La cantidad de casos de abuso sexual infantil en los que intervino la Justicia salteña desde el comienzo del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) se redujo significativamente si se lo compara con lo que ocurría antes de que se propagara el coronavirus.
Según datos a los que tuvo acceso Salta/12, las intervenciones del Ministerio Público Pupilar de Salta en casos judiciales de abuso sexual infantil cayeron de las 644 registradas entre el 18 de marzo y el 15 de agosto de 2019, a solo 248 en el mismo período de este año, lo que representa una merma de más del 60%. Algo similar ocurrió con los procesos extrajudiciales en los que el derecho afectado fue el abuso sexual infantil, y que disminuyeron en un 40% al pasar de 179 a 104 de un año a otro. Las actuaciones judiciales por lesiones contra menores tuvieron un desplome todavía más notorio: pasaron de los 563 casos a solo 123.
Las estadísticas que podrían estar mostrando una mejoría en cuanto a la situación que atraviesan niños, niñas y adolescentes, en realidad están señalando un fenómeno mucho más inquietante: los abusos sexuales y los maltratos infantiles se están dando en igual o mayor medida que en la prepandemia, pero están suspendidos o restringidos los mecanismos que permiten detectarlos.
“De ningún modo creería que bajaron los casos (de abuso sexual infantil). Es más, creo que aumentaron”, estimó la psicóloga Cinthia Zelaya, integrante del equipo interdisciplinario de las Asesorías de Menores e Incapaces de Salta. “Por la trayectoria, la experiencia y el contacto que tengo con la población que está en riesgo, aumentaron”, arriesgó la especialista en abuso infantil.
Según Zelaya, “el abuso sexual infantil sucede en su mayoría en el espacio familiar. Si tomamos como hipótesis que este espacio está abstraído y con mayor permanencia de sus miembros, hay un montón de situaciones que se potencian, tanto las que operan como factores protectores como aquellas que son situaciones de riesgo”.
En ese mismo sentido, la Asesora de Incapaces nº 4, Noelia Pérez, consideró que “lo grave es que conviven más tiempo y más íntimamente el agresor con la víctima, con menos posibilidades de que esta víctima pueda tener un acceso a un tercero que pueda socorrer o contar lo que está pasando”.
“Es muy preocupante lo que está pasando”, se afligió la Asesora de Incapaces nº 7, Carina Quintero. La letrada explicó que “por la cuarentena, todo el grupo familiar está más estresado, es como que hay por parte de los familiares menos paciencia hacia los niños, y los chicos también están estresados y exteriorizan comportamientos más rebeldes, con lo cual se pueden generar situaciones de violencia familiar y de maltrato a los chicos a partir de esta situación”.
La importancia de la Escuela
La principal vía para detectar situaciones de abuso o maltrato infantil es el espacio educativo. Pérez explicó que son muchas veces los gabinetes educativos los que, habiendo notado cambios en el comportamiento del niño, alertan sobre estas situaciones.
“La Escuela es el espacio fundamental, aparte del familiar, porque es donde el niño pasa más tiempo”, coincidió Zelaya. Por ello, opinó que en esta etapa de aislamiento “hay un quiebre con lo social de ese niño, y ese quiebre tiene que ver fundamentalmente con la Escuela, que es algo tan importante en la vida de ese niño porque es a través de la escuela donde ingresa al mundo social, y puede salir un poco de lo familiar, que en los casos de los abusos sexuales infantiles en su mayoría son intrafamiliares”.
En ese marco, las especialistas consideraron fundamental la implementación de la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas, lo que permitió brindarles a los niños la información necesaria para procesar las situaciones vividas, además de crear el espacio propicio para que cuenten sus experiencias.
“Antes de la cuarentena nos llovieron las denuncias por abuso sexual infantil, era cosa de todos los días, era una vía de detección importantísima”, aseguró Zelaya, quien entendió que la educación virtual le ha restado importancia a esa asignatura y, que aún en los casos en que se sigue impartiendo, la virtualidad impide generar esos vínculos de confianza.
“Es lamentable que nos vayamos quedado sin la institución escolar que, no solamente hace este trabajo de acompañar los develamientos de los abusos, sino que además cumple una labor preventiva muy importante”, se quejó Quintero. La Asesora de Incapaces relató que “muchas situaciones de abuso han sido contadas por los niños en la escuela en el contexto de una clase de Educación Sexual, porque el niño a partir de la información que se le ha dado en la clase, pudo concientizarse de lo que le estaba pasando a él”.
Mecanismos suspendidos
Las medidas para evitar la propagación del Sars-CoV-2 no solo aislaron a los niños por la falta de asistencia al sistema educativo. También provocaron la interrupción o la reducción de otros dispositivos que permitían develar situaciones traumáticas.
Según Zelaya, muchos niños dejaron de tener contacto con referentes afectivos por fuera de su núcleo familiar, como una niñera, un profesor de una actividad deportiva o recreativa, o sus propios pares. “Todo eso está sustraído de la vida del niño y se hace necesario ese tercero que puede ver otras cosas, desde una distancia, desde otra perspectiva, y que puede estar más atento a determinadas conductas”, agregó la especialista.
Para Quintero, a la falta de presencia de niños en las aulas y del contacto con otras personas externas a sus propias familias, donde habitualmente ocurre los abusos, se suma una reducción en la cantidad de controles que se realizan en centros de salud, hospitales o a través de la visita de agentes sanitarios, que es otra de las vías de detección de estas agresiones. A eso hay que sumarle, entiende la letrada, las restricciones en el funcionamiento de algunos organismos donde habitualmente se realizan esas denuncias, como la propia Justicia.
Para Sebastián Cuattromo, integrante de la organización “Adultxs por los derechos de la infancia”, en cambio, el aislamiento significó también una oportunidad. “Nuestra experiencia como colectivo en este tiempo de pandemia, es que se han contactado con nosotros mamás que en el contexto de encierro han podido lograr generar un vínculo de confianza con sus hijas e hijos para que les contaran abusos sexuales que venían sufriendo dentro de la propia casa, de la propia familia, en la mayoría de los casos por progenitores y padrastros”, relató.
Una aldea atenta
“Para criar un niño hace falta una aldea”, reza el lema de la organización que integra Cuattromo, que resume la idea de que “la suerte de la infancia depende del conjunto de la comunidad adulta de cada lugar, no es una cuestión del ámbito privado, ni familiar, ni de la suerte que a cada niño le toca”.
En ese sentido, entendió que resulta fundamental, sobre todo en este contexto, la mirada atenta de la sociedad adulta a los cambios de comportamiento. Cuattromo rememoró que en las experiencias de muchos sobrevivientes del abuso sexual “la persona que quizás marcó una diferencia positiva ante lo que estábamos sufriendo fue una vecina, un vecino, un kiosquero, un almacenero, cualquier persona adulta que mínimamente reparaba en nosotros con una atención al cuidado, al cariño”.
Para Quinteros, también resulta fundamental el involucramiento de toda la sociedad. “Hay que estar atentos a los cambios de comportamiento de los niños y los adultos debemos preguntar por qué ocurre”, aseguró, y vio con buenos ojos la posibilidad de que se lleven a cabo campañas para concientizar sobre esta situación.
“No estábamos preparados para esta situación y creo que todos los sistemas protectores de Salud, Justicia y Educación tienen que rearmarse y tienen que estar a tono con la situación, y desde todas las instancias hay que flexibilizar y adecuar los sistemas a estas circunstancias”, concluyó Zelaya.