El gol de cabeza de Kingsley Coman le alcanzó al Bayern Múnich para consagrarse campeón de Europa por sexta vez en su historia, pero sobre todo para legitimizar una victoria que no dejó dudas: el múltiple ganador de la Bundesliga confirmó que es el mejor equipo de Europa y tuvo una merecida celebración. Desde el arco hasta el goleador, pasando por su capacidad física, su voracidad ofensiva, su recambio y la mano del entrenador, el Bayern demostró sobrados argumentos para convertirse en un más que justo campeón.
Un club con mística ganadora
Cuando un futbolista se presenta en Säbener Straße, la mítica ciudad deportiva del Bayern, para firmar su contrato, seguro se cruza con Karl Heinz Rummenigge, presidente de la Junta Directiva del club, y con Hasan Salihamidzic, ex jugador de la entidad y ahora director deportivo. O con Oliver Kahn, el ex arquero integrante de la junta directiva. Más tarde se encontrará con Uli Hoeness, hoy presidente honorario y pieza de consulta permanente. Y también lo hará con Kathleen Krüger, la team manager del club o "La mujer fuerte detrás de un equipo fuerte", como la describió el propio Bayern en un perfil en su página web. Ex jugadora del club y retirada a los 24 años, Krüger funciona como nexo entre los futbolistas y los dirigentes, muchos de ellos con pasado glorioso en el club en el campo de juego. Ese sentido de pertenecia se transmite desde los dirigentes a los jugadores, y queda reflejado en el campo, más allá de los resultados.
Manuel Neuer, un arquero gana partidos
Si todo buen equipo debe tener un gran arquero, Manuel Neuer cumple todos los requisitos para cumplir esa máxima. El portero de la selección alemana fue determinante con sus atajadas para ganar tanto en la semifinal ante el Lyon como en la definición ante el PSG, antes de que su equipo se pusiera en ventaja. En la final lo demostró en una doble tapada ante Neymar, una atajada ante un tiro débil de Mbappé y un mano a mano con ganado el pie izquierdo ante Marquinhos. Pero además de sus tapadas, Neuer entrega una garantía total ya que es sólido en el juego aéreo, maneja muy bien todos los conceptos para salir jugando y funciona como un verdadero líbero, lo que pemite que su equipo achique hacia adelante y pueda ahogar a sus rivales con la presión alta.
Un plantel con recambio
Kingsley Coman fue suplente ante Barcelona y ante Lyon, pero apareció por sorpresa en la final y marcó el gol del triunfo. Una muestra de una de las mayores virtudes del campeón. Alcanza con mirar los cambios que hizo el entrenador Hans Dieter Flick en la definición para darse cuenta de las variantes con las que cuenta el plantel del Bayern, cuyos once titulares tiene pasado o actualidad en sus respectivas selecciones nacionales. Los cuatro suplentes ingresados fueron Niklas Süle, internacional con Alemania; Corentin Tolisso, campeón del mundo con Francia en Rusia 2018; Ivan Perisic, figura de la Croacia subcampeona en el Mundial; y Philippe Coutinho, titular en el Brasil campeón de América 2019. Junto con ellos en el banco de suplentes estaban Benjamin Pavard -autor de un gol ante la Argentina de Sampaoli- y Lucas Hernández, los laterales titulares de la Francia campeona. Una muestra del material del que dispone Flick para meter mano si le hace falta.
Lewandowski, un goleador implacable
Si bien en la burbuja de Lisboa no brilló en su máximo nivel, el goleador polaco fue la gran estrella de la temporada del Bayern, con números para el asombro. Con 34 goles marcados en el torneo local y 15 en la Liga de Campeones, Lewandowski se convirtió en el máximo artillero en ambos torneos. Si se limita a su rendimiento tras el regreso de la actividad después de la pandemia a fines de mayo, el delantero que el viernes cumplió 32 años metió nueve tantos en ocho encuentros de la Bundesliga, tres en dos de la Copa Alemana y cuatro en cuatro de la Champions, para un total de 16 goles en 14 partidos. Ante el PSG tuvo la oportunidad de aumentar esa cuenta, pero el palo devolvió la media vuelta que pudo abrir el marcador. Gran cabeceador, definidor con ambas piernas y pateador de penales, el polaco cumple todos los requisitos de un gran centrodelantero, además de ser un jugador de equipo, capaz de tirarse a las bandas, aguantar la pelota o asistir para la llegada de volantes si es necesario.
Hans Flick, un ayudante que metió mano
Poco se puede decir ante los número de Flick al frente del Bayern Múnich. Desde que reemplazó a Niko Kovac en el banco de suplentes tras un 1-5 ante el Eintracht Frankfurt, el ex ayudante dirigió 36 partidos, con 33 victorias, un empate y dos derrotas entre las tres competiciones. Logró 100 puntos sobre 108 posibles y levantó tres trofeos: Bundesliga, Copa Alemana y Champions, reeditando lo que había logrado Jupp Heynckes en 2013. De la mano de Flick, el Bayern se revitalizó y pasó de ser séptimo en la Bundesliga a siete puntos de la cima a ganar el certamen con 13 unidades de diferencia sobre su escolta. En el campo, su equipo hace gala de la presión alta y la voracidad ofensiva para atacar todo el tiempo, sin importar los momentos y los resultados.
La estrategia: Atacar, atacar y atacar
La única manera que parece entender el juego este Bayern es atacando. En su ADN no existe la palabra especular, sin importar el momento del partido o el marcador del juego. Así lo mostró en la etapa final de la Champions, donde lo sufrieron el Barcelona y el Lyon. E incluso, esa característica le hizo pasar algunos momentos de zozobra, ya que en los tres partidos le llegaron de forma clara de contragolpe, por más que estaba en ventaja en el marcador.
La presión alta, su toque distintivo
Si hay una característica de juego que dejará este Bayern para la historia es su presión en campo rival, encima de los defensores rivales, forzando errores y generando ocasiones propias. Con esa forma de defenderse, el equipo alemán consigue pararse en campo rival y tener muchos jugadores en posiciones ofensivas cuando recupera la pelota. Así martirizó al Barcelona, que cada vez que intentaba salir jugando y perdía el balón, se encontraba con un vendaval de jugadores rivales que salían disparados contra su arco. En menor medida, también lo sufrieron el Lyon y el PSG, que nunca dispusieron de una salida limpia, con jugadores de camiseta roja molestando incluso en el área rival. Así, el Bayern empezó a dominar a cada uno de sus rivales.
Un estado físico envidiable
A pesar de la exigencia que supone la presión que intenta ejercer, el campeón mostró un físico superior al de sus tres rivales de la etapa decisiva, sin importar que jugó tres partidos en diez días. Incluso, el PSG, que disputó sus tres encuentros en 12, gozó de 24 horas más de descanso entre la semifinal y la final, pero no pudo plasmar esa ventaja en el campo. Portentos físcos como los laterales Kimmich y Alphonso Davies, el renovado Leon Goretzka y un todoterreno como Thomas Müller marcaron el camino en ese sentido. Una pequeña ventaja que tuvo el equipo de Flick es que pudo cerrar tranquilo la Bundesliga y llegó más fresco que los clubes españoles o italianos, que llegaron a la definición con más partidos decisivos encima, en poco tiempo.
Números para la historia
El Bayern dejó estadísticas de todos los gustos para la historia. Con los 11 partidos y 11 ganados en el torneo, se convirtió en el primer equipo en conseguirlo en la Champions, que hasta ahora sólo había tenido 12 campeones invictos. Con 43 tantos convertidos, es el segundo equipo más goleador de la historia, por detrás del Barcelona de 1999/2000, que anotó 45 pero en 16 partidos, ya que se jugaba con otro formato (dos fases de grupo, cuartos, semifinal y final. En cambio, se quedó con la mejor diferencia de gol, con +35, ya que sólo le marcaron ocho goles a lo largo de toda la campaña.
Si es bueno, es del Bayern
Si bien se nutre de jugadores de diferentes partes del mundo, una característica del Bayern es ir a buscar los mejores jugadores jóvenes alemanes para sumarlos a su plantel. Así debilita a sus rivales y potencia a sus equipos. De esa manera consiguió a los cuatro mejores jugadores de la nueva generación. A Kimmich, del Leipzig, lo fichó en 2015, cuando tenía 20 años. A Niklas Süle lo fue a buscar en 2017 al Hoffenheim, cuando tenía 21 años. A Leon Goretzka lo consiguió hace dos años, cuando tenía 23 años y le pagó su cláusula de rescisión al Schalke 04. En esa misma temporada y con la misma edad sumó a Serge Gnabry, que llegó desde el Hoffenheim. La misma política había utilizado para sumar a Manuel Neuer, del Schalke, o Jerome Boateng, del Hertha, una década antes, algo que también podría decirse con los casos de Lewandowski, Mats Humels o Mario Götze, todos fichados desde el Borussia Dortmund.