Hungría y el auge de la derecha en Francia, Italia, Alemania, fueron motivados por el autoritarismo democrático neoliberal y el globalismo (el diseño neoliberal disfrazados de globalización). De nuevo, el autoritarismo democrático ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo propio.
Aníbal Quijano solía recordarnos la expresión del título de esta nota: ni lo uno ni lo otro sino todo lo contario. En un momento me comentaron que el dicho proviene de la filosofía de las naciones indígenas guaraníes. Quizás fuera también de la nación kechwa. No sé si es cierto o no, pero se entiende muy bien: para las primeras naciones o pueblos originarios de todas las Américas nunca tuvo ningún sentido tomar partido en las dicotomías que regían las políticas y las mentes de los colonizadores. Ni ayer ni hoy. Puesto que los gobiernos de hoy en las Américas no son gobiernos regidos por filosofías indígenas (el gobierno de Evo Morales no lo fue, o lo fue sólo en los enunciados), no deberían ignorarlas. A sabiendas o no, el gobierno liderado por Alberto Fernández pareciera ir por esta senda, la senda del desenganche de las dicotomías, zafarse del totalitarismo de las opciones binarias.
La oposición en Argentina se empeña en mantener la dicotomía mientras que el Gobierno parecería estar apuntando hacia un ética y política gubernamental y económica basada en la autodeterminación y la soberanía inter-estatal, en el cuidado de las gentes, en garantizar el bienestar económico y solventar una ética del bien-vivir y no ya sostener la negación de la ética en la política del competir. En el orden doméstico, se trata de no optar o por la salud o por la economía, sino por las dos. Pensar de esta manera abre horizontes históricos cerrados hoy por las anteojeras en la larga historia en la política de Occidente. En el orden internacional no optar o por EE.UU. y la Unión Europea o por sus enemigos, sino por lo que dicten las necesidades locales. No tener miedo a pensar lo propio, decía Rodolfo Kusch, desengancharse de la dependencia mental que lleva a desastres políticos y económicos y promueve el malestar, aún de los supuestos beneficiarios.
Carl Schmitt pensó que lo político consiste en esto: el conflicto entre amigos y enemigos. Por ese camino no hay salida, ni en Argentina ni en el orden mundial. La cuestión es quién gana y quién gobierna y quién pierde y paga las consecuencias. Si el futuro depende de las decisiones que tomemos en el presente, y no en un diseño abstracto que jamás se cumplirá, la cuestión es aprender a convivir en armonía, cooperación y respeto, lo cual lleva sino a la felicidad a una vida plena. Para ello es urgente aprender a desaprender. Es difícil, pero es posible. Solo hace falta voluntad para hacerlo.