Viaje al Imperio Romano

La aproximación de piedra ha quedado vetusta: gracias a la minuciosa labor de un diseñador canadiense, Daniel Voshart, cualquier curioso podrá ver hoy las caritas de Augusto, Calígula, Nerón, Tito o Marco Aurelio en fotografías a todo color. Una reconstrucción a todas las luces, sobra la aclaración, que propone hiperrealistas retratos digitales de los hombres que rigieron el Imperio Romano durante tres siglos, desde el año 27 a.C. hasta el 285 d.C. Tal es el período que toma Voshart en un proyecto que, conforme confiesa jocoso, “se me fue de las manos”. Una obviedad en miras del empeño y las horas-hombre que habrá dedicado a la titánica tarea, donde lejos de acotarse a la imagen dada que le devolvían los bustos existentes, cruzó esa información con descripciones físicas de textos históricos y grabados de monedas, siguió sus árboles genealógicos, tomó nota de cualquier dato biográfico que pudiera servirle en la faena. Referencias con las que “alimentó” a un programa, Artbreeder, de inteligencia artificial y aprendizaje automático, que pronto reconstruyó rostros dignos de documento de identidad o de avatar de redes sociales. Desde su Toronto natal, aclara Daniel, ojo al piojo, que sí se tomó ciertas libertades en pos de alcanzar los resultados más presuntamente fidedignos: eligió, verbigracia, las representaciones menos “agraciadas” de los soberanos siempre que tuvo opción, suponiendo que los artistas que antaño tallaron sus estatuas posiblemente quisieran “halagarlos”. “De pronto, estos hombres se han vuelto cercanos, parecen nuestros vecinos: romanos que encontramos en el bar, en el autobús, en el mercado. Los hemos visto en las películas de Alberto Sordi y Carlo Verdone. No hay nada heroico o épico en estas imágenes, ese no era el punto…”, se deshace el diario tano La Repubblica, que ha tildado a la propuesta de “bello proyecto que nos remonta dos mil años atrás”.

Afrenta al garbo gatuno

Tarda en llegar el escarmiento felino para los tropecientos adolescentes que se han subido a flamante moda de TikTok: emular una escena de El diario de la princesa, film de 2001 de la factoría Disney donde la actriz Sandra Oh, en el rol de la vicerrectora Gupta, atiende el teléfono y después de reiterados “ajá, ajá”, aclama: “¡La Reina está llegando a la secundaria!”. Esquivas son las razones por las que el fragmento devino icónico, descacharrante, popularísimo entre centennials; a tal punto que hoy muchos se matan de risa haciendo fonomímica con el fragmento, interpretando la escena valiéndose de ¡micifuces! como teléfonos. Tal como suena: los levantan abruptamente como si fueran tubos y ellos, en triste carácter de utilería, no llegan a decir ni miau… Sean cachorros o adultos, pequeñitos o regordetes, ninguno se está salvando de esta afrenta a su naturaleza indómita, esquiva, sinuosa, enigmática, que despertara veneración en el Antiguo Egipto. No así para ciertos párvulos de la actualidad, que vienen zafando por arte de magia de más que justificados arañazos. Y es que, para más inri de los felinos, los tiktokers los echan bruscamente a un lado cuando “cortan” la ficcional llamada… De tan extendido el fenómeno, ya son varios los veterinarios que han hecho sonar la chicharra de alerta. “Es especialmente preocupante ver a algunos gatos ser sostenidos boca abajo, algo que no solo es muy aterrador para el animal sino que también pone a la mascota en riesgo de sufrir una lesión en la cabeza si se cae”, se ha pronunciado la especialista estadounidense Jessica May, que como otros colegas remacha y remacha que las incómodas posiciones en las que acaban las criaturitas pueden ser potencialmente dañinas para sus columnas o cráneos, generar lesiones irreversibles o dolorosas hematomas, estresarlos una barbaridad.

Yo soy tu amigo fiel

El legendario Paul McCartney ha dado sonada prueba de que el primer amor no solo nunca se olvida: si se lo trata con mimo, tampoco tiene por qué dejar de funcionar. Para prueba, el haber conservado durante décadas y décadas su queridísimo e inoxidable amplificador Elpico A55, aka “Little Green Amp”: el mismo que comprara siendo apenas un chiquilín de 14 pirulos y que, más tarde, lo acompañara en escena como consagrado Beatle. Así lo revela en un documental de una hora de 1997, registro de la producción de su disco solista Flaming Pie, que ha vuelto a ser lanzado junto a una edición deluxe del susodicho álbum. Allí, de tour por su estudio en East Sussex, mostraba el sentimental caballero inglés su adorado cacharro, devenido objeto de culto para acérrimos fans de los Fab Four, y contaba que aún lo usaba en más de una ocasión. “A pesar de haber sido originalmente diseñado para amplificar un gramófono y dos micrófonos", aclaraba Paul, "desde el vamos le enchufe una guitarra”, y se jactaba de lo bonito del chiche “con su estética marcadamente 50s”. “Fue el primero y lo he mantenido desde entonces. Lo tuve que arreglar hace poco porque es muy viejo. Cuando conectás la viola, hace un efecto fuzz, un sonido bastante funky al que recurro aún. Es una cosita preciosa que ha subsistido todos estos años”, las sentidas palabras de mítico cantante y compositor a cuento del adminículo que habría utilizado en el tema "Taxman" del ’66, favorito además de otras leyendas de la música como Dave Davies, de The Kinks, que hoy día se consigue por alrededor de mil libras esterlinas. Aunque medios a lo largo y ancho dan por sentado que la reliquia sigue intacta, el supuesto no ha sido confirmado por el propio Mc Cartney. Aunque viendo el cariño con el que habla del amplificador de sus años mozos, en adelante, difícilmente el perenne Elpico haya abdicado. Larga vida, sin más.

Jesús, María y el león Aslan

Las criaturas míticas y las parlanchinas bestias del muy fantástico mundo de Narnia, salidas de la pluma de C.S. Lewis entre 1950 y 1956, pueden jactarse hoy de vivir en el más santificado de los hogares. Una iglesia anglicana del siglo XII, al este de Yorkshire, para más precisiones, que ha empezado a emperifollar su fachada con estatuas del león Aslan, la Bruja Blanca, el fauno Tumnus y varios personajes más de la saga. “Es una historia que resuena fuerte con la actualidad”, fueron las pías palabras de la reverenda Becky Lumley de St. Mary, la parroquia en cuestión, en referencia a la trama de los cuatro jóvenes hermanos que, durante la Segunda Guerra Mundial, buscan resguardo en la campiña, donde descubren el célebre armario que los deposita en aquel universo mágico. “Puede que la situación actual sea distinta a que atravesaron los niños durante aquel enfrentamiento bélico, pero es igualmente compleja. Ahora los chicuelos necesitan imaginar: otros futuros posibles, nuevas esperanzas”, propone razones la vicaria para tal peculiar cambio de look. Y es que, atravesando un plan de reformas y conservación, las autoridades de St. Mary invitaron a estudiantes de arte y diseño locales para que propusieran con qué diantres reemplazar bustos largamente derruidos, y una almita ocurrente tuvo su eureka: Las crónicas de Narnia. Lejos de hacer corte de manga a tan heterodoxa idea, encantó la opción, y pronto encargaron toda una serie inspirada en este clásico literario para pequeñuelos. “Ojo, estos libros no son solo para niños: sus reflexiones pueden ampliar la compresión de los adultos sobre la fe y sobre Dios”, asegura Becky, y pronto recuerda que el escritor C. S. Lewis fue cristiano y teólogo. De hecho, recuerda que fue homenajeado en el 50 aniversario de su muerte, en 2013, con un lustroso monumento en la Abadía de Westminster. Por lo demás, no falta nada para la llegada a St. Mary del ratón Reepicheep, el caballo Alado, el centauro Glenstorm, Farsight el Águila, Perla el unicornio, entre otras criaturas que están siendo talladas en piedra caliza en estos días. Otras, como Aslan, ya han sido bendecidas por la obispa Alison White y se lucen en el exterior de esta iglesia medieval, una de las más bonitas de Inglaterra, según voces en tema. Y una de las ¿más atractivas para fanáticos de Las crónicas de Narnia? Posiblemente, de ahora en más.