De Maradona a Messi. O de Ronaldo a Ronaldinho, pasando por Romario a Rivaldo. Y ni hablar de Figo a Bernd Schuster, pasando por Michael Laudrup. En cuatro décadas, el Barcelona se trituró a todas las estrellas internacionales que pasaron por sus filas, con salidas más cercanas a los portazos que a un "muchas gracias por los servicios prestados". Y la lista podría agrandarse con nombres casi tan rutilantes para la historia del club, como Hristo Stoichkov, Samuel Eto'o, Neymar o Luis Suárez.
Las internas dirigenciales, los personalismos de sus presidentes y los escándalos asociados a operaciones económicas no del todo claras se conjugaron para un círculo vicioso que se repitió tantas veces que se puede asegurar que se trata de cualquier cosa, menos de algo casual. Pasaron nombres como Josep Lluis Núñez, Joan Gaspart, Joan Laporta, Sandro Rossell o Josep María Bartomeu, pero el comportamiento, con sus matices, parece haberse repetido y el desenlace resultó idéntico: los ídolos extranjeros eyectados de un club que se denomina a sí mismo "mes que un club".
La parábola se estima calcada: fichajes con toda la pompa, amor a primera vista, fútbol, goles y títulos, conflictos fogoneados por propios y ajenos, desplantes y despedidas rodeadas de traiciones, acusaciones y fuego cruzado. Tal vez el caso Messi sea el más distinto, ya que a pesar de su condición de extranjero, prácticamente se formó en la casa y, hasta ahora, no hubo palabras estridentes de ninguna de las dos partes. Aunque el conflicto es innegable.
Y si Messi, el máximo ídolo, el que los llevó a ganar cuatro de sus cinco Champions, el que les permitió dejar de estar a la sombra del Real Madrid y el que vivió casi dos tercios de su vida en la "ciutat condal", se quiere marchar a los 33 años del club de toda su carrera, está claro que Barcelona debería hacer al menos una autocrítica en el trato de sus ídolos.
La lista que encabeza Maradona
El primero en sufrirlo en la etapa moderna fue el propio Maradona, que llegó en 1982 como el gran salvador y que dos años más tarde, tras una fractura de tobillo y una hepatitis, se fue peleado con toda la dirigencia que encabezaba Núñez al modesto Napoli a relanzar su carrera. El alemán Schuster, su gran socio en aquella aventura, no dudó en saltar directo del Barça al Madrid en 1988. "Mi libro con el Barcelona está cerrado, y ya tiene algo de polvo", dijo al momento de firmar con su nuevo equipo, al que años después regresó como técnico. En cambio, a Cataluña sólo volvió como un rival odiado.
Claro que no fue el único. Después de cinco años brillando en Barcelona, el danés Michael Laudrup también dio el salto directo al clásico rival, pese a que aseguraba que la única forma de abandonar el equipo era si volvía a Dinamarca. Y la historia se repitió con el portugués Figo en 2000, en pleno apogeo de su carrera, cuando aceptó que el Real Madrid pagara los 61 millones de euros que costaba su cláusula de rescisión. Pasar de ídolo a villano no le salió gratis al extremo, bautizado como "pesetero" por la afición culé y que en su primera visita al Camp Nou recibió todo tipo de agresiones, entre ellas una cabeza de cerdo.
La conexión brasileña: de Romario a Ronaldinho
Los cracks brasileños también vivieron ese singular ida y vuelta con el club catalán. Primero fue Romario, la perla más rutilante del Dream Team de Johan Cruyff, que en 1993 llegó del PSV Eindhoven y cautivó a todos cuando anotó 30 goles para liderar al equipo al título de Liga. Pero el romance se extendió poco tiempo, ya que Baixinho no se encontraba a gusto en la ciudad y forzó, con ausencias y falta de profesionalismo, su regreso a Brasil en 1995. El hueco dejado por su compatriota pareció llenarlo Ronaldo, que repetía historia: Brasil-PSV-Barcelona. Una temporada excepcional con 47 goles en 49 partidos lo catapultaron a una idolatría que se truncó de un día para otro. Las duras negociaciones con el presidente Núñez para renovar su contrato no llegaron a buen término y, con sólo un año en el club, se marchó para el Inter de Milán. Y para coronarlo, unos años más tarde terminó de romper cualquier lazo cuando pasó al Real Madrid, donde jugó cinco temporadas
Rivaldo y Ronaldinho tuvieron una trayectoria espejada en el Barcelona. Cinco años en el club, donde se potenciaron y llegaron a ser considerados los mejores jugadores del mundo en ese momento. Sin embargo, la mala relación con sus respectivos entrenadores holandeses -Rivaldo con Louis van Gaal y Ronaldinho con Frank Rijkaard- motivó que sean negociados, en medio de rumores una vida poco profesional y un pronunciado bajón en el rendimiento. A los dos también los unió el mismo destino, el Milan.
A Neymar, en cambio, el Barcelona quiso retenerlo, pero el fue el astro el que decidió marcharse al PSG con la idea de no quedar a la sombra de Messi y con el inestimable ayuda de los 220 millones de petrodólares. Pero el club tampoco supo cobijarlo para que se quede. Diferente a lo de Stoichkov, Eto'o y Suárez, a los que les marcaron sin pudor la puerta de salida cuando consideraron que ya habían dado todo lo que podían.
Ahora, bajo circunstancias especiales, Messi es la última víctima de esa trituradora de ídolos llamada Barcelona, incluso antes del ya famoso burofax.