Bayern Múnich cumplió con la lógica, venció por 3-0 a Olympique Lyon con un doblete de Serge Gnabry y un tanto de Robert Lewandowski y se metió en la final de la Champions League, este domingo en Lisboa, Portugal. Lo espera el París Saint-Germain de Neymar, Mbappé y Di María, que eliminó a Leipzig (3-0) el martes y jugará por primera vez en su historia la definición del certamen (los alemanes ya ganaron cinco títulos y perdieron otras cinco finales).
El duelo de este miércoles fue una reivindicación de viejas frases célebres futboleras. "Equipo que gana no se toca": ni Bayern ni Lyon cambiaron una coma con respecto a sus formaciones exitosas de cuartos de final. "Los goles que se pierden en un arco, se pagan en el otro": Lyon tuvo una inmejorable chance a los 16, pero el camerunés Karl Toko Ekambi, cara a cara con Manuel Neuer, apuntó al palo; acto seguido, Gnabry dejó en el camino a casi medio equipo francés yendo de derecha al medio y clavó un zurdazo imparable para el 1-0. Y, por supuesto, el dicho que popularizó el inglés Gary Lineker: "El fútbol es un deporte que se juega 11 contra 11 en el que siempre ganan los alemanes", uno que no necesita explicación.
Bayern llegaba con credenciales de sobra al duelo ante Lyon: 9 triunfos sobre 9 partidos en el certamen, 13 de 13 desde que retomó el fútbol en mayo tras el parate pandémico y, sobre todo, el shock histórico que significó el 8-2 al Barcelona de Lionel Messi en cuartos de final. Así las cosas, la vara estaba demasiado alta para los bávaros ante un Lyon de mucha menos brillantina en su currículum pero que estaba dispuesto a dar un nuevo batacazo tras sacar al Manchester City de Josep Guardiola en la ronda previa.
Los franceses tomaron nota de los espacios que brinda el fondo alemán por defecto -debido a su insaciable voracidad ofensiva- y buscó aprovecharlos. La estrategia: orden táctico para resistir los embates bávaros y un mediocampo dispuesto a salir disparado una vez que la pelota era recuperada. Con precisos pases largos, Lyon quedó varias veces mano a mano, pero no supo concretar, sobre todo en la primera parte. En el complemento, con el antecedente catalán muy fresco, se dedicó a no pasar vergüenza.
Con un funcionamiento mucho más discreto del que venía mostrando, Bayern manejó los hilos del partido una vez superado el susto francés inicial. Le sobraron oportunidades de gol, pero fue finalmente la gran tarde de Gnabry la que le dio el triunfo (goles a los 17 y 33 minutos). Lewandowski, que se había perdido unas cuantas ocasiones, puso el 3-0 sobre el final, con un cabezazo. Fue nada menos que su 15º gol del certamen (en nueve partidos).
Para colmo de sus rivales, la maquinaria colectiva que es este Bayern Múnich recuperó ante Lyon la mejor versión de Manuel Neuer, quien venía siendo el punto más flojo de los suyos. Como si se tratara de un superpoder, el todavía protagonista de pesadillas y traumas en Argentina, agigantó su 1,93 metro de altura cada vez que quedó cara a cara con los atacantes franceses.
Temprano en el encuentro, hizo alarde de su vocación de arquero salidor y apuró al neerlandés Memphis Depay en la puerta del área. El capitán y líder carismático de Lyon no pudo más que apresurar su definición y sacar un remate desviado. A los 16, indefenso ante el camerunés Karl Toko Ekambi abajo del arco, se cobró un favor de los dioses germanos y la pelota dio en el palo. De yapa, el rebote, que fue a los pies del africano para la revancha, ni siquiera fue al arco. Y en el complemento, cara a cara con el ingresado Moussa Dembelé, autor de un doblete ante Manchester City, Neuer se volvió elástico y tapó el disparo con sus piernas.
Superado el trámite, Bayern llega a la final con su perfecto 10: diez triunfos sobre 10 partidos en la Champions, con 42 goles a favor y 8 goles en contra. Claro que tal estadística será una mera anécdota si es que Mbappé y compañía se levantan inspirados este domingo.