El aislamiento social, preventivo y obligatorio puso al mundo artístico en crisis, y dejó al público sin los espectáculos que poblaban la cartelera porteña de cines y teatros. Lo que antes se hacía cara a cara hoy se trasladó a la cercanía virtual que puede construirse con las pantallas, y así el espectadore se mete en la casa de quien esté del otro lado, sea un entrevistado en televisión, un compañero de trabajo o un familiar cercano. En este marco, Ezequiel Hara Duck se preguntó por qué no convertir esa dificultad en una propuesta artística, y el resultado es Vengan de a uno, una serie de “ficciones íntimas interactivas” por videollamada de WhatsApp. “Al principio de la cuarentena recibí muchas videollamadas no planificadas, y de a momentos me sentía como un director de cine”, le dice (por llamada de WhatsApp) a Página/12 el creador y director. “Ahí empecé a imaginar cómo sería esto. Esa fue la semilla que me llevó a pensar cómo hacer ficciones interactivas por videollamada de WhatsApp”, amplía.
El ciclo está conformado por cinco propuestas de 35 minutos escritas durante la cuarentena por los guionistas de cine, televisión y teatro Victoria Hladilo y Mateo Chiarino, repartidas durante toda la semana en horarios vespertinos y nocturnos, y abarcan una gama de situaciones que en la pandemia pasaron del cara a cara a la virtualidad: Entrega a domicilio, en la que un mimo se mete en problemas por una serie de malos entendidos con el delivery; La transferencia, donde en una sesión de terapia virtual se conocerán secretos de un desconocido; en Casa prestada el espectador descubrirá cómo actúa una cantante bajo presión; en Tarea en casa una mujer desbordada por las clases virtuales se descuida y desencadena una pesadilla hogareña; y El vecino, cómo un músico intenta recuperar el amor perdido. Hara Duck cuenta que estas historias presentan un conflicto fuerte “que sucede en tiempo real, escritas en un tono realista porque es el tipo de actuación que funciona para este formato de espectáculo”, destaca.
Esta es la tercera propuesta que el director pone en los teléfonos de los espectadores, que en este caso puede realizarse en cualquier punto del planeta (hablando en castellano, claro). La primera fue Perfil bajo en 2017 (y su versión chilena, Paranoia, al año siguiente) y este verano ofreció Clavemos el visto en plena calle Corrientes. “Hay una resistencia para jugar con la tecnología como elemento narrativo en las producciones artísticas”, analiza, y se pregunta: “¿Cómo sería una ficción audiovisual si el actor que está del otro lado te habla a vos, que sos la única persona que responde y va guiando la ficción?”, desafía, y arriesga que lo que ofrece es una especie de “Elige tu propia aventura interactivo”, porque “si alguien está en bolas, a punto de bañarse, no te abriría la puerta si le tocás el timbre. Pero pasa una cosa con las videollamadas: la gente se permite jugar. También, a veces decimos cosas por WhatsApp que no diríamos en persona. Se permite ciertas libertades que de otra manera no haría”, se entusiasma.
-En tus obras por WhatsApp utilizás situaciones que exceden lo planificado para incorporarlo al espectáculo. ¿Cuál es la frontera entre ficción y realidad en las propuestas?
-La idea es que lo que pase en las historias es que el espectador, en cierto momento, tenga la duda o se haga la pregunta de qué de lo que está pasando en ese momento es ficción y qué es realidad. Y acá, si bien esta es la primera que hago toda de ficción, con actores que cuentan una historia, está todo el tiempo esa pregunta sobre la ficción. Y los límites de las nuevas ficciones, donde en este formato y en tiempos de cuarentena donde los decorados y el vestuario es la casa de los mismos actores. Ahí hay una cosa en la que cada vez se van cruzando más ficción y realidad, sobre todo por lo que va sucediendo en el intercambio con el espectador que está del otro lado. Si bien hay mucha ficción, con un guión y su actuación, un 50% del resultado es lo que se va dando en ese momento, producto del complemento de lo que da el espectador, que lo que está dando es realidad en el marco de esa ficción.
-Vengan de a uno es en vivo, con actores y guión, pero se desarrolla virtualmente. ¿Puede definirse de alguna manera?
-Creo que hay un apuro por clasificar y poner títulos a diferentes tipos de actuaciones. Y cuando uno ve actuar en televisión no dice “teatro por televisión”, o a una película no le dice “teatro en 35 milímetros”. Acá hay una cosa de ponerle “teatro por WhatsApp”, y en este caso me parece que es otra cosa, que todavía no tenemos el nombre definido. Yo hice obras de teatro por WhatsApp, pero en este caso prefiero pensarla más como una nueva forma de ficciones interactivas por videollamada, dándole una vuelta de tuerca a una manera de contar historias en formato audiovisual. No es teatro porque el teatro supone una cosa presencial, una convivencia entre artistas, escenario y espectador en un lugar físico, y en este caso el aquí y ahora es virtual. Sucede ahora pero el aquí es a través de una pantalla.
A partir de que el espectador (con buena señal de wifi y batería del celular cargada) recibe la videollamada comienza la experiencia, que se puede compartir con quien esté acompañándolo de ese lado de la pantalla. Responderá a algunas consultas, ayudará al protagonista a tomar decisiones, contará cosas si es que tiene ganas… Se meterá en la casa de los personajes y al mismo tiempo los invitará a conocer algún rincón de su propio hogar. “En La transferencia, la historia de la psicóloga, de diez funciones, en la mayoría le contaron secretos muy raros. ¡Y ella nunca pide eso!”, ríe Hara Duck, y promete: “Esto está creado, escrito y actuado específicamente para este formato. Si esto lo ponés en teatro sería un fracaso. Las historias no funcionarían en otro formato que no sea este. No son una transposición de otra cosa pasada a la videollamada, porque las adaptaciones no siempre salen buenas. Este tipo de cosas tienen que ser creadas para el soporte en el que se desarrollan”, concluye.
* Horarios y entradas de los espectáculos en este sitio.