“Si Carlos Ulanovsky no existiera, tendríamos que inventarlo”, aseguró Teté Coustarot. Una definición con la que seguramente coinciden los estudiantes de periodismo y comunicación, y los miles de amantes de los medios masivos que alguna vez leyeron sus libros. Es que su obra es fundamental para entender la historia de los medios en la Argentina. Su último título es 36.500 días de radio, flamante lanzamiento de Editorial Octubre y que se presentó ayer, coincidiendo con el centenario de la radiofonía argentina, a través del canal de YouTube de Página/12 (https://www.youtube.com/watch?v=W8sXYEl0t0U) con la presencia de Víctor Santa María –presidente del Grupo Octubre-, el emblemático locutor Héctor Larrea, la ex directora de Radio Nacional María Seoane y la actual directora de Nacional Rock Mikki Lusardi, bajo la moderación de Coustarot, otra figura de larga trayectoria en radio. El título está inspirado, claro, en el centésimo aniversario del medio y redondea (omitiendo los poco elegantes añadidos bisiestos) la cifra de jornadas dedicadas a clavar fielmente el dial.
Santa María fue el primero en intervenir, como responsable del grupo que lanzó el libro. “Debo ser el único que no hizo radio al aire, por eso es un honor compartir con ustedes”, comenzó. El director del Grupo Octubre recordó sus mañanas de infancia y juventud. “¿Quién de mi generación no escuchó a Larrea? Para mí la radio es estar con mi mamá cuando nos levantaba a la mañana”, rememoró. Además, valoró el rasgo democrático de la radio como medio de comunicación. “Para un diario siempre hubo que pagar, a una web tenés que abonarte, para el cable también, pero la radio fue siempre ese medio democrático donde desde entrada se pudieron expresar distintas voces, opiniones y gustos”, reflexionó. Santa María también mencionó los 10 años de la AM750, parte del Grupo Octubre junto a Página/12 y destacó, desde su lugar como sindicalista, la compañía de la radio. “Es la que siempre tenemos y la que transformó la vida política de la Argentina”, destacó.
Seoane, en tanto, se deshizo en elogios hacia el trabajo de Ulanovsky. “Lograste algo que sólo los maestros logran, que es condensar en menos de 350 páginas la historia política de la radio, sus orígenes, la historia de sus personajes, de su producción, de su programación, de su evolución técnica, década por década, sus dificultades”, consideró. “Inclusive hacés opinar a otros sobre sus experiencias”, admiró. “Uno recorriendo el libro recorre su propia historia”, acotó Teté. “El pueblo argentino es muy radiofónico, nos gusta que nos hablen, y para eso, la radio”, comentó. Sobre su don de síntesis, más adelante Seoane definió “como en Los cazafantasmas, cuando todos los fantasmitas cabían en un pequeño tanque”.
Así, Seoane justamente definió al autor como “el señor radio”, la “memoria histórica” del medio. “Muchos escriben, pero no tenemos otro historiador como vos”. Además, observó que “es muy conmovedor porque lográs hacer al final una síntesis, inclusive hacés una crítica muy interesante sobre la evolución del medio y lo que se viene. En esto también coincidió Lusardi. “Lo pienso hoy en el rol que me toca dirigiendo una radio pública, porque si bien en el libro de Carlos hay lugar para la nostalgia, le da tiempo y palabras a pensar lo que es hoy, y lo hace de manera propositiva, tirando hipótesis, abriendo el debate, hablando de podcasts, de radios alternativas, de otras plataformas de comunicación”, celebró y ponderó, además, la dificultad que entraña teorizar sobre el presente. “En ese sentido, este libro es una celebración”, y lo definió como “material de estudio, pero también de goce”. Lusardi no olvidó destacar que el libro de Ulanovsky entiende a la radio no sólo como hecho artístico o meramente histórico, sino como hecho político que busca “repensar la historia desde un lugar comprometido y también desde el presente”.
“Este libro nos recuerda lo importante de la radio: que tiene que ser información, cultura, juego, viaje”, consideró la directora de Nacional Rock. “Los locos de la azotea eran médicos o estudiantes de medicinas ellos venían de la ciencia pero querían hacer promoción cultural, eso me parece fundamental para pensarlo”, observó. Y sobre la actualidad del medio, propuso considerar cómo repensar la radio “que quizás tenga juventud, o sea más segmentada y le hable a un sector particular de esa juventud, tendremos que verlo”. Pero sobre algo no tuvo dudas: “este libro es la irrefutable evidencia de que la radio es infinita”.
“No vamos a descubrir ahora que Carlos escribe bien –continuó Larrea-, porque para hacer una obra así primero hay que escribir bien, pero esto exige un poco más”. La legendaria figura de la radiofonía argentina la destacó como “un medio esencialmente plebeyo”, que aunque nació de una clase acomodada, “enseguida fue con el tango, que salió del arrabal”. “Fue un medio tomado con gran fervor por la clase media baja y baja, ahí estoy yo, la gente escuchaba masivamente tango, entonces se hizo un círculo virtuoso: la radio ponía tangos porque a esta gente le interesaba. ¿Y qué acción tiene que tomar un medio? Amuchar gente. Entonces cuando la radio amuchaba gente, vendía mejor. Y pasó a ser un negocio espectacular”, historizó. Larrea también se esperanzó con el impacto que pueda tener el libro entre los más chicos. “De eso también hay que ocuparse, no podemos empezar a estudiarlo en la secundaria, hay que empezar de chiquitos, de a poquito”, consideró. Además, Larrea aventuró que este libro será una inflexión en el derrotero autoral de su amigo. “Por más que haya hecho otras cosas, este es un punto de partida para cosas que nuestra cultura necesita, que serán bienvenidas. Este libro hacía mucho más falta de lo que parecía”.
Después de eso la conversación devino en un intercambio de recuerdos entre Larrea, Coustarot y el propio Ulanovsky –algunos años mayores que Santa María y Lusardi-, donde las palmas se las llevó el autor canturreando un separador popularísimo de su infancia. El impasse fue ocasión para que los panelistas le pidieran a la propia Coustarot que abandonara su función como moderadora y aportara su mirada. “Amo la radio, para mí es la reina de los medios de ocmunicación, ahí donde la reina es la palabra, para mí ya está. Para ver televisión o leer un diario me tengo que sentar, pero la radio me la llevo donde voy. Con Víctor compartimos la pasión xeneize, y hay tipos en la cancha que ven el partido, pero están con la radio pegada porque quieren que le cuenten la jugada”.
Fue entonces el turno de las preguntas de la audiencia (el equivalente a un buen teatro repleto), que seguía cada palabra por Youtube. Uno, por ejemplo, pidió a Carlos elegir los “tres momentos radiales más importantes de estos 100 años”. Ulanovsky eligió rápidamente el hito fundacional de los “locos de la azotea” por “la audacia y el conocimiento, con elementos muy precarios”, el rol de Jaime Yankelevich “que impulsó la radio en vivo y creó las cadenas de radiodifusión” y la fundación de la Radio El Mundo “a imagen y semejanza de la BBC de Londres”, donde hoy funcionan los estudios de Radio Nacional.
El cierre fue a pura sonrisa, porque alguien le pidió recordar el momento que más lo emocionó con la radio. Pero lejos de recurrir a las lágrimas, Ulanovsky recordó algunos pasajes como guionista junto a Mario Mactas y Alejandro Dolina en LR2, con quienes –confesó- se animó a hacer personajes al aire. En la misma línea, también recordó cuando tuvo que improvisar el personaje de una niña “Silvita, de seis años” para sacar el número de un sorteo en El ventilador. “Cuando vi que Castello y Guinzburg estaban tirados en el suelo de risa pensé ‘¡¿qué hice?!’, ¡me asusté!”.