Si algo caracteriza a los pensadores posmarxistas europeos es haber sabido describir, desde distintos puntos de vista, la gran potencia actual del Capitalismo. Especialmente cuando éste dejó atrás su periodo industrial y el mundo abstracto de los algoritmos fue capturando la realidad en todos sus confines. El capitalismo, como lo predijo Marx, busca su propia reproducción más allá de todo límite o desplazándolos constantemente hasta erosionar todos los lazos sociales y volviendo al Estado un instrumento al servicio de este régimen de dominación. Por supuesto la llamada subjetividad no está fuera de este proyecto capitalista, si para Marx en el capitalismo "todo lo sólido se iba a desvanecer en el aire", para los pensadores posmarxistas las subjetividades están en un principio atrapadas en este remolino de disolución de todos los proyectos políticos, afectando radicalmente a la existencia humana en su propia constitución.
Obviamente estos pensadores abrevan en distintas tradiciones para su lectura de Marx y obtienen distintas conclusiones. Aquí presento los rasgos más representativos que tienen en común y siempre insistiré en que sus lecturas deben ser tenidas en cuenta. En particular dan cuenta muy bien de lo que Marx determinó subsunción real del Capital sobre las otras esferas. Dado que desde hace años que lidio con ellos y sus seguidores me permitiré señalar un aspecto con el que se sienten incómodos. En los 44 años que vivo en Europa jamás asistí a un movimiento político transformador ni siquiera parcial o reformista, para usar la terminología que ellos emplean, según distintas variantes, unas más generosas que otras en sus caracterizaciones de los movimientos nacionales y populares. Podemos en España intentó otra cosa pero su intento fue fallido, la hipótesis populista fue denostada por el consenso de la inteligencia posmarxistas europea.
Si algo tienen en común Zizek, Berardi, Badiou, etc. es que miran al Populismo, a pesar de sus distintas procedencias filosóficas, con recelo. Curiosamente, o no tanto, son mujeres como Nancy Fraser, Chantal Mouffe, Judith Butler y Wendy Brown las que han sabido problematizar la cuestión desde un lugar distinto al de los autores masculinos, lo que vuelve muy auspicioso a un populismo feminista. En Latinoamérica y en España hay grandes testimonios intelectuales de esta posición.
Sin embargo los autores posmarxistas siguen mirando con sospecha teórica a las experiencias nacionales y populares de Latinoamérica aunque ya no se trata como en los 70 de la caracterización grosera de fascismo o de bonapartismo, pero como no está Pasolini, la relación de las fuerzas plebeyas con la construcción de un Estado soberano es considerada una limitación estructural. Sin embargo, hay que insistir que para el día a día de los hombres y mujeres de los pueblos latinoamericanos eso que los europeos ven como tan limitado es muchas veces cuestión de vida o muerte.
Asunto difícil de volver sensible para nuestros lúcidos profesores universitarios europeos. Debería hablar aquí del marxismo anglosajón que sigue siendo más fiel a Marx, pero no encontraría con respecto al punto que tratamos muchas diferencias.
En cualquier caso, el llamado marxismo occidental ha estado siempre intervenido por huellas eurocéntricas. La paradoja es que los y las intelectuales pertenecientes al campo nacional y popular sí enriquecen sus lecturas con los autores posmarxistas. Asimetría que me parece enriquecedora para nuestro campo. Nos da la oportunidad de poner en tensión ciertas lecturas.
Sobra decir que ahora la pandemia ha intensificado las diferencias, mientras los europeos hablan de colapsos, guerras civiles, explosiones sociales, todos hechos que pueden ser factibles en el devenir histórico. Mientras tanto, en el presente latinoamericano donde cada día es la historia de la humanidad, como en su día me dijo Laclau en las Canarias, besamos la Cruz una vez más del movimiento nacional y popular.