Es sabido: los maratones están de moda. El consumo audiovisual via streaming impuso esa adictiva forma de disfrutar series en continuado, casi sin posibilidad de pestañar. Ficciones de los más variados territorios y géneros se incorporan diariamente a la oferta que a un click de distancia puede atraer durante horas (¿días?) a usuarios de cualquier parte del mundo. Ese fenómeno, que se conoce como binge-watching en el mundo, parece haber encontrado su lugar en la TV abierta argentina. A su manera, claro. No se trata de la programación de ciclos estrenos en continuado, sino más bien la reposición durante horas de antiguas y repetidas ficciones ya vistas una y otra vez por buena parte de la audiencia. Si bien las telenovelas turcas y brasileñas de Telefe encabezan ese fenómeno, hay un ciclo que no deja de sorprender por su vigencia: el inoxidable El zorro, que a más de 60 años de su creación no solo se mantiene en pantalla sino que ahora impuso el extraño caso del maratón vintage en la pantalla abierta argentina. Y cosecha una insospechada audiencia.
“Más vale malo conocido que bueno por conocer”, afirma el dicho popular que la TV está aplicando taxativamente en tiempos de pandemia. La imposibilidad de grabar nuevas ficciones, los estrictos protocolos sanitarios, la falta de grandes presupuestos y la escasez de ideas conforman un coctel que da lugar a insólitas situaciones en la pantalla abierta argentina. El último exponente de ese fenómeno es la transmisión en continuado de más de cinco horas de El zorro, la serie que El Trece programó de 12 a 17.15 en sus tardes de los sábados.
No importa si se emite en un blanco y negro coloreado con técnicas artesanales, si se trata de una serie que se produjo entre 1957 y 1959, si tan sólo son 82 episodios que se repiten en un loop interminable desde hace años en la pantalla argentina: El zorro sigue vigente como si fuera la primera vez. La serie, protagonizada por Guy Williams en el rol del siempre impecable Diego De la Vega, parece no tener fecha de vencimiento. Y no se trata de un siempre capricho de programación de Adrián Suar, sino la consecuencia lógica de una audiencia fiel que no puede resistir a sus encantos vintage, a ese puente emocional que propone la ficción que transcurre en la california española de 1820.
Los números de rating acompañan el atracón de El zorro que cada sábado propone El Trece. Desde su regreso hace unos meses, tras un corto período en el que no tuvo pantalla y que generó un insólito clamor popular exigiendo su vuelta, El zorro acapara cada vez mayor audiencia. Fin de semana tras fin de semana, el ciclo promedió siempre por encima de los 5 puntos de rating, ubicándose entre los cinco programas más vistos del día de la TV abierta argentina. En su regreso, por ejemplo, midió 7 puntos y fue lo más visto de El Trece en el día. La audiencia, sostenida cada fin de semana (también se emite los domingos a las 12), llevó a que el canal le diera cada vez más horas de programación. A fuerza de rating, en la actualidad El zorro se emite de 12 a 17.15 todos los sábados, en un maratón que ya se instaló como la versión de El Trece de lo que Telefe hacía tiempo atrás con Los Simpson.
¿Cuáles son los motivos para que una serie que tiene más de 60 años y decenas de repeticiones, vista hasta el hartazgo por el público argentino, siga emitiéndose con una excelente audiencia y atraiga a nuevas generaciones? ¿Se debe únicamente a que la audiencia y el medio televisivo las adoptaron como clásicas? ¿Acaso su sostenido visionado es la demostración de la falta de ideas de la pantalla chica argentina? ¿Cuánto puede influir la situación de pandemia en volver a ver aquello ya visto, pero que traslada a los espectadores hacia una época menos incierta a la actual? ¿O, en definitiva, la vigencia de El zorro descansa en la atracción que siempre produce el héroe clandestino liberando al pueblo de los abusos de los poderosos?
En tiempos en los que el vértigo y la cultura del scroll marcan el lenguaje de la época, la TV apuesta -sea por necesidad o conscientemente- a un contrapeso: el revival de lo clásico tiene rating. La tendencia a lo retro se impone como contracultura a la posmodernidad del griterío y el escándalo. No por casualidad lo mismo sucedía hasta hace algunas semanas con El chavo en El Nueve. Volver a una serie clásica, entre tanta producción surgida bajo la dictadura pasteurizada de los algoritmos, se transforma en novedoso. Al menos para la frágil TV abierta argentina, El zorro sigue marcando su “Z” con la misma elegancia con la que lo hace desde hace más de medio siglo.