Río de Janeiro. Entregar la economía a Paulo Guedes (foto) fue la forma en que Jair Bolsonaro promovió la centralidad del mercado, un supuesto fundamental del neoliberalismo. El nombramiento de Guedes, un ultraneoliberal, fue la forma de garantizar el apoyo de las grandes empresas y los medios de comunicación.
Pero Bolsonaro sabe que ganó las elecciones con operaciones de fake news y su estilo truculento, y no con sus propuestas de gobierno. Esta fue la diferencia entre él y, por ejemplo, Geraldo Alckmin, que no tenía posibilidad de competir con el Partido de los Trabajadores (PT), aun con operaciones de fake news.
El modelo neoliberal se enfoca en el ajuste fiscal, no incorpora políticas sociales, ni ninguna otra forma de distribución del ingreso. El proceso de privatización es parte del ajuste.
Luego de tres victorias electorales –una con Fernando Collor de Mello, dos con Fernando Henrique Cardoso–, el neoliberalismo fue derrotado cuatro veces seguidas, cuando los candidatos del PSDB simplemente propusieron la reanudación del modelo de gobierno de Cardoso.
El PT fue expulsado del gobierno por el golpe de 2016, no por una disputa electoral democrática, como había sido el caso en 2002, 2006, 2010 y 2014. La derecha logró desplazar los temas sociales, cuya centralidad había permitido las victorias del PT, para imponer sus temas: corrupción, seguridad, antipolítica y antiestatal, con el rechazo al PT impregnando todo.
Mientras el gobierno perdía apoyos, Bolsonaro frenaba algunas iniciativas que considera antipopulares, como la reforma administrativa y el fin de las ayudas de 600 reales. Con la salida de Sergio Moro del ministerio de Justicia y el acuerdo con el grupo de partidos Centrão, se introducen nuevos conflictos con la política económica, dado que los cargos asignados al Centrão salen del control del Ministerio de Economía, además de que la alianza en el Parlamento siempre supone dificultades en las medidas de recorte de recursos, debido a la necesidad de cumplir con las bases de Centrão.
La crisis pandémica ha agravado el problema, porque los créditos para minimizar la recesión y las ayudas de emergencia afectan la política de ajuste fiscal y el propio techo de gasto. Bolsonaro se mostró entusiasmado con el apoyo que ganó con los 600 reales de ayuda universal y se dio cuenta de que, si seguía la línea de Paulo Guedes, no podría continuar con ese nivel de gasto.
Cuando Bolsonaro comienza a centrar su atención en la posibilidad de su relección, y la salida de Moro acelera la atención en la disputa presidencial, se da cuenta de cómo la política ultraneoliberal de Paulo Guedes se está convirtiendo en un obstáculo para la popularidad del gobierno.
La crisis del equipo de Guedes, con reclamos sobre las dificultades de seguir recortando recursos, profundiza las contradicciones internas al gobierno. ¿Quiere decir que se acabó la etapa de Paulo Guedes? No necesariamente. Bolsonaro reafirmó el techo de gasto y las privatizaciones. ¿Respetará el techo? Ya veremos. ¿Renunciará Paulo Guedes? No está claro.
Es posible que estas contradicciones continúen en el tiempo, con Bolsonaro restringiendo cada vez más los poderes de Guedes, por la conciencia del carácter antipopular –y, por tanto, limitante– del modelo neoliberal; más aún en su versión ultra de Guedes, choca con las bases de apoyo popular que alimentan a Bolsonaro en su proyecto de relección.
El modelo neoliberal es, en esencia, antipopular y, por tanto, tiende a ser derrotado electoralmente. Incluso cuando salió victorioso, como en las elecciones de Macri en Argentina, es efímero. Presenta un dilema al gobierno de Bolsonaro, quien, en sus posiciones aventureras, puede incluso atentar contra este modelo, con el riesgo de perder el apoyo de las grandes empresas y los medios económicos. Un dilema que, ante la posibilidad de que Bolsonaro llegue al final de su mandato, hasta allí lo acompañará.