Alba 7 puntos
Ecuador/México/Grecia, 2016.
Dirección y guion: Ana Cristina Barragán.
Duración: 98 minutos.
Intérpretes: Macarena Arias, Pablo Aguirre, Amaia Merino
Estreno en Puentes de Cine .
Ópera prima de la realizadora ecuatoriana Ana Cristina Barragán, Alba es una historia triste, protagonizada por una niña triste. El primer plano de la película --exhibida en los festivales de Rotterdam y San Sebastián, entre otros-- muestra a la protagonista en una terraza, acostada, sola de toda soledad. El resto del metraje es la extensión de esa imagen, con la niña en un dificultoso proceso de integración con el medio.
Alba (Macarena Arias) es hija única, de padres separados. La madre, con la que vive inicialmente, está enferma y debe ser trasladada a un sanatorio, dando toda la sensación de que padece algo grave. El padre parece un hombre derrotado por la vida, y la abuela, a quien se ve en una escena, está senil. A Alba le cuesta integrarse en la escuela, pero lentamente intentará hacer ese proceso. A pesar de lo que la sinopsis pueda hacer pensar, no hay una exacerbación dramática en Alba, sino antes bien un sentimiento de soledad, de encapsulamiento, que permea todo. Si bien todo parecería dispuesto para ello, la realizadora no hace de Alba un patito feo en relación con sus compañeras. Estas tienen una relación de paridad y hacen todo lo posible por incorporarla a sus actividades, incluida alguna sesión de maquillaje, un baile y un “verdad o consecuencia”. Alba también hace lo posible por incorporarse, aunque luce absorta, como frenada en su relación con el mundo. En la desolación del padre y la enfermedad de la madre pueden verse claves de ese “estar en el mundo” de la hija.
Film de iniciación, Alba sangra. Sangra por la nariz y por su sexo, fenómenos que escapan a su voluntad. Cuando juega al básquet con sus compañeras también se abstrae, se olvida de que está jugando con otras y lo hace como para sí misma. No hay datos de contexto en el film de Barragán: lo que se ve es lo que hay. Alba es un film de conductas, y de observación. La cámara no deja de escrutar a la protagonista, acompañándola en ese estar, manteniendo una relación de afección y distancia a la vez. Antes que una narración tradicional Barragán elige un enfoque impresionista, en el que cada escena es como un brochazo de observación. Es significativo que a Alba le guste armar rompecabezas, en tanto juego solitario. Podría pensarse que la propia película elige una estructura de rompecabezas, pero no es así. Las escenas no están pensadas para encastrar unas con otras hasta llegar a un final en el que todo encaje, sino que por el contrario el modo elegido es la deriva narrativa, que lleva de una escena a otra.
Está claro que dada la modalidad de observación elegida, y la omnipresencia de Macarena Arias en cámara, se requería una actriz que pudiera expresar emociones contenidas, detrás de su rostro casi keatoniano. Los ojos ojerosos de Arias dejan huella en el espectador, tanto como su boca que permanece cerrada. Alba es también un film de silencios. Silencio en clase, cuando debe leer una redacción, silencio ante una nueva amiga, a quien casi no puede decirle su nombre. En contra de la convención, que a un personaje como el de Alba en nueve de cada diez casos le haría dar el paso de larva a mariposa, Barragán deja a su protagonista en suspenso, in media res de su propia vida.