Vivian Camacho es una partera quechua, promotora de la partería ancestral, médica cirujana, especialista en interculturalidad y salud. Fue Directora Nacional de Medicina Tradicional Ancestral, dentro del Ministerio de Salud del Estado Plurinacional de Bolivia. Es Coordinadora de Salud de los Pueblos - Bolivia, dentro del Movimiento Mundial de Salud de Salud de los Pueblos, y Comisionada de Alto Nivel “Alma Ata 40 años” de la región de las Américas para la Organización Panamericana de la Salud.

Hoy están sufriendo al mismo tiempo el golpe de estado y la pandemia. ¿Cómo ha sido el manejo del gobierno de facto frente a la crisis sanitaria?

Estamos en una situación crítica, porque Bolivia no solamente está resistiendo la pandemia, sino también el golpe de estado hace varios meses. Es muy triste ver cómo no han llegado insumos de bioseguridad, que el personal de salud se encuentra sin recursos. ¡Qué decir de los pacientes, que han tenido que ir peregrinando de lugar en lugar, porque no había centros COVID que los pudieran recibir! Una parte está muriendo en las calles, sin atención médica. Incluso los cementerios están desbordados.

El manejo de la crisis, la corrupción, el abandono de la población, es vergonzoso. Se prometieron 500 respiradores al inicio de la pandemia. El yerno de la golpista, que es quien tenía que hacer las gestiones, ya escapó a Miami. Nunca han llegado sus respiradores. ¡Ni siquiera eran respiradores! Al parecer han hecho una compra tan mala, que hace unos meses llegaron unos 120 ventiladores, que no tenían un software para que funcionen. Te venden algo que no sirve, burlándose de la gente. Además han menospreciado nuestros saberes ancestrales. No han cesado las persecuciones políticas, ni las amenazas del gobierno de facto contra la población. La indolencia ante el dolor del pueblo es impresionante.

¿Qué significa la defensa de los saberes ancestrales en este momento?

Es muy importante, porque las comunidades no solo no han recibido la atención que necesitan. También faltan medicamentos básicos. Los golpistas están diciendo que no hay oxígeno por los bloqueos. Es mentira. El oxígeno ha estado faltando desde los primeros momentos de la pandemia. Mientras tanto hay golpistas que estaban viajando en aviones. La propia hija de la golpista está haciendo sus fiestas, trasladando a sus amigos en aviones.

Primero criminalizaron la solidaridad de las comunidades campesinas, que llevaban alimentos para intercambiar y donar a las comunidades afectadas, más necesitadas y más vulnerables. Desde el Trópico de Cochabamba han salido toneladas de producción campesina para paliar la pandemia de hambre. Se han estado haciendo trueques desde las comunidades. Sobre todo en municipios indígenas se han llevado cargamentos de plantas medicinales para repartir a la población. Nuestra medicina tradicional ancestral es la resistencia cultural que tenemos ahora, ante este momento golpista y fascista, pero además es nuestra resistencia histórica ante el sistema colonialista, patriarcal, que hemos estado viviendo por siglos.

¿Qué es lo que se logró hacer desde el viceministerio de medicina tradicional ancestral?

14 años han sido cortos para lograr los cambios que necesitábamos. Pese a que tenemos una ley contra el racismo, el racismo ha sido una de las peores armas que han tenido para promover ese odio y esa violencia durante el golpe del 2019. No es extraño que los golpistas hayan eliminado el viceministerio.

Lo que se estaba trabajando era el reconocimiento de la medicina tradicional ancestral. Se estaba avanzando en distintos temas. Uno muy importante es la Ley 459 de Medicina Tradicional Ancestral, que reconoce las prácticas, usos y costumbres de las comunidades en salud, desde la identidad cultural propia. Medicina ancestral de los andes, de los valles, de la selva, del Chaco, estaban reconocidas con sus diferentes nombres y especialidades. También se avanzó en el reconocimiento a todos y todas las especialistas de la Medicina Tradicional Ancestral. Tenemos parteras, parteros, curanderos, yerberas, médicos y médicas tradicionales, en los nueve departamentos de Bolivia. Hay municipios, sobre todo los 100% indígenas, que han tomado los lineamientos de la medicina ancestral, la normativa, la política de salud familiar comunitaria intercultural. También se han reconocido tres grandes autonomías indígenas que están vigentes. Una está en Cochabamba, el Raqaypampa. Tienen el reconocimiento de su comunidad como autonomía indígena, y su normativa propia. Han sido los primeros desde la gobernancia indígena de cerrar las fronteras, hacer la bioseguridad en su idioma, trabajar con la medicina ancestral.

¿Podría contarnos alguna experiencia particular de la aplicación de medicina ancestral en el manejo de la pandemia?

En Cochabamba la gobernadora y su equipo -que son del MAS- han sacado una normativa de medicina tradicional para la contingencia de la pandemia. Gracias a eso varios municipios han estado haciendo campañas casa por casa, repartiendo las hierbas, hablando con la población, enseñando cómo se preparan, cómo se consumen. Hemos promovido el diálogo de saberes. Tenemos en Patacamaya el Hospital Nila Heredia, con una sala de parto que es una casita, donde está Mamá Leonarda -que ha atendido más de tres mil partos-, con las hierbas, los vapores, la ceremonia, la familia, todo este paradigma de la atención del parto, desde la interculturalidad y el respeto a las comunidades. En algunos municipios de La Paz, Chuquisaca, Santa Cruz, Cochabamba, está trabajando el personal de salud institucional, junto con los sabios y sabias locales. Es lo que necesitamos seguir fortaleciendo.

¿Cuáles son las razones por las que se está persiguiendo a la medicina tradicional ancestral?

Es complejo, porque sabemos que el golpe ha sido gestado desde las corporaciones más poderosas. El ecofascismo ha emergido con fuerza con Tesla (empresa norteamericana interesada en el litio boliviano), que descaradamente anuncia el apoyo al golpe diciendo: “Vamos a golpear a quien queramos”. Las corporaciones están unidas: el complejo médico industrial, el complejo bélico, el complejo agrotecnológico. La codicia de estas corporaciones, es quien está gobernando. Ellas son las que dictan lo que vamos a comer, a vestir, a consumir -incluso en términos de salud-.

La medicina tradicional ancestral no es conveniente para ese sistema mercantil totalitario que dominan estos codiciosos. Por esto mismo la reivindicamos. Gracias a nuestra medicina ancestral estamos vivos y vivas millones de seres humanos y hemos seguido naciendo. Gracias a nuestras hermanas parteras que han cuidado de nosotros. Gracias a nuestras hierbas, a esta herbolaria maravillosa que hay en nuestros lugares, tenemos cómo hacer frente a un sistema mercantil totalitario global, y aquí en Bolivia, a este gobierno fascista y racista.

El derecho a la salud tiene que ser garantizado por los estados. Hemos peleado para tener un sistema universal de salud, gratuito. Sin embargo los mercaderes de la salud, que son parte de los servicios privados, corporativos, han estado lucrando de manera terrible con la pandemia. Los golpistas van frenando los intentos que el pueblo organizado está haciendo para cuidarse. Primero criminalizaron la solidaridad, las ollas comunes, la resistencia popular. Pero el pueblo ya está cansado de la ignominia, de las humillaciones. Por eso las comunidades están en las calles, haciendo uso del legítimo derecho de la protesta, para decir: ¡necesitamos un gobierno elegido legítimamente, y que se vayan estos golpistas que solo tienen contra el virus balas y gases lacrimógenos!

Estas batallas por la salud de los pueblos tienen también un carácter mundial.

¡Claro! La salud se ha tornado en un privilegio, en una mercancía más que en un derecho. En Alma Ata, en Kazajistán, se hizo en 1978 una reunión de gobernantes del mundo, y ahí se firmó una declaración: “Salud para todos en el año 2000”. Se convoca a los gobiernos del mundo a garantizar la salud como derecho humano, y a trabajar junto con la comunidad reconociendo a la medicina tradicional, y a las parteras especialmente. Ya son más de 40 años y todavía no hay Salud para Todos en el mundo. Es un triste negociado de las corporaciones farmacéuticas y los intereses corporativos nefastos que están aliados. La salud tiene que ser un derecho humano, tiene que ser garantizada por los estados, por sistemas universales de salud públicos y gratuitos, desde el enfoque de interculturalidad, de diálogo de saberes, de complementariedad, considerando a las miradas de salud desde otras culturas. Ahí necesariamente tenemos que hablar que sin salud de la Madre Tierra no hay salud para nadie. Si no tenemos agua limpia, aire limpio, comida sana, no vamos a tener salud para nadie. Pero lo primero que hay que erradicar para que exista salud, es la injusticia social, como nos ha enseñado el doctor Ernesto Guevara, y es desde este enfoque que trabajamos.

Es una resistencia cultural, profundamente antipatriarcal.

Así es. Venimos de luchas largas en la historia. Nuestros derechos no han sido regalados. Han sido peleados, por ser mujeres, por ser indígenas, ahora resistiendo este golpe fascista. Hemos luchado contra la colonia, contra el Plan Cóndor. Hemos resistido al neoliberalismo. Ahora resistimos a este golpe fascista y racista. Nos toca ponernos firmes. Sabemos que la siguiente pandemia va a ser justamente la del hambre. Quienes lucran más son siempre las corporaciones. La humanidad ha perdido un horizonte sumamente importante que es el cuidado entre nosotros, el cariño, el respeto a las diferencias. La diversidad nos nutre y nos fortalece. Es la propuesta del Sumaj Kawsay que ha emergido para la siguiente generación, porque son luchas que van pasando en la historia. Hasta hace poco no podíamos votar, por ser indígenas, por ser mujeres. No podíamos ir a la escuela. Nuestros abuelos y abuelas ya han sembrado mucho dolor, muchas lágrimas. Eran esclavos de los patrones. Han luchado para que un día no seamos más eso. Los sueños de una humanidad libre, digna, pasan de un corazón a otro. Nuestras wawas merecen vivir con respeto, con cariño.

De alguna manera se enfrenta a las corporaciones y al discurso único desde la experiencia del cuerpo.

Es desde nuestros cuerpos de mujeres que hemos estado pariendo nuevas generaciones, pero también pariendo la lucha, la esperanza. Es desde nuestros vientres que vamos a renacer. Quienes son madres, y quienes gestan nuevos encuentros, quienes gestan ese sueño de solidaridad colectiva, ese amor colectivo, y lo van cuidando y maternando. Esta cualidad bonita de maternarnos juntas. Esta lucha antipatriarcal viene desde ahí. Enfrentando a este sistema corporativo, que ve a las mujeres como pedazos de carne que se venden, con este patrón de belleza tan opresivo y absurdo, monocultural, hegemónico, dominante, que no reconoce las diversidades. El hecho de haber nacido mujer me ayuda a reconectarme, a nacer con la tierra nuevamente. Cuando sembramos nuestra mano es dulce para la tierra. Dicen las abuelas que las mujeres somos partes de la belleza grande que es la vida, la diversidad que parimos. Los tejidos, por ejemplo, son tan diferentes. Cada hilo es un entrecruzado distinto, pero es necesario cada hilo para armar el tejido. Cuando se hace la siembra, es necesaria la diversidad de producción, no el monocultivo. Tienes una plantita que está alimentado de nitratos el suelo, otra que está dando más agua para todas, y nos está ayudando a que no estén las plagas. Se colabora. Y así nosotras también tenemos que colaborar.

Cuando tenemos esta monocultura dominante hegemónica que pretende que vistamos lo mismo, que comamos lo mismo, que pensemos lo mismo, que nos curemos con lo mismo, es para hacernos parte del circuito macabro consumista, depredador. Pero con nuestra medicina ancestral, que es parte de la resistencia cultural contra este sistema que mercantiliza la vida, seguimos naciendo fuertes. Somos hijas e hijos de la Pachamama. Somos sus wawas. Somos sus hijas. Ella nos va a dar fuerza para seguir renaciendo.