“Si llegás flojo al show, no te merecés ese público”, arremete Celso Piña, pionero de la cumbia de Monterrey y uno de sus referentes en América latina. “Tengo el orgullo de decir que soy el primero de Monterrey: al César lo que es del César, y a Celso lo que es de Celso”, bromea. Es la segunda vez que pisa el país, tras su exitoso paso en 2012, cuando hizo un Niceto Club (con visitas de Pablo Lescano y Los Umbanda) y tocó en Córdoba y en La Plata: “La gente se prende con la música”.

En las paredes de su rancho regiomontano cuelgan banderitas que representan todos los países en los que tocó. Y en su lista ostenta la friolera suma de 30 estados y casi todos los continentes: sólo le falta Oceanía. “Toqué en Marruecos y en La Reunión, una islita al lado de Madagascar, en Africa”, comenta. Curiosamente, por estos días viene de debutar en Montevideo y San Pablo. “Me gustaría hacer un disco con todos los invitados que se subieron alguna vez al escenario.”

Celso Piña es uno de esos artistas que se encargaron de tejer puentes y borrar distancias entre géneros. Colaboró con todos: Café Tacvba, Lila Downs, ¡Gloria Trevi! Y sabe que en Argentina fue Pablo Lescano quien unió al rock con la cumbia y recuerda que –en su tierra– a él le sucedió lo mismo: “La música norteña estaba separada de otros géneros y con mi disco Barrio Bravo los unifiqué”. En su próximo álbum, que saldrá en julio, grabó con la Orquesta de Baja California. “Nomás invitamos a pura orquesta”, apura Celso. El disco se llamará La música es música.

Desde chico, pasó por todos los instrumentos hasta que llegó a su amor, casi por accidente. Un día, en un ensayo del conjunto del barrio, llegó temprano, se calzó el acordeón, se vio al espejo y se dijo: “Este es mi instrumento”. Por entonces se encerraba en su cuarto y le pedía a su madre que no le abriera la puerta a nadie, que les dijera que estaba enfermo: “Mi enfermedad era el acordeón”.

Desde hace mucho tiempo, el apodo de “El rebelde de acordeón” lo acompaña. La leyenda es que en 1983 se negó a tocar una lista de temas predefinida por los organizadores de un show, que les revoleó la lista por la cabeza y que, 15 días después, estaba encabezando un line-up organizado por esos mismos tipos que recibieron el bollo por el marote. “Yo voy a tocar lo que la gente me pida”, les chantó en la cara y se ganó el mote con autoridad.

A sus 64 años, Celso Piña sigue vital y enérgico. Su padre, Isaac Piña Marroquín, de 85, todavía lo acompaña a sus shows y es una de las piedras angulares de su carrera; hasta fue el responsable de comprarle su primer acordeón usado.

¿Te imaginás tocando a la edad de tu padre?

–No, hay que tener dignidad. Si la gente te conoció brincador y fuerte hay que dejar una linda imagen. A los 70 es buena onda para estar tranquilo.

* Jueves 30/3 en Teatro Sala Opera (La Plata), viernes 31/3 en Club Paraguay (Córdoba) y domingo 2/4 en Niceto Club.