La legalización del cannabis medicinal es ley. Con el respaldo de todos los bloques políticos, el Senado de la Nación le dio sanción definitiva al proyecto que regula la investigación médica y científica del uso médico, terapéutico o paliativo del dolor de la marihuana, autoriza su importación y habilita a dos organismos del Estado a cultivar plantas para proveer a los usuarios.
El proyecto había obtenido la aprobación de la Cámara de Diputados a fines de noviembre del año pasado. Crea un “Programa Nacional para el Estudio y la Investigación del Uso Medicinal de la Planta de Cannabis, sus derivados y tratamientos no convencionales”, en la órbita del Ministerio de Salud. El Programa deberá “garantizar el acceso gratuito al aceite de cáñamo y demás derivados del Cannabis” a todos los que se incorporen al programa e “investigar los fines terapéuticos y científicos” de la sustancia.
Además se autoriza el cultivo de cannabis por parte del Conicet y el INTA con fines investigativos y para elaborar la sustancia destinada al tratamiento. Y en su artículo 7, habilita a la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) para importar el aceite de cannabis, hasta que el Estado esté en condiciones de producirlo. En ese sentido, se fomentará la producción del aceite a través de los laboratorios públicos.
Todavía no está definido cuáles serán las patologías que podrán ser tratadas con marihuana, pero se descuenta que será incluida la epilepsia refractaria, el cáncer, las polineuritis, la artrosis, entre otras. Está prevista la creación de un “registro nacional voluntario” y de un “consejo consultivo honorario” integrado por instituciones, asociaciones, ONG y profesionales del sector público y privado.
Se trata de un avance impulsado por consumidores y asociaciones, que no hace mucho comenzaron a organizarse para exigir al Estado una respuesta urgente para aquellos pacientes, sobre todo niños con epilepsia refractaria, que habían encontrado en el cannabis un tratamiento efectivo contra el dolor.
Así lo explica Pamela Vicente, integrante de Mamá Cultiva, que agrupa a un conjunto de madres que decidieron tratar a sus hijos con marihuana: “En abril Mamá Cultiva va a cumplir un año, son muchas emociones juntas de un trabajo que se hizo durante todo el año pasado”.
Vicente comenzó a suministrarle cannabis a su hija Guadalupe, de 11 años, quien padece epilepsia refractaria y parálisis cerebral. “Cuando iniciamos el tratamiento con cannabis, tomaba 4 anticonvulsionantes. Con el aceite empezó a conectarse, disminuyó la cantidad de crisis, mejoró su despertar porque logramos que duerma bien a la noche”, cuenta.
La mayor parte de los activistas, sin embargo, aprovecharon para recordar que la ley sancionada dejó de lado de los autocultivadores. “La ilegalidad termina donde empieza la enfermedad y el dolor, vamos ahora por el autocultivo”, avisa Alejandro Cibotti, integrante de la Red de Usuarios de Cannabis Medicinal (Rucam). Cibotti tiene VIH, Hepatitis C y una polineuritis sensitiva que lo había dejado postrado en la cama. Gracias al cannabis, pudo rehacer su vida y dejar de consumir metadona para paliar el dolor.
El doctor Marcelo Morante llegó al cannabis medicinal buscando un tratamiento paliativo para el Lupus que padece su hermana, Mariela. Hace poco más de dos años, un viaje a la Universidad de McGill, Canadá, significó un vuelco en su orientación médica. Hoy es uno de los referentes del tema en la Argentina y Sudamérica y dirige un departamento de investigaciones sobre tratamiento del dolor en la Universidad Nacional de La Plata. “Por más imperfecta que sea la ley, me genera ilusión porque se da una respuesta al trabajo de la comunidad para acercar una herramienta”, señala. “Seguramente podría plantearse algo más completo, pero es una base para algo superador. Lo vivo con mucha ilusión. Agradezco a las madres que fueron el motor y corazón de esta lucha, es un momento para emocionarse y agradecer a médicos, pacientes, cultivadores, todos los que hemos colaborado para que haya una herramienta nueva para el dolor”, añade.
“Si bien una ley que no es del todo justa porque no contempla el autocultivo, sentimos que es un gran primer paso que se dio en poco tiempo”, amplía Vicente. Las agrupaciones creen que ahora no será tan fácil perseguir a los cultivadores que, como Adriana Funaro –paciente con artrosis y militante del uso terapéutico detenida en Ezeiza por cultivar-, están pagando con causas y cárcel la búsqueda de una salida a los dolores que padecen.
Ana María García Nicora es mamá de María Julieta, de 26 años, también con una epilepsia refractaria, y creadora de la red Cannabis Medicinal Argentina (CAMEDA), que hace poco logró que el Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires apoyara el proyecto para legalizar la marihuana con fines medicinales. “Es una ley para revertir 50 años de estigmatización, para que los científicos, médicos, pacientes y toda la sociedad empiece a entender que hablamos de salud y de una posibilidad terapéutica”, explica.
El juez en lo Contencioso Administrativo de la Ciudad, Guillermo Scheibler, falló en 2015 a favor de Cibotti, en un caso que tuvo mucho de premonitorio ya que avalaba el tratamiento con cannabis medicinal y buscaba un vericueto legal para canalizarlo. Scheibler festeja la nueva ley: "La regulación legal del cannabis medicinal viene a actualizar -en parte- nuestra anacrónica, injusta e inadecuada legislación en materia de drogas". "Es muy importante que el Poder Legislativo haya abandonado cierto dogmatismo represivo y se haya mostrado permeable a la realidad de las personas que sufren y encuentran en los tratamientos paliativos con cannabis una solución", dice. Para el juez, si bien sigue "pendiente una revisión general del sistema, con un paradigma diferente al actual (que persigue al penalmente al consumidor), se trata indudablemente de un avance en la dirección correcta".
Así las cosas, la resistencia conservadora cedió frente la evidencia empírica y científica, que reveló como obsoleta la legislación hasta ayer vigente.