La decisión presidencial según la cual la telefonía celular, Internet y la televisión paga son desde ahora "servicios esenciales" ha levantado casi tanta polvareda como el jaleo de la reforma judicial. Y se comprende: el poder real de la Argentina, encabezado por el tandem Magnetto-Rocca, más en la sombra el Calabrés MM, no acepta perder ni un gramo de poder ni un centavo de negocios.
Exageran y sobreactúan, desde luego, y por eso vomitan el odio antivenezolano como ridícula amenaza ya que en realidad son muchos los países en que los servicios audiovisuales están regulados. Y no puede ser menos, por tratarse de un derecho esencial para la vida comunitaria y la participación democrática. De modo que lo que Alberto hizo, e hizo bien, fue restablecer herramientas legales regulatorias que ya existían y que el macrismo había anulado por decreto, en agradecimiento a servicios prestados por los mentimedios y la servil telebasura que aún hoy usa y abusa.
El decreto sirvió, por una vez, para que la frutilla del postre pueda ser degustada por la gran masa del pueblo: los eventuales aumentos futuros deberán ser consultados –-previamente, y a ver si se los aprueba–- por el Estado.
Y no sólo eso: además, y era hora, se establece el derecho a una prestación "básica, universal y obligatoria" para los que menos tienen, o sea el inmensurable pobrerío compuesto por millones de hombres y mujeres, de todas las edades, que también necesitan y dependen de las comunicaciones y que siempre resultaron los más perjudicados también en esta materia.
El resultado inmediato, benéfico para las grandes mayorías, es evidente: en el año de la pandemia -–con las clases presenciales suspendidas en toda la geografía nacional y siendo que las únicas posibilidades educativas para millones de chicos y chicas de primaria, y las muchachadas de secundaria y los universitarios, dependen de la televisión y de las redes que se insiste en llamar "sociales"–- aumentar nuevamente los costos de este servicio era lisa y llanamente un acto de crueldad.
Pero quizá lo más interesante es que la nueva normativa dispuesta por el gobierno restituye derechos consagrados por la llamada Ley Argentina Digital del año 2014, que fue arbitrariamente anulada por Macri y sus lacayos sostenedores junto con la Ley de Medios (en realidad, Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) a poco de asumir en diciembre de 2015.
Todo esto no es poco para un país que en 2001 de cada 10 habitantes tenía 6 pobres, 2 indigentes y sólo 2 de clase media y media alta, lo que implicaba en los hechos la masiva carencia de obras sociales, servicios de salud y jubilaciones. Y país que después de la extraordinaria recuperación laboral, educativa, sanitaria y previsional de los años 2003 a 2015, en 2019 había retrocedido nuevamente a los niveles infames de 20 años atrás.
A 40 años del Informe MacBride, que fue el primer manifiesto que propuso incorporar a la comunicación entre los derechos humanos, y a 10 desde que las Naciones Unidas declararon el acceso a Internet como un Derecho Humano, la decisión presidencial apunta claramente no sólo a restablecer un derecho pisoteado en el período 2015-2019 sino también y sobre todo a recuperar el espíritu de la Ley de Medios, que en 2009 estipuló que en la República Argentina los servicios de comunicación audiovisual se consideran "actividad de interés público", por lo que se garantiza el derecho humano "a expresar, recibir, difundir e investigar informaciones, ideas y opiniones”. Y a consecuencia de lo cual y a resultas de la Ley 27.078, llamada Ley Argentina Digital, nació el extraordinario sistema TDA (Televisión Digital Argentina) que esta columna ha venido reclamando, en diversas notas, que se restituya en plenitud y con urgencia.
Hoy la TDA anda renga y es de toda urgencia repotenciarla como un servicio verdaderamente democratizador. Aunque en la CABA se usa poco, pareciera que por eso mismo el abandono de este sistema excepcional es mal valorado. Un rápido repaso específico para esta nota permitió establecer que en plena patagonia, por ejemplo, usuarios rionegrinos de Fiske Menuco (como llaman a la ciudad de General Roca) añoran "esa maravilla democrática que es la TDA. Acá desde el gobierno de Cristina tenemos una antena en Mainque, a 30 kms, pero no se la pone en función y entonces con dificultades tomamos la señal de Neuquén. Hay cosas dificiles de entender".
En la otra punta del país, en Salta, la TDA sigue, como los últimos 4 años, sin Telesur y en su lugar el canal del diario La Nación. Y en Orán, cerca de la frontera con Bolivia, "teníamos el proyecto autorizado antes de 2015, la disponibilidad de materiales y terreno cedido por la provincia para instalar la antena, pero el gobierno de Urtubey y su cómplice, el intendente oranense, lo desactivaron. Y nosotros seguimos consumiendo basura por radio y TV".
En el otro norte, en Misiones, la antena de TDA se inauguró en 2014 en el campus de la UNaM y funciona asociada a un canal con producción propia, y sale por Gigared y por un cable local y con un espectro muy acotado.
En Córdoba son muchos los que se quejan de la TDA porque "o no funciona o anda muy deficientemente". Cierto que en la capital provincial arrasa lo que el vulgo llama "Condena 3", pero muchos piensan que las limitaciones no son sólo técnicas y hay quienes acusan censura y boicot de los medios privados. En el interior, en general, se dice que "la TDA es un desastre, desde hace tres meses ya no se ven Encuentro ni PakaPaka, y nada de noticias. La TVP se ve fragmentada e imposible de mirar, lo que anula las clases para los chicos". Y en las Sierras de Punilla (Icho Cruz, Cuesta Blanca) "nunca es buena la transmisión pero algo se ve, salvo c5n".
En la bonaerense Tandil la TDA va de mal en peor: "antes no se cortaba, pero ahora si y tiene menos canales que hace 4 años. Ya no está Telesur pero sí La Naciontv y un canal frances". Y en Tucumán sucede algo que no deja de ser gracioso: no se ve la TVP, y sí se ve muy bien c5n. Claro que con el audio evangélico de cn23.
En Concordia, Entre Ríos, la TDA se puede ver incluso con canales de la vecina Salto, Uruguay. Pero varios informantes coinciden en que "si lo bueno fue que todas las marcas de televisores traían incorporado el decodificador de TDA, los nuevos modelos con tecnología 4K ya no lo traen. Entonces para ver TDA hay que comprarlo aparte y no es fácil conseguirlo. Por eso aquí muchos no cambiamos el televisor, total en este barrio nadie tiene Cable ni DirecTv".
El clamor generalizado es para llamar la atención de las autoridades para multiplicar las antenas y que la señal de la TDA llegue a todo el territorio nacional. Claro que no sobra el optimismo y todos los informantes coinciden en algo: "Qué les importará esto a los porteños".