Uno de los aciertos de un documental sobre un personaje es elegir correctamente a quién se retrata: aunque parezca una obviedad es necesario que si la persona no es conocida públicamente que el film la refleje con algo importante para decir. En el documental Con nombre de flor, la directora Carina Sama logró demostrar por qué resulta interesante contar la historia de Malva, quien al momento de ser la protagonista del documental tenía 95 años. Era una transexual que superaba en tres la vida promedio trans. Durante un año y medio, Malva le contó a Sama su vida ante la cámara. Junto con la referente trans Marlene Wayar -quien es parte fundamental en la película-, Sama develó el misterio, analizando la actividad militante de vanguardia de Malva y la conmoción que causó en la vida de la documentalista. Aspira a que genere lo mismo en los espectadores. Con nombre de flor se estrenará el viernes 28 de agosto por Cine.ar TV a las 18 (con repetición el sábado el sábado 29 a las 6 y a las 12). También podrá verse en Cine.ar Play.
Malva vivía en un hogar de ancianos en la provincia de Buenos Aires y tenía los achaques de una vejez que comenzaba a estorbarle. Conservaba su casa en Villa Urquiza, a la que iba los fines de semana, donde tenía pruebas de su vida, como el cruce de los Andes a pie desde su Chile natal, abandonando sus raíces, creando otros mundos. A lo largo de su vida, fue cocinera, escritora y vestuarista. Malva, con 95 años, vivió casi un siglo pero no se le borraron los recuerdos de la militancia desde los años 40, corroborados con sus 204 fotografías que la muestran desde 1945 hasta los 80. Malva falleció una semana antes de comenzar con la película. "Es un ejemplo de vida que nos puede hacer valorar que la diversidad nos hace crecer como especie", dice Sama. “Malva cuenta una historia de invisibilidad y criminalización de las personas trans, no permitiendo su libre tránsito y por ello negando el acceso a la educación y la salud. Mostrando en su propio cuerpo a un Estado no solo ausente, sino represor, algo que contrasta con las redes entretejidas por la comunidad trans convirtiéndolas en una hermosa y divertida familia”, agrega la cineasta.
Carina Sama estudió Diseño Industrial en la Universidad Nacional de Cuyo, y Cine en la Escuela Regional De Cine y Video de Cuyo, y una Maestría en Periodismo Documental cursada en la UNTreF, donde es parte de grupos de investigación de estudios de género. Durante los ‘90 perteneció al grupo de Artes Visuales mendocino “Minas de Arte” para el cual realizó numerosas muestras en Mendoza y Buenos Aires. Al mismo tiempo, comenzó su trabajo en cine participando de la realización de numerosas publicidades y de más de cuarenta largometrajes y series nacionales y extranjeras, siendo asistente de dirección de reconocidos directores como Eliseo Subiela y Adolfo Aristarain, entre otros. Su primer documental fue Madam Baterflai (2013), que exponía con rigor pero sin solemnidad la reflexión de cuatro chicas travestis y una transexual. Actualmente, se encuentra desarrollando La Paloma, película que completará la trilogía documental de temática trans.
Respecto del origen de Con nombre de flor, Sama señala que en 2014 durante el estreno de Madame Baterflai, Javier Wenger le alcanzó el libro Mi recordatorio, en el que Malva contó su vida. "Este es tu próximo documental", le dijo. "Tardé un poco en leerlo pero cuando lo hice Malva estaba cumpliendo 90 años, cuando la edad promedio es 35, y se me hizo en la cabeza la imagen del Minotauro", advierte Sama. A partir de esa lectura, la directora trató de contactarse con Malva. "En ese momento, ella ya estaba en un Hogar de Ancianos en Bella Vista. Conseguí el teléfono y la llamé a ver si me daba bolilla y si podía llegar a entrevistarla. A partir de esa primera llamada, invocando el nombre de Marlene Wayar -a quien había llamado previamente para que me diera algunos tips para entrar-, me hizo ir a la semana siguiente al Hogar", rememora Sama. Cuando la cineasta llegó al sitio "fue impresionante porque Malva era una viejita más", según expresa la propia documentalista.
-Que Malva haya fallecido al poco tiempo de comenzar con la película, ¿te hizo replantearte el documental? ¿O es el que pensabas hacer?
-Durante ese año estuve tratando de romper el cascarón de Malva para que me respondiera las preguntas que yo quería hacerle. Hasta ese momento, había hecho una investigación como para ver cómo le entraba a esa persona. Uno como documentalista busca qué dispositivo puede usar para entrar a ese entrevistade para que haga la historia que uno quiere contar. Lo que logró Malva, con su muerte, fue que no la domesticara. Se negó a que la domesticara. Y me dejó lo que ella quería mostrar: su pose. Y esa pose la tuve que indagar tanto y tanto porque me dejó sin armas. Este mundo capitalista y patriarcal nos muestra que sólo la vida es lo que se puede y con la muerte nos deja devastadas. Me costó un montón poder superarme y fue a través del ojo de otra trava superior como Marlene Wayar que encontré el camino, ya que me hizo ver cuánto germen había dentro de esas imágenes que me había dejado Malva.
-Un dato importante es que su inquietud por su identidad de género comenzó a los 8 años, un dato que se contrapone a quienes cuestionan la infancia trans.
-Es que quienes se oponen a las infancias trans no han hablado con las trans. En general, suele ser una oposición, a veces, científica y académica, pero no hablan con las personas. Yo soy lesbiana y desde que tengo uso de razón sé que prefiero estar sentimentalmente con mujeres. La vez que besé un hombre me resultó rarísimo. Es tan profunda esa sensación... No es una decisión, no tiene nada que ver con una decisión. Sos lo que sos. Eso lo sentís desde la más tierna infancia porque siempre es la típica cuestión: intentamos sexualizar absolutamente todo y no nos damos cuenta de que la no binaridad existe en el germen de todas las cosas. Si nos pensáramos no bineries, si nos negáramos a ese mote de "hombre" y "mujer" seríamos tanto más libres.
-Otro aspecto en el que se detiene Malva es el de la persecución policial en su juventud. ¿Creés que eso ya forma parte de la historia en un país con una ley de identidad de género y con conquistas sociales de las personas homosexuales?
-La persecución policial es la mano de una sociedad. Es la mano dura de una sociedad. La persecución es desde que te dicen "Esto es malo", "Esto está mal", "Esto no lo tenés que hacer porque eso no se debe". Marlene Wayar utiliza una palabra hermosa y tremenda: identicidio. Esa palabra me parece lo más gráfica posible. La sociedad ha provocado un identicidio con cualquier cosa que considere fuera de la norma que está escrita y que nos hace mal. Entonces, la persecución policial es la mano de la sociedad. Obviamente que hay cosas que se van de la mano.