El primer día de octubre de 1989 43 mujeres dieron a luz. Eso no sería para nada raro, si no fuese porque ninguna de ellas estaba embarazada. Un excéntrico millonario decidió recorrer el mundo y adoptar a todos esos niños nacidos por obra y gracia de un espíritu santo extravagante. Logró encontrar a siete.

Esa es la premisa de The Umbrella Academy, la adaptación de Netflix del cómic homónimo escrito por Gerard Way –en otro tiempo, el vampírico vocalista de la banda My Chemical Romance–, y dibujado por el ilustrador brasileño Gabriel Bá. Una historia sobre superhéroes alternativos pero también sobre una familia disfuncional: un padre estricto y distante, una madre amorosa y oprimida y siete hermanos con poderes extraños, criados y entrenados como superhéroes por decisión del padre adoptivo, en un proyecto tan altruista con el mundo como cruel con esos niños.

El primer día de octubre de 2019, la tierra fue destruida en un cataclismo y millones de personas murieron en minutos. Irónicamente, los únicos sobrevivientes del apocalipsis fueron los mismos hermanos que lo provocaron. Ahora, este es el comienzo de la esperada segunda temporada de The Umbrella Academy, que por estos días estrenó en la plataforma de streaming Netflix en perfecta sincronía: justo a tiempo para el fin del mundo, tanto en la ficción que proponen como en la malograda contemporaneidad donde la recibimos.

Los hermanos, que empiezan la temporada viajando al pasado para frenar un cataclismo mundial, ahora están dispersos en distintos años de la década del '60 en Dallas, Texas. Una época ideal para hablar de los Estados Unidos actuales, que los fans han recibido con entusiasmo y también como excusa para discutir los tiempos que corren. La segregación racial, la homofobia y la violencia policial de la época son el telón de fondo donde transcurre una nueva aventura: los chicos deben salvar al mundo del apocalipsis, evitar el asesinato de Kennedy, perdonar a su padre, volver a ser hermanos.

"En The Umbrella Academy tiene lugar en una versión alternativa de la realidad, pero para nosotros era más importante que nunca contar historias sobre el racismo y la diversidad sexual de una manera real y fundamentada en el mundo que conocemos”, dijo el canadiense Steve Blackman, conocido como uno de los guionistas de Fargo, ahora encargado de adaptar esta serie de cómics para televisión. “Por otro lado, los shows de superhéroes son la realización de deseos: todos queremos ser especiales. Es escapismo de la mejor manera. Y, ahora, en el mundo de la Covid, estas historias son más importantes que nunca”, agrega.

Entre el humor negro y la melancolía, esta fábula sobre chicos con habilidades demasiado estrambóticas para un humano pero demasiado ridículas para un superhéroe que se tome en serio, ya se había convertido en un objeto de culto en su versión historieta. Conversar con los muertos, contener la respiración, decir mentiras que se hacen realidad o tener un cuerpo de mono son algunos de los poderes encantadores de la cofradía Umbrella, cuyas aventuras mezclan la épica superheroica con las complicaciones familiares mundanas de un clan poco convencional. “Esta es una historia mitad X-Men, mitad Los Excéntricos Tenenbaum”, aseguró la prensa cuando el cómic hizo su primera aparición en 2007.


Gerard Way, estrella de pop adolescente de principios de siglo devenido guionista, siempre quiso dedicarse a hacer historietas. Y lo logró bastante rápido. The Umbrella Academy fue su primer trabajo, que además se hizo del Premio Eisner, uno de los galardones más importantes que habilita el medio, en su primera edición.

Con influencias de X-Men y sus arquetipos, pero también enamorado del absurdo, la máxima inspiración de Way fue la versión de La Patrulla Condenada de Grant Morrison, o “El grupo de superhéroes más extraño del mundo”. La surrealista versión producida en los años '90 con esa premisa maravillosa que ha marcado a varios autores en el camino: un clan de superhéroes con poderes inútiles que nunca pidieron, que les complican la vida, y que los empujan a devenir en familia. Gerard Way cuenta que se inspiró en esos superhéroes fallidos para construir sus personajes extraños, y que también escribió este cómic escuchando Pixies todo el día, justo cuando su propia banda, en el pico de su popularidad, estaba en un camino caótico hacia la separación.

Una banda de rock es la familia disfuncional por definición”, confesó el autor. Al contrario de lo que se pueda pensar, la humanidad de los hermanos de Umbrella no está inspirada en miembros de una posible familia de Way, sino en los integrantes de su banda My Chemical Romance. “Hay partes de mí mismo en todos los personajes, y también de mis compañeros, hay algo de los diferentes roles que todos ocupábamos dentro de la banda y cómo esos roles cambiaban con el progreso del proyecto. Estábamos en una gran olla a presión en ese momento, de fama, de notoriedad, y los personajes experimentan un caos parecido en la historia, con sus poderes, sus responsabilidades y sus conflictos dentro del grupo”.

El otro nombre notable del universo Umbrella es el del brasileño Gabriel Bá, artista que también ha sido ganador de premios como Eisner y Harvey por sus dibujos, y personaje con una vida familiar tan curiosa que va en perfecto composé con esta historia. Junto a Fabio Moon, su hermano gemelo y también historietista, Bá ya se había hecho famoso en el medio por la serie Daytripper que ambos crearon para Vértigo —el ala de autor, o “para adultos” de DC— una crónica familiar en varios tomos, que tiene mucho más de costumbrismo que de ciencia ficción, con la particularidad de que en cada episodio el protagonista muere, y así reflexiona sobre la tragedia, el amor, los vínculos familiares y la soledad. 

Siempre con su hermano Fabio, Bá también había producido Dois Irmaos, basado en la novela de Milton Hatoum protagonizada por dos gemelos como ellos, y dibujado Cómo hablar con Chicas en Fiestas, de Neil Gaiman y Casanova, de Matt Fraction, sobre un espía freelance con una familia abusiva, entre otras cosas. Way había visto su trabajo y le resultaba un autor perfecto para la historia, por su devaneo sobre los vínculos familiares y su imaginario lúdico. También, por la diversidad de sus influencias artísticas que lo distinguían de los autores locales. “Tenemos un asombroso y diverso set de personajes”, dice Gabriel Bá. “Por eso, los escenarios de la historieta son igual de variados, como para mostrar a los lectores que no hay una sola forma de dibujar las cosas, que no hay un solo mundo donde todo se ve igual. Creo que la sensibilidad de Gerard, y el hecho de que haya viajado tanto por el mundo con la banda, sumado a que yo provengo de un país y una cultura diferentes —y también hice mi parte de viaje—, nos ayudaron a aportar más pluralidad a este cómic. Eso se ve en la historia, en los personajes y en los lugares que elegimos mostrar”, agrega el artista.

La versión televisiva explota esa multiculturalidad y se esmera por potenciarla en escena. Entre sus personajes hay diversidad de origen, género y orientación sexual, que conviven con naturalidad, sin necesaria declamación. Es una serie de capítulos largos pero apresurados, casi como una canción de los Pixies, con varios chistes por minuto filmado, y una playlist bien curada donde suenan The Kinks y PIL, The Doors y Billy Idol, incluso algunos temas de Way en su versión adulta, ahora, para sus seguidores ya crecidos.

Por un lado, The Umbrella Academy retoma el ambiente donde usualmente los superhéroes se desenvuelven con menor margen de error: el buen sentido del humor. Y abraza con afecto el absurdo de su premisa: “El absurdo en la superficie puede parecer una forma de hacer reír, pero a menudo también puede ser una forma de referirse a temas políticos, sociales o culturales profundamente relevantes”, dice Steve Blackman. Por otro lado, en esta segunda temporada, el show se anima a tocar esos temas urgentes, que parecían vivir en el pasado, pero que la historia reciente se ha encargado de mostrar bien actuales. 

El ambiente de esa nueva aventura —basado parcialmente en Dallas, la segunda entrega del cómic— llega justo para reflexionar sobre los tiempos que corren: Estados Unidos en el esplendor de los años '60, con toda su violencia y todo su optimismo revolucionario, parece dialogar muy de cerca con las revueltas, los excesos policiales y la política de su actualidad. La voluptuosidad de la época está también plasmada en la serie: hay cultos religiosos, hay protestas en contra del racismo, está la épica de los discursos de Kennedy, la latencia de la guerra, hay hippies, muchos hippies, están las drogas alucinógenas y el electroshock.

Y en medio de todo eso, claro, está la familia, como sea que se forme una familia, aunque sea de las formas más improbables. Y también está su violencia, su complejidad, y la necesidad de sus vínculos colaborativos. “He sido muy influenciado por las películas de los Coen y de Wes Anderson. Obviamente, me interesa mucho para esta serie Los Excéntricos Tenenbaum, una historia sobre una familia disfuncional de personas que crecieron juntas, que se separaron, y que luego se reencuentran como adultos tratando de lidiar con recriminaciones, con viejos rencores, con rabia hacia sus padres”, dice Steve Blackman. “Yo creo que ahora es el tiempo justo para este tipo de historias”, dice Gerard Way. “El espectador necesita que lo traten de forma inteligente, necesita y desea estas historias diferentes. Lo raro es diferente. Ahora, lo raro es fresco y nuevo."