El hijo pregunta, el padre responde.
--“¿Quién manda más: vos o mamá?
--“ ¿No sabes quién manda? Mamá sólo toma las decisiones. Son dos cosas diferentes. Mamá dice lo que hacemos. Yo manejo el control remoto del televisor”.
Ocurre en la película “Poderosa Afrodita” dirigida y protagonizada por Woody Allen.
Por ahí sirve para describir cómo conciben algunos el derecho a la comunicación. Los medios deciden, los ciudadanos usuarios manejan el control remoto. Su “derecho” se restringe a elegir dentro del menú que le proponen contados emisores.
Sin embargo el derecho a la comunicación comprende el de poder expresarse, emitir, difundir ideas, crear contenidos. El Agora mediática debe ser un espacio de intercambio y protagonismos múltiples. La soberanía implica el ejercicio pleno de los derechos no el rol, casi siempre pasivo, del espectador.
La Ley 26522 de Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA) suele recordarse por una de sus partes, la legislación anti trust. La voluntad de limitar la concentración de los medios, una de las mayores del planeta.
Sin embargo, contenía y todavía contiene reglas para favorecer la pluralidad de medios. Fomentando medios comunitarios, alternativos, universitarios… simplificando para esta nota breve, un tercer sector aparte del privado con fines de lucro y el público estatal. Decimos “todavía contiene” porque como señala asiduamente el colega y militante Néstor Piccone el macrismo no abolió en su totalidad la LdSCA. Sobreviven principios dignos de ser apuntalados.
La resolución 3980/2020 dictada anteayer por el Gobierno da un paso en ese rumbo. Subraya que “el art. 2 de la ley 26.522 considera a la actividad desempeñada por los medios de comunicación audiovisual como de interés público”. Registra la asfixiante situación “que se encuentran atravesando cientos de servicios de comunicación audiovisual de gestión privada sin fines de lucro en todo el territorio nacional”. Dispone un subsidio único de emergencia (S.U.M.A.R. en sigla): un pago en dinero, para evitar quebrantos o cierres de los mismos.
Un modo de preservar la pluralidad de voces. Una valiosa intervención estatal en pos de que el universo de la comunicación no quede, como pretenden los medios dominantes y su claque, dividido entre quienes deciden y quienes, pasivamente, oprimen el control remoto.