Corría el duro septiembre de 1976 y una secuencia trágica enturbió los quince abriles de Claudia Vilte. La dictadura asesinó a un amigo suyo que tenía 18: Martín Cobos. “Buscaban a su hermano mayor, un luchador, un estudiante universitario que colaboraba con la gente humilde en villas de emergencia. Lo fusilaron en la calle de treinta balazos”, evoca ella yendo bien atrás en el tiempo, pero no en el sentido que le ha imprimido a su devenir como cantora, guitarrista y compositora. Puntualmente a Pañuelitos blancos y ponchos colorados, su último álbum, que contiene un tema inspirado en su amigo: “El fusilado”. “El disco se grabó hace poco, pero su corazón, su historia y la composición de los temas principales pertenecen a una época en la que tener cierta sensibilidad social y un claro discernimiento entre la esclavitud y la dignidad, era motivo para ser oprimido y hasta desaparecido. 'El fusilado' es un homenaje a esa dignidad”, encuadra Vilte, mujer nacida en Salta cuando alboreaba la década del '60.
La letra del tema consterna y emociona. Habla de un cuerpo joven tendido inerte sobre la tierra seca, y mirando hacia arriba “como buscando a Dios”. “Tanto 'El fusilado' como mi impotencia ante la injusticia, despertaron en mí la necesidad de hacer un disco que se grabó después de cuarenta años. En esos años tan duros y a pesar de mi corta edad, me las ingeniaba para hacer temas sociales dándoles un tono romántico para no ser identificada por mi ideología”, despliega. Y es este sendero estético el que también recorre “Voy a confesarte”, otra de las canciones de Pañuelito…, en este caso basada en lo que siente una mujer cuando es liberada de algún presidio. O la más que sintomática “Pañuelitos blancos”, escrita pensando en las Madres de la Plaza y musicalizada en sutil clave de bossa. “Los treinta mil luchadores desaparecidos me dolieron tanto como esas madres con sus pañuelos”, asegura Vilte, y luego tararea parte de la canción: "Si estoy calladita, todo es sensacional, pero si digo que algo me duele ¡púm!.... no existo más".
Vilte lleva publicados siete discos, entre los que cuales sobresale Agüita clara, sostenido por un excelente trabajo de Quique Sinesi en guitarras y el andino Yo soy de aquí, producido por Lito Nieva, fundador de Los Nombradores. La cantora también escribe libros. Uno de ellos es un poemario llamado En nombre de los coyas y el par restante ancla en sendas recopilaciones de viejas coplas norteñas: El coplerío I y II. “Ahora estoy concentrada en terminar uno de cuentos al que le puse un título muy vinculado a mi vida: Historias reales de Purmamarca. Además, se viene otro disco de taquiraris, zambas y carnavalitos”, informa la cantautora, aquerenciada hoy en ese bello paraje jujeño.
-Pañuelitos... contempla un recorte conceptual y temporal bien extendido. Llega hasta Martín Miguel de Güemes, a quien le dedicás “La poncho colorado”.
-Al líder de la guerra gaucha, sí. Mi admiración por él también nació durante mi infancia, cuando nos amanecíamos cantando bajo las estrellas, al pie de su imponente imagen de héroe norteño. En esas noches de junio entibiábamos el cuerpo con un fueguito rústico, una guitarra criolla y un hondo sentir de patria. Por eso, en el título del disco relaciono los pañuelos de las Madres y los ponchos rojos… Considero que los treinta mil desaparecidos y el General fueron cegados por la misma ideología, en distinta época.
-Sinergia entre memoria corta y memoria larga, dicho de otro modo.
-Es que, en síntesis, este disco representa una simbiosis de memorias. Memoria por los que se fueron por exigir derechos, memoria por los pueblos originarios, memoria por los que vinieron al país no a colonizar sino a aportar cultura -en homenaje a ellos canto “Chiquilín de Bachín”- y memoria para seguir luchando como dice otro tema de mi autoría, “Canción Triste”: “Mi voz no se ha dormido / y yo sigo cantando / no han podido conmigo”.