Desde la reciente reapertura al público de algunas galerías de arte dentro de la Ciudad de Buenos Aires, hay algo que impresiona al llegar a una inauguración. Es el silencio. Una situación sonora que contrasta mucho con lo que solía ser un evento de este tipo. Al llegar esta semana a la inauguración de la muestra Toque de seda, en la galería Quimera de Palermo, todavía quedan recuerdos de vernisages ahí mismo antes del ASPO.
En este subsuelo con entrada de luz solar, al que se llega pasando antes por el hall de un edificio de departamentos, hoy no hay griterío. No hay algarabía, ni nada para tomar, somos poca gente. Eso sí, hay una muestra que se inaugura. Tengo media hora para recorrerla. Tuve que reservar mi turno por mail y llegar embarbijado, además de tener que mantener 1,5 m. de distancia con tode humane que me cruce en el recorrido. Apenas bajo, todavía desconcertado por la extraña discreción acústica de las circunstancias, me reciben dos de las artistas. Protocolarmente embarbijadas, ellas son Nina Kunan y Vic Papagni. La obra de esta última se destaca por pararse en un límite tan indefinido como sugestivo entre el diseño industrial y la reapropiación cultural irónica.
Vemos un dildo con forma de cetro que vibra y se ilumina accionado mediante el mando bluethooth de un celular básico que se encuentra al lado del mismo. La limpia silicona transparente deja ver en parte el mecanismo de la pieza vibrante. Se acerca Nina que parece entender del tema y sonríe cuando se encienden las luces del vibrador. Es que además de ser artista, lleva adelante el emprendimiento llamado Arrepentida sexi shop en donde cura una serie de juguetes sexuales que vende y envía a todo el país.
La obra que presenta Kunan en esta muestra se relaciona de manera tal vez algo más tangencial con las sexualidades. De manera quizás más surreal que en el caso de su emprendimiento. Sobre una mesa de fórmica hogareña vemos una serie de objetos de la vida cotidiana como una taza, un exprimidor de jugo y demás. Todos están intervenidos sutil pero significativamente por elementos como cadenas de joyería ordinaria, plumas o peluche. La estrella de la mesa es una espátula para tortas que tiene atravesada una tela elástica rosada la cual, por cierto estiramiento, da a todo el conjunto un tono muy clitorídeo. Hay que verla.
La iluminación de la sala es muy especial y es un punto fundamental en el montaje de la muestra. Son tubos fluorecentes, sumados a otros artefactos de luz más puntuales. Me cuentan que hubo cooperación con otras galerías que actualmente no están abiertas al público como Gachi Prieto que prestó parte de sus equipos de luminotecnia. Lo que hace interesante esta apuesta es el hecho de inaugurar en pandemia porque, ya que si bien el protocolo para las galerías corre desde fines de julio, muchas galerías continuaron exhibiendo lo que tenían montado cuando empezó el aislamiento. Si es que decidieron reabrir. En esta valiente doble jugada de Quimera: abrir e inaugurar en pandemia; la muestra la completan las obras de pared, con dibujos de organismos ficcionales, de Trinidad Metz Brea. Hay algo de los gráficos de los libros antiguos de biología en los dibujos de esta artista.
También el salteño Matías de la Guerra muestra una estimulante instalación. Se ven varios jabones de tocador amarillos flotando a algunos centímetros de la pared, al acercarnos vemos que hay pelos gigantes que se comunican de jabón a jabón. La sensación es de asombro y cotidianidad a la vez. Lo abyecto se corta ante la aparición de algunos muy naifs cepillos de pelo falsos modelados en cerámica, también pintada de amarillo. Los cerámicos interrumpen cada tanto el patrón generado por los jabones en el espacio. Es interesante ver las obras anteriores de este artista respecto al uso obsesivo del color amarillo. Genera un mundo distinto esta vez, trabajando con el mismo color. La obra de los dos últimos artistas de la exposición está dispuesta en un espacio contigüo a la sala central. Sin más luz que la que entra por un alto ventanal a la altura de la planta baja. Por sobre una especie de parque con un piso de piedritas blancas sueltas, flota la obra de El Pelele y Orkgotik. Dos de los artistxs que trabajan sobre el (propio) cuerpo más interesantes de los últimos años. Aunque la obra no fue firmada en colaboración, lxs dos ¿esculturas? ¿ropa aumentada? ¿trapuchis? que cuelgan en el espacio que va desde el techo de la planta baja hasta casi el piso de piedritas, parecen estar huyendo de la muestra. De hecho, vuela más alto la obra de El Pelele. Se asoma y saluda a los que pasan por la vereda de la galería.
"Toque de seda" se puede visitar de martes a viernes de 15 a 20, siempre con cita previa en Quimera, Guemes 4474, subsuelo. Contacto: [email protected]