El consenso social más fuerte que sustenta el régimen democrático en la Argentina es el Nunca Más. Eduardo Duhalde no lo ignora, por lo tanto no puede haberse sorprendido por la casi unánime reacción que desaprobó sus explosivas declaraciones. Es cierto que el lomense no fue nunca un entusiasta de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia, que aprobó en su momento los indultos a los responsables del terrorismo de estado y que había dado su visto bueno para que la Corte menemista convalidara definitivamente las leyes de impunidad, pero nada de todo esto autorizaba a imaginar la sorpresa que le obsequió a una sociedad a la que no le faltan razones para la angustia.
Vaticinando un golpe militar Duhalde no pudo citar en apoyo de su tesis más que el indetenible agravamiento de la crisis. Algo fatalmente necesario que, de tan evidente, considera que no exige mayor fundamentación. Atribuyó la responsabilidad a todos por igual, pero ese discurso encubre un severo cuestionamiento al gobierno: cuando se afirma que marchamos hacia la catástrofe, obviamente se está golpeando a quien tiene la responsabilidad de la conducción.
¿Por qué este gesto de ruptura de parte de alguien que siempre se vanagloriaba de su diálogo con todos y lo citaba como prueba de un estilo político superior, propio de quienes ya libraron todas las peleas y ahora sólo están para dar consejos? En verdad, esa pose de quien se pone por encima de los conflictos partidarios no es muy creíble si observamos que en los quince años pasados desde su derrota electoral ante el kirchnerismo, Duhalde no desperdició cuanta oportunidad se le ofreció de volver al ruedo, o a los medios por lo menos. Así lo hizo cada vez que algún dirigente importante se alejaba de los gobiernos de Néstor y Cristina y, muy especialmente, con Mauricio Macri.
En consecuencia, tal vez sea más fácil entender los recientes exabruptos como un desquite, un rechazo a todo un sistema político que no ha tenido en cuenta los servicios que tan generosamente él ofreció. Estos gestos en política suelen ocultar otro propósito. Quien está diciendo que los demás son incapaces de arreglar el país y que él conoce el camino adecuado, ¿no se está ofreciendo para sacarnos de la crisis?
En verdad, no importa tanto las razones de Duhalde ni las posibilidades reales de que obtenga algún rédito político. Lo cierto es que en esos quince años de alejamiento, él se ha presentado, cada vez más, como una figura de consenso. Para eso ha tenido que retocar un poco la historia. Es comprensible que evoque la figura de Alfonsín con quien es cierto que hizo algunos acuerdos importantes pero resulta una broma que hable de su amistad con De la Rúa luego de haber contribuído a desalojarlo del poder. Que la movilización popular haya puesto de manifiesto la falta de sustento de ese gobierno no quita que el duhaldismo haya hecho también su contribución.
Por otra parte esa capacidad de sacar al país de la crisis, que Duhalde presenta como muestra principal de su capacidad de consensuar, obliga a una aclaración. La devaluación que transfirió ingresos a los sectores concentrados y empobreció a muchos millones no puede ser un modelo para un gobierno peronista: Dificilmente pueda compararse aquella experiencia el modo como Alberto Fernandez priorizó a los sectores menos favorecidos para enfrentar la grave coyuntura actual.
Duhalde actuó con irresponsabilidad invocando un fantasma, el del golpe, que no deja de estar presente en una sociedad que aún hoy encuentra a diario las marcas de la dictadura, la violencia institucional, las políticas económicas que restauró recientemente el neoliberalismo, la desigualdad que creció en los últimos cuatro años. Fue doblemente irresponsable porque para fundamentar sus afirmaciones recurrió a algunos hechos recientes que muestran la tendencia a una mayor presencia militar en la vida política, argumentando que, con sus antecedentes, Argentina no podía quedar fuera de este proceso.
No deja de ser alarmante este fenómeno que en Bolivia llegó hasta el golpe de estado, pero no hay razones que hagan pensar que ese es el camino a seguir por nuestro país. Ningún sector de la sociedad apoyaría hoy un golpe y también es equivocado, además de perverso, sostener que existe una predisposición de las Fuerzas Armadas a desconocer la Constitución. Al señalar que las declaraciones de Duhalde son “comentarios fuera de época”, el jefe de Estado Mayor Conjunto ratificó lo ya señalado por el presidente y el ministro de Defensa, cuando enfatizan que todos los oficiales hoy en actividad iniciaron su carrera luego de la asunción del gobierno democrático. La reciente participación de efectivos militares en las tareas sociales para atención de la pandemia muestran hoy otra imagen y otra relación posible con las Fuerzas Armadas.
En nuestro país, los responsables del terrorismo de Estado fueron juzgados y condenados y la gran mayoría de la sociedad reivindica esa política de Memoria, Verdad y Justicia que no han seguido otros países de la región. Duhalde prefirió hablar de una “Argentina campeona de dictaduras”, negando la tradición del peronismo y de todas las corrientes democráticas del país. Nosotros, orgullosos de una historia de lucha popular, reivindicamos la fortaleza de la Democracia en la que cree la gran mayoría de los argentinos.