Son diez canciones. Si se repara en la autoría, es compartida y variada: Ramón Ayala convive con Sig Ragga, Eruca Sativa con Lía Cimaglia. Junto a algunas canciones suyas, la voz y la guitarra de Julián Venegas delinean un lazo íntimo. De esta manera, Choques (BlueRoom Producciones) articula obras diversas desde una poética común. El disco es precioso, y ya está disponible en Spotify .
Con su anterior y premiado De Barcos y Derivas (2018) quizás podrían enhebrarse similitudes, también desemejanzas. “Me parece que el principal vínculo es la posibilidad de ser intérprete y compositor, que es lo que me permite mantenerme entusiasmado con la música de manera constante; es decir, cuando no siento ganas de componer interpreto, estudio el repertorio de otras personas, y cuando siento ganas de componer, lo hago. Es una manera de mantenerme siempre en la frecuencia de la canción. En el disco pasado hice eso, haciendo foco en la canción rosarina, contemporánea, interpretando canciones hechas por mí y por colegas rosarinos y rosarinas. En este caso también me coloqué como intérprete y compositor, pero en un repertorio un poco más amplio en lo geográfico y lo temporal”, explica Julián Venegas a Rosario/12.
Esta amplitud, dice el músico, la expresan “algunas canciones que ya tienen muchos años, como ‘Pan del agua’ (Ramón Ayala) o ‘Algarrobo algarrobal’ (Lía Cimaglia y Juan Ponferrada), y otras que son más cercanas, como la que compartió Pablo Juarez para este disco (‘Canoero’), o yendo un poquito más hacia otros lados, la de Eruca Sativa (‘El balcón’) o la de El Mató a un Policía Motorizado (‘El tesoro’). Que suenen algunos condimentos urbanos y otros más relacionados con la música popular más tradicional, son los típicos choques internos que tenemos los músicos de ciudades, sobre todo los que nacimos en ciudad, y no tanto los que vienen de otros lados, porque generalmente traen tradiciones consigo y una marca identitaria. En nuestro caso se hace un poquito más difícil esa búsqueda”.
La escucha de Choques da cuenta de un trabajo intenso, tal vez de manera acorde con estos días de aislamiento. “Este disco es más minimalista, hay guitarra y voz casi en su totalidad, salvo en un track (‘Sueños sencillos’) donde me doy el gusto de invitar a mi compañera, Julia Martínez (contrabajo), y a Juan Barreto (en voz y coautor), quien si bien uruguayo, ya es un cancionista de Rosario. Las demás canciones me reencuentran un poco con mi ser dualista a la hora de interpretar y acompañarme en el canto. Salvo algunas excepciones, yo compongo pensando en que la canción se defienda con estos dos elementos, la guitarra y la voz; e incluso a veces solo con la voz”, continúa.
--Como si deshojaras las canciones.
--Junto a la corazonada de encontrar cuáles de ellas podían llevarse a ese lugar minimalista, también desde el interés por jugar a que yo era el compositor, pensando en cómo se hubieran originado en mí. Las dos canciones que tenían más orquestación son las de Sig Ragga (“Chaplin”) y Eruca Sativa, y desde el vamos fueron un desafío mayor. Pero sentí que me podía apropiar de ellas y traducirlas a mi manera, para llevarlas a un lugar más simple de guitarra y voz.
--Y a la vez lograr un repertorio integral, que funcione como unidad.
--Ojalá lo haya logrado, cuando uno hace este tipo de cosas corre el riesgo de armar un collage. Cuando agarro temas de otro trato de hacer un acompañamiento desde la guitarra y una manera de decir que sea mía, con mis recursos y mis herramientas. De esa manera hay más chances de que este repertorio, con tiempos, poesías y estilos diferentes, suene coherente y homogéneo.
La tapa del disco lo muestra a Venegas desdoblado y en choque consigo mismo, separado pero uno solo. El choque de cuerpos, dice el músico, “como un festejo”. Y agrega: “Son mis dos personajes internos, el más telúrico y el más urbano festejando el encuentro. Ese encuentro es una manera de entender la música, al enlazar cosas que parecen distantes pero no lo son. Hay un montón de canciones que quedaron afuera y que me encantaría hacer, para tocarlas como si fuesen mías. Y si bien el repertorio que cada uno elige surge por razones conscientes e inconscientes, en mi caso lo hice desde la corazonada de que me lo podía apropiar, de que podía sumarle algo con mi historia y mi manera de decir las cosas”.
Hay algo más, distintivo y compartido entre las canciones de autoría propia y las que no. Tiene que ver con que “más allá del género al que pertenezcan, no considero que sean canciones orientadas a la música como entretenimiento. Por lo menos yo veo una búsqueda en cada composición que va más allá del éxito que pudieran llegar a tener. Creo que la más conocida es la de El Mató a un Policía Motorizado, una canción que viene cantando mucha gente, y que tiene la originalidad de hablar del amor sin decir la palara ‘amor’, sin decir ‘te quiero’ o ‘te extraño’. Es de una construcción melódica hermosa. En este sentido, todo el repertorio fue elegido a partir de canciones que me resultaron interesantes musicalmente, poéticamente, y porque persisten las intenciones artísticas de describir timbres, instrumentaciones, maneras del decir, e historias de la época”.