“Restituir las estrategias de desarrollo a través de un mayor permiso para introducir protección cuando sea necesario, tanto para la regulación de la inversión extranjera como para el intercambio comercial”, es el camino que se debería adoptar a nivel global para evitar la ruptura del contrato social, afirmó el reconocido economista Dani Rodrik.
Rodrik es uno de los economistas más influyentes del mundo. De origen turco, es profesor de Política Económica Internacional en la Escuela John F. Kennedy de la Universidad de Harvard y tiene una posición muy crítica sobre el rumbo que adoptó el capitalismo desde comienzos de los ´90. "No generó más consumo ni diversificación, sino crisis más frecuentes y más dolorosas. La globalización de las finanzas no implica nada bueno en término de las cosas que más importan", indicó en una charla organizada por la Universidad Torcuato Di Tella que tuvo como moderador a Eduardo Levy-Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de ese centro de estudios.
Si bien Rodrik es muy crítico de lo que llama la “hiperglobalización”, también advierte que la solución no es volver a aplicar las políticas clásicas del Estado de Bienestar. En cambio, plantea que el desafío es más complejo, ya que el futuro del empleo no radicaría en la manufactura sino en los servicios y considera que el Estado no debe solo asegurar educación, salud e ingresos mínimos sino también involucrarse junto al sector privado en la generación de conocimiento y empleos para evitar el "dualismo productivo", uno de los grandes problemas de economías como la Argentina.
El dualismo está dado por un nicho muy productivo que genera poco empleo y otra gran cantidad de sectores poco productivos que emplean a mucha gente.
La pandemia aceleró problemas
Para Rodrik, la crisis de la pandemia del coronavirus profundizó tendencias pre-existentes que venían poniendo en jaque la sostenibilidad de la actual organización de la economía mundial.
En primer lugar está la caída del comercio mundial, que no comenzó con el coronavirus sino hace más de diez años, después del estallido de la crisis financiera de 2008. “Esto rompe con la tendencia que comenzó a principios de los ´90, de creciente integración comercial. La retracción se explica en primer lugar por la dramática caída de las exportaciones chinas en relación a su producto bruto interno, del 35 por ciento en 2007 al 20 por ciento en la actualidad. Algo similar a lo que ocurre en la India”, explicó Rodrik.
El economista también subrayó la “creciente tensión entre los supuestos beneficios de la hiper-especialización productiva y la diversificación”. La especialización radica en que cada país del mundo ocupe un rol en la cadena de valor según su mayor ventaja comparativa (bajos salarios, tecnología o recursos naturales, por ejemplo) mientras que la diversificación supone protección comercial para que el aparato productivo nacional amplíe el rango de actividades que abarca. Sucede que el neoliberalismo extremo y sus instituciones globales como la OMC y el FMI hacen énfasis en el supuesto beneficio de la especialización y en el perjuicio de la política de protección comercial y otras medidas regulatorias. Pero está claro que el capitalismo globalizado en su organización actual genera creciente desigualdad y exclusión social, considera Rodrik.
Vinculado a lo anterior está la tendencia a la desmejora en la distribución del ingreso, que también es previa a la pandemia. “Cada vez es más evidente que es imposible compensar a los ‘perdedores’ con las ‘ganancias’ de la hiperglobalización”, dice Rodrik.
El gran problema: la falta de autonomía
“El mayor problema es la falta de autonomía que tienen los países para poder aplicar políticas tendientes a mantener el contrato social y apuntar al crecimiento”, explica el economista, y advierte que esta falta de grados de libertad para la política pública es una de las grandes diferencias frente al período de Bretton Woods, que rigió entre el final de la segunda guerra mundial y la disolución de la URSS.
Para Rodrik, hay un “buen escenario” posible en la post pandemia que consiste en lo siguiente: “un mayor permiso para introducir protección cuando sea necesario, tanto como para la regulación de la inversión extranjera como para el intercambio comercial, para poder restituir las estrategias de desarrollo”. El “mal escenario” sería un endurecimiento del conflicto comercial, similar a la etapa que siguió a la crisis del ´30.
Un nuevo Estado de Bienestar
“América latina sufre un dualismo productivo, con sectores que tiene alta productividad pero no generan empleo y sectores muy atrasados que generan mucho empleo. Esto achica oportunidades para la franja de ingresos medios. El Estado de Bienestar tradicional plantea que con mayor educación y salud pública, los trabajadores pueden acceder a mejores trabajos y así elevar su condición de vida. Pero esto ya no funciona, porque no está disponible la oferta laboral de buenos trabajos. Hay que cambiar la perspectiva”, explica Rodrik.
Para el economista, el “nuevo Estado de Bienestar” debe involucrar más políticas de producción, con fuerte integración del sector privado. Indica que es una prioridad mejorar las habilidades de los trabajadores para que puedan maniobrar la tecnología pero también acomodar la tecnología a las habilidades de los trabajadores. En este sentido, elogió el camino institucional recorrido por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
“La mejora de la productividad no tiene que venir únicamente del crecimiento de los sectores de punta. Teniendo en cuenta el grado de atraso de gran parte de la sociedad, simplemente sacar a la gente de la informalidad en favor de empleos de productividad media ya mejoraría mucho la situación”, considera Rodrik.
El futuro del empleo
“Puede haber protección para que determinadas industrias se modernicen. Pero no creo que los empleos manufactureros vayan a volver, no creo que ese sea el futuro en la economía. Los grandes generadores de empleo serán los sectores de servicios, salud, educación y retail”, analiza el economista.