“Todo esto es una excusa para escribir” dice Inés Ulanovsky sobre su último libro, Las fotos, un libro que “lee fotografías” como dice María Moreno en la contratapa y que propone un viaje de historias que, a priori, no parecen estar ligadas pero que finalmente forman una especie de coro, un conjunto de colores y voces que se hablan entre sí.

Las fotos puede ser un cuento largo sobre las cosas que les pasaron a un grupo de personas con sus registros personales, algunos abandonados a la suerte del destino, otros cuidadosamente guardados, pero gana altura cuando del registro personal se pasa a la historia política del país, y esa trama está a su vez delicadamente bordada con la de los protagonistas. Ulanovsky, quien trabajó en el Archivo Biográfico de Abuelas de Plaza de Mayo y en la Fototeca de ARGRA, publicó en 2006 Fotos tuyas, un recorrido que también hace hablar a las imágenes y no se conforma con lo que sella la palabra. Las fotos es una especie de conversación entre personajes y narraciones con perfume a secreto y melancolía, sin ningún moño ni final aleccionador.

Los textos son breves y siempre van acompañados de una imagen; a veces también describen fotos que no se ven, pero que pueden imaginarse con ayuda de la autora, también fotógrafa, productora audiovisual y guionista. Un libro que tiene en la tapa a su abuela Eva Viniarsky en una típica postal marplatense, y no por capricho sino porque su historia es digna de ser contada, y que funciona de espejo rebotín para las otras imágenes, como la de Mariana Eva Sala, una nena sentada en un banquito de madera extendiendo los brazos como pidiendo upa. Sus padres estaban desaparecidxs en 1976 y, al momento de tomarse esa imagen, ella estaba siendo cuidada amorosamente por una familia que, pasados unos meses, no la vio más. Un día los militares ordenaron llevarla a una estación de micros de Resistencia, en Chaco, y lo que quedó fue esta foto, que Edgardo García cuidó como oro hasta que la volvió a ver muchísimos años después, en el juicio conocido como Masacre de Margarita Belén. ”Me gusta pero prefiero no verla seguido” cuenta Mariana en el libro y efectivamente su gesto refleja una incomodidad, un tiempo extraño en el cuerpo de una niña en blanco y negro.

Mariana Eva Sala (1976). 

La fotografía es tiempo

“Puede ser que sea un libro melancólico, que habla de una época que se está terminando, que tiene que ver con los objetos tangibles, donde nada era virtual, entonces es como el fin de una era. El libro habla del tiempo, todas las historias tienen esa dimensión, se relatan cosas que ocurrieron en lapsos a veces muy largos de tiempo. Y la fotografía es eso: un determinado tiempo en el que la luz pasa por el lente para generar una imagen y en el que se despliega una historia” dice Ulanovsky, también autora de Algunas madres también se mueren (Capital Intelectual) y Magister en Escritua Creativa de la UNTREF. En esa temporalidad que también es propia y autonarrada, la autora cuenta sobre las primeras fotos que sacó, una que muchos años después descubrió como un increíble oráculo de su futuro. Antes de conocer a su actual pareja, el fotógrafo Diego Levy, ella ya lo había fotografiado (y él a su vez estaba sacando una foto en ese momento), en un aniversario de la bomba a la AMIA, ya que ella vivía a la vuelta y sintió en carne propia la explosión de aquel 18 de julio de 1994. Una foto de un fotógrafo en acción que a su vez está sacando una foto que fue publicada en el diario Clarín, donde Levy trabajaba en ese momento y donde la pareja se conoció en 1998. 

La manera en que se van tejiendo las historias es muy simple pero a la vez muy compleja: negativos encontrados, grupos que se dedican a rescatar fotos abandonadas, archivos que cobran sentido con un solo llamado telefónico que atiende la persona correcta en el momento indicado. Las fotos también trama hipótesis sobre dos hombres que posan sobre un auto y a quien el tiempo les borró el detalle que podría hacer la diferencia; y allí está una, mirando fuerte esas dos manos que quién sabe si se entrelazan o simplemente se apoyan. La autora es astuta para sembrar el misterio y las imágenes están bien elegidas, parecen tener varias capas, fortalecerse con el texto pero también vivir sin depender de él.

Con la publicación del libro, empezaron a aparecer más historias de fotos. “Todo el mundo fue a su caja de fotos” cuenta. “Me llegaron muchísimos mensajes de lectores contándome historias. Se generó una lectura activa, algo relacionado con el hacer, como si hubiera habilitado a pensar en el propio archivo. Los archivos tienen esa particularidad que me fascina: son sociales, personales, históricos, patrimoniales, todo al mismo tiempo, y eso es muy difícil de encontrar en otro registro, y por eso creo que son objetos que me interesan tanto desde siempre: una foto familiar puede ser también una foto histórica, social y política” explica. Es su propia madre, Marta Merkin, quién sacó la foto que ilustra esta nota, en el sepelio de Perón en 1974. La cobertura que hizo la entonces fotógrafa y también escritora y periodista, fallecida en 2005, fue enorme y tan completa que volvió a difundirse varias veces y se replicó en las redes sociales en 2014. De nuevo, el modo en que Ulanovsky encuentra esos negativos de su mamá es casi milagroso, “talismanes amorosos como los que se suelen llevar en camafeos” al decir de María Moreno. Ella tuvo mucho que ver en la decisión de llevar esta pasión archivista a relato; Inés lo cuenta de esta manera: “me contacté con María cuando estaba escribiendo Algunas madres también se mueren, todavía no sabía bien qué estaba haciendo y ella fue la primera persona que me dijo que eso que yo estaba haciendo era un libro. Le dio valor inmediatamente e insistió mucho para que yo lo publicara. Me dijo pocas cosas pero muy importantes, que me aparecen cada vez que escribo, que es que no explique demás, que le saque el rulo a las cosas, que eso que yo hacía naturalmente, que era escribir medio seca era un estilo, no una limitación como yo pensaba, y que vaya por ahí. Eso fue muy importante para mí. Una vez me la encontré y le conté que estaba tratando de escribir una novela pero que estaba muy enredada y me dijo dejá la novela, seguí con tu proyecto de las fotos que era espectacular. Le hice caso en todo, dejé la novela y terminé este que era un proyecto dejado de lado en varias oportunidades, y en esa conversación me dijo yo tengo una historia de fotos, me la contó, me pareció genial, y además me parece que es una de las pocos fotos del libro que es una foto icónica, que vimos un millón de veces y me interesaba mucho incluir ese tipo de registro”. Inés se refiere a una mítica foto de la revista Sur; ella repone la historia de la imagen de los hermanos Diego y Nicolás Forero, sacada en 1931, éste último abuelo de Maria Forero, más conocida como María Moreno, quién también escribió sobre la imagen donde sonríen, entre otrxs, Victoria Ocampo, María Rosa Olivier y Eduardo Mallea.