El descubrimiento de artistas secretos muchas veces modifica el mapa, en este caso de la fotografía como registro social, urbano y personal, con mirada artística.
Es el caso de la fotógrafa norteamericana Vivian Maier (1926-2009), que por propia voluntad mantuvo en privado, y sin mostrar a nadie, su incansable, cotidiana y obsesiva tarea fotográfica durante cincuenta años. De sus caminatas, registros y metódicos recorridos cámara en mano, dejó más de cien mil negativos. Se sabe relativamente poco de ella, pero desde que al final de su vida, hace poco más de una década, sus rollos sin revelar fueron encontrados y subastados por falta de pago del locker donde los tenía guardados, sus fotos, especialmente gracias a su descubridor, principal coleccionista y difusor, John Maloof, comenzaron a ser exhibidas en todo el mundo y tomarse en cuenta para ampliar el mapa de la fotografía norteamericana de la segunda mitad del siglo veinte.
Fola (Fototeca Latinoamericana) vuelve a mostrar su obra, como hace tres años, a través de más de cincuenta imágenes.
De la vida de Maier se sabe que nació en Nueva York y pasó buena parte de su infancia y juventud en Francia, donde comenzó a tomar fotos en 1949, y que volvió definitivamente a Estados Unidos en 1951, donde trabajó toda su vida como niñera, primero unos años en Nueva York y luego el resto de su vida en Chicago.
Ambas ciudades fueron ampliamente registradas y documentadas por la mirada y la cámara de Maier, gran caminadora y viajera, que además acumulaba libros, recortes, papeles y objetos varios.
Desde que despuntó su pasión por la fotografía en Francia, a fines de la década del cuarenta, no paró de tomar imágenes. Viajó, siempre sola, por América, de punta a punta y recorrió también Europa y Asia.
Su ojo registró el entorno con especial empatía por la vida en las calles, la gente común, las personas desamparadas, la indigencia, en la que ella también cayó hacia el último tercio de su vida, cuando fue rescatada por algunos de los ya adultos que había cuidado cuando niños. En sus fotos siempre hay, simultáneamente, captación del instante, sabiduría en el encuadre y la composición de los elementos que integran la imagen.
El hallazgo hacia el final de su vida del contenido del casillero impago vendido en una casa de remates de objetos de segunda mano, se transformó en un yacimiento iconográfico de la vida norteamericana de la segunda mitad del siglo veinte.
De ese enorme reservorio se vienen haciendo exposiciones en todo el mundo. Las fotos exhibidas en la muestra de FOLA se pueden agrupar en series. Hay un buen conjunto de autorretratos en los que aparece casi siempre como una sombra proyectada sobre el piso, o reflejada en espejos, vidrieras y superficies de todo tipo. Cuando aparece su rostro o de cuerpo entero, se advierte su gesto adusto, imperturbable. En el caso de las vidrieras pareciera mostrar desde afuera todo lo que el capitalismo ofrece y que pocos pueden comprar. Podría pensarse que su silueta recortada en la vidriera contiene de un modo fantasmal aquello que se ofrece a la venta.
La muestra incluye también una larga serie de retratos, algunos consentidos, otros “robados” al paso. Y cuando fotografía pequeños grupos de personas se advierten tensiones de todo tipo, incluso raciales. En el caso de las personas, no solo las retrata, sino que muchas veces las segmenta y elige sus pies o manos. Hay conjuntos completos de pies y manos detenidos, crispados o en acción.
Otro capítulo: los sombreros y tocados con flores. Un puro artificio kitsch que a Maier la obsede y no puede parar de registrar.
La cámara lúcida de Vivian Maier documenta la vida norteamericana en la calle con un detalle y un cuidado metódicos, recorriendo el territorio urbano, los habitantes y las costumbres en cada rincón, como si se tratara de un diario íntimo de la ciudad, desde los lugares de privilegio hasta los postergados, pasando por los sitios emblemáticos y las demoliciones, dando cuenta de hábitos y actitudes. También se trata de un diario personal, porque sus itinerarios están marcados por su sombra o su reflejo.
Entre los trabajadores y oficinistas, compone cuadros que no solo los describe sino que también los estetiza, como es el caso de los vendedores de diarios y revistas, entre otros.
Lo que agrega interés es la magnitud de su capacidad de registro, desbordante y minuciosa, lindante con la compulsión, que no se limitó a las imágenes sino también a colecciones varias de objetos y papeles casi siempre rescatados de la basura. Ese costado freak, como casi todo exceso rigurosamente documentado y todo coleccionismo desbordante, genera un dato adicional en la obsesiva regularidad con que rescata personas, actitudes, cosas, construcciones y situaciones que atrapan su atención.
La cámara, en Vivian Maier, funciona como una prótesis de su cuerpo, como una extensión fundamental de su sistema de conocimiento del mundo.
* La exhibición sigue hasta mediados de noviembre, de lunes a viernes, de 12 a 19.30, en FOLA (Fototeca Latinoamericana), dentro del paseo de compras Distrito Arcos, con entrada por Paraguay 4979 (entre Godoy Cruz y Juan B. Justo). Hay que reservar turno en www.fola.com.ar/reserva-de-turnos">www.fola.com.ar/reserva-de-turnos.