La celebración de los 100 años de la radio argentina debe serlo en sí, (lo es, acá estamos, brindando en el encuentro aún cuando pandémico) pero también en términos reflexivos. Es una invitación a repensar el camino recorrido, definir el presente, pero también dibujar lo que está viniendo. La radio ha ocupado siempre un lugar central en mi vida, y por eso se vuelve fundacional. Porque es un universo con aire propio, un eterno refugio, el lugar donde las voces y la música nos proponen juego, bocanada y reflexión; pero sobre todo porque nunca ha dejado de ser puente… sino el más lindo, algo muy parecido a eso. Allí he encontrado preguntas y certezas, grandes compañerxs y amigxs, y el paso del tiempo, el cambio de domicilios o de roles solo ha venido a confirmar todas esas cosas.
Pocas cosas se comparan en adrenalina a ese cartel luminoso que se enciende para decirnos que no estamos solos; pocas relaciones son tan íntimas como esa que propone la leve distancia entre una voz y un micrófono. Creo, también, y con cierto fervor, que en el movimiento continuo, acelerado exponencialmente en estos tiempos de plataformas, revelaciones y sobre todo de luchas, tenemos una (otra) oportunidad histórica para hacer camino al andar.. Pensar hoy una radio sin perspectiva de género, sin la inclusión real del campo popular, sin un replanteo del lenguaje desde el binarismo y las voces de minorías en primera persona, no es una opción. Hay algo de la eternidad pero también de lo etéreo que se juegan en esas partidas cotidianas, y que tienen todo que ver con esa idea del universo único que se enciende cada vez que subimos el volúmen de algún dial, y que, sin lugar a dudas, son parte de lo que la mantiene ya no viva, porque es eterna, sino encendida.
* Directora de Nacional Rock