Desde Nueva York.Familia, fe y libertad. La campaña republicana no tiene propuestas para un segundo mandato y no siente que las necesite. Tiene en cambio una agenda conservadora basada en esos tres pilares. Porque la principal promesa de la convención partidaria de esta semana fue la de mantener Estados Unidos tal como está.
Si la Convención Nacional Demócrata habló de derechos reproductivos, la republicana puso a una ex directora de una clínica de Planned Parenthood y a una monja entre los oradores que se expresaron en contra del aborto. Si la nominación de Joe Biden incluyó pedidos de control de armas, la de Donald Trump defendió la famosa Segunda Enmienda, que permite a los estadounidenses portar armas.
La convención republicana no se mantuvo ajena a los reclamos de reformas que actualmente existen en Estados Unidos, pero si los incluyó fue para oponerse a ellos. La tercera noche de la convención fue dedicada casi en su totalidad a “celebrar a los héroes”. Es decir, a los integrantes de las fuerzas armadas y las de seguridad del país. Si a partir del asesinato de George Floyd ganó fuerza el pedido de quitarle fondos a la policía (Defund the police, en inglés), los seguidores de Trump decidieron contrarrestarlo con su propia variación: “Defend the police” (defender a la policía, en inglés).
El domingo, antes de que comenzara el evento de cuatro días, la campaña de reelección había anunciado las “prioridades centrales” que el magnate tendrá si accede a un segundo mandato. Bajo el lema “¡Luchando para vos!”, la lista constituye la columna vertebral del discurso de Trump de la noche del jueves, pero es apenas un punteo de ideas.
Una de ellas, por ejemplo, promete el desarrollo de una vacuna contra el covid-19 antes de fin de año, a pesar de que esa fecha cae dentro de la actual presidencia. Sobre este tema habló el vicepresidente, Mike Pence, durante su discurso del miércoles por la noche, aunque no dio detalles de cómo cumplirán ese objetivo. “En las próximas semanas, el presidente compartirá detalles sobre sus planes a través de discursos enfocados en políticas durante la campaña electoral”, había adelantado el anuncio del domingo pasado.
Sin embargo, tanto los discursos de esta semana como esa lista de prioridades dejan ver cuáles son los temas que obsesionan a Trump en su cuarto año de mandato. En primer lugar, la economía. Ahí, la promesa es la de crear 10 millones de nuevos puestos de trabajo en 10 meses. Solo durante marzo y abril, en Estados Unidos se destruyeron más de 22 millones de empleos. La recuperación todavía no llegó a la mitad.
El empleo, en el pensamiento de Trump, está atado al control de la inmigración. Sus promesas sobre este tema son las de impedir que quienes llegaron sin papeles al país accedan a la salud pública o a la universidad gratuita y que las empresas no puedan “reemplazar a los ciudadanos estadounidenses” con “trabajadores extranjeros de bajo costo”. Además, quiere terminar con las ciudades santuario para “restaurar” los barrios y “proteger” a las familias. Esta vez no hay mención a la construcción del muro en la frontera con México.
La política exterior será la de “Estados Unidos primero”, con la vaga idea de “terminar con las guerras sin fin”, “hacer que los aliados paguen su parte”, “mantener y expandir la fortaleza militar sin igual” del país, “borrar a los terroristas mundiales que amenazan con lastimar a los estadounidenses” y “construir un gran sistema de defensa de ciberseguridad y contra misiles”.
La relación con China es toda una sección aparte, enfocada en “terminar” con la “dependencia” de Estados Unidos de ese país. En estos puntos, el plan es un poco más específico: una segunda administración de Trump no permitirá ningún contrato del gobierno con empresas que tercericen sus servicios en China y dará incentivos fiscales a las que “traigan de vuelta” los puestos de trabajo desde el gigante asiático.
Tanto en la lista como en los discursos de la convención, la educación es solo una mención. No debería extrañarle a nadie: la principal política educativa del gobierno de Trump es la de implementar la libre elección de escuelas. En Estados Unidos, los niños solamente pueden asistir a las escuelas públicas que les corresponden por su distrito o el código postal en el que viven. Por supuesto, también pueden ir a una privada, pero eso es inaccesible para la mayoría. La libre elección de escuelas les permite, valga la redundancia, elegir la institución a la que quieren ir sin importar el lugar en el que vivan. Incluso pueden asistir a una privada si así lo prefieren y recibir algún tipo de apoyo del Estado mientras lo hacen. Para los críticos, este sistema solo favorece la privatización del sistema educativo.
Para Trump, la expansión de la libre elección de escuelas es uno de los dos únicos puntos que ameritaría una política de educación durante su segundo mandato. El otro es el de “enseñar el excepcionalismo estadounidense”, un mito que asegura que el país norteamericano, su sistema político, su historia y sus valores son únicos en el mundo.
Precisamente, la campaña decidió caracterizar el último día de convención como “Estados Unidos, tierra de grandeza”, con el presidente como orador de cierre. Esto tampoco debería sorprender a nadie. Trump llegó a la Casa Blanca con la promesa de hacer al país “grande otra vez”. Es el pilar de su mensaje. Está convencido de que lo logró y de que la crisis causada por la pandemia es apenas una interrupción que solamente él puede solucionar. Ahora, el espíritu de su nueva propuesta parece ser el de engrandecer a Estados Unidos otra vez, de nuevo.