El 9 de marzo pasado, el ministro de Ciencia, Roberto Salvarezza, convocóa una reunión con representantes del Conicet, del Ministerio de Salud,empresas farmacéuticas y referentes de la infectología, virología ybiología molecular de nuestro país para coordinar acciones respecto dela inminente epidemia de SARS-COV-2, la variedad de coronavirus que estáazotando al mundo. Al final de la misma, recuerdo las palabras de Elsa Baumeister, jefa del servicio de infecciones respiratorias del instituto Malbrán: “Mañana me sumerjo en el laboratorio de alta seguridad de mi instituto para aislar el virus de un paciente. Deséenme suerte”.
Estas palabras, dichas hace menos de un mes cobran un sentido profundo al enterarnos hoy que el equipo que Elsa dirige en el Malbrán acaba deobtener la secuencia de bases, es decir la exacta información contenidaen el genoma, de las cepas del virus que circulan en la Argentina ¿Porqué era tan importante no confiar simplemente en la secuencia publicada del virus que surgió en China? Porque el coronavirus es un virus cuyo genoma está constituido por ARN (ácido ribonucleico) y no por ADN (ácidodesoxirribonulceico). Y se sabe que los virus a ARN mutan sus secuenciacon una frecuencia mucho mayor que los virus a ADN. Esto es así porquela enzima que lee y copia su genoma de ARN es poco fiel, comete errores, a diferencia de las enzimas que copian ADN que son 1000 veces más fieles. Entonces, esa infidelidad de la copia del ARN que ocurre cada vez que el coronavirus infecta nuestras células hace que se vayan acumulando mutaciones que sólo pueden ser detectadas si se determinan las secuencias experimentalmente tal como lo hizo el equipo del Malbrán.
Notablemente nuestros científicos encontraron tres secuencias diferentes en los coronavirus que circulan en nuestro país, lo cual revela la existencia de al menos tres cepas: una proveniente de EE.UU., otra de Asia y la tercera de Europa. Esto indica que el virus ya había mutado de manera diferente al ser transportado por humanos desde Asia a Europa y a EE.UU. y que nosotros recibimos virus ligeramente distintos de cada uno de esos orígenes. Esta información tiene un valor práctico importante para conocer las rutas de contagio y contribuir a tests de diagnóstico más precisos de la presencia del virus en los pacientes. Es difícil de explicar, pero los métodos de diagnóstico están basados en el reconocimiento de la secuencia de bases (A, C, G y U) del virus y si los científicos están alertas de posibles mutaciones en las cepas quecirculan en Argentina puden ajustar sus métodos de diagnóstico para que no se les escape ninguna.
Uno se pregunta hasta cuándo la ciencia y los científicos argentinos deberemos seguir rindiendo examen frente al establishment. ¿No hemos ya dado prueba suficiente de que sin ciencia local, seria y rigurosa, es imposible afrontar los múltiples problemas sociales, de salud y de producción que enfrenta nuestra sociedad? ¿No resulta ilustrativo que el Premio Nobel César Milstein, descubridor en Inglaterra de los anticuerpos monoclonales, herramienta indispensable en el diagnóstico de enfermedades, en la industria farmacéutica y en la nueva terapia del cáncer, haya sido echado del Instituto Malbrán en la decada del 60 pasada?
Hoy hay centenares de jóvenes científicos de todo el país, y no sólo del campo de las biomedicinas sino también de las ciencias sociales, que están trabajando contra reloj para tratar de encontrar alternativas más rápidas y económicas de diagnóstico de coronavirus y mitigar sus consecuencias. El nuevo gobierno es muy consciente de este esfuerzo, lo valora y lo promueve. Habrá quizás llegado el momento de que el resto de la sociedad y sobre todo quienes detentan el poder económico también lo hagan.
Alberto Kornblihtt es profesor Titular FCEN-UBA e Investigador Superior del Conicet.