Hace dos semanas, el Ministerio de Salud de la Nación decidió ampliar la convocatoria a otros profesionales de la salud --y fuera de la salud-- para escuchar sugerencias sobre medidas frente a la pandemia del coronavirus. Uno de los profesionales consultados fue el presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), Santiago Levín. Es médico especialista en psiquiatría, graduado en la Universidad de Buenos Aires, y doctor en medicina, también de la UBA, y a los estudios médicos se le suma su formación como psicoanalista. Levín planteó básicamente tres sugerencias que desarrolla en esta nota: el derecho al adiós de personas internadas en grave estado, la necesidad de contar con protocolos para el cuidado de los trabajadores de la salud y la importancia de cómo comunicar. "Fue una reunión muy respetuosa, con mucha escucha, donde todos pudimos hablar y contar la serie de recomendaciones y sugerencias que habíamos llevado", reconoce el psiquiatra en diálogo con Página/12.
Agrega que no es asesor del presidente de la Nación, como se dijo en algunos medios. "Eso fue un exceso de la prensa que fue imposible de remediar. Desde que yo salí de la Quinta de Olivos, en todos lados aparezco como 'asesor'. Incluso, algunos dicen 'asesor del Presidente Alberto Fernández’, como si yo tomara el café con él. No es así. De todas formas, consideramos de mucha importancia la convocatoria y esperamos integrar nuevamente en la próxima reunión de expertos ese mismo grupo". Levín cuenta que "es un espacio de interlocución sumamente rico entre representantes de distintas especialidades médicas y de distintos saberes humanos y el presidente de la Nación y sus ministros".
Este prestigioso psiquiatra considera muy importante que el Estado apoye firmemente las iniciativas de generar protocolos para poder garantizar una muerte en compañía de un otro significativo. El profesional trae a su memoria la iniciativa del gran pediatra argentino Florencio Escardó: en 1958, por primera vez en el mundo, realizó lo que hoy se conoce como internación conjunta del niño y de la madre o el padre. "Antes de eso, los nenes y las nenas chiquitos eran internados solos. Esto generaba toda una serie de inconvenientes que, en aquella época, la década del '50, se llamó 'marasmo', una especie de hospitalismo. Fue una gran revolución en todo el mundo el hecho de que ningún niño o niña se interna por motivos de salud separándose de sus padres. Con el mismo fundamento ético y humano, pero en el otro extremo de la vida, por los mismos motivos debe garantizarse una muerte en compañía, humanizada, sin dolor y sin soledad, siempre respetando, por supuesto, las necesarias medidas de cuidado, protección y precaución personal, indispensables durante una pandemia", comenta. También aclara que no es una idea que haya inventado él mismo ni la institución que preside. "Yo funcioné de portavoz de una inquietud ya generalizada que venía de la bioética, de la medicina paliativa con importantes experiencias ya en curso en ese momento”.
Para Levín también es imprescindible que desde el Estado se promuevan medidas de cuidado de la salud mental de todos los trabajadores de la salud, "que están muy expuestos no sólo objetivamente a un contagio de coronavirus sino también expuestos subjetivamente a situaciones de mucha angustia, de mucha exigencia y de mucho agotamiento porque esto está durando mucho más de lo que todos pensábamos al inicio de la crisis sanitaria".
Otro aspecto en que el presidente de APSA hace mucho hincapié es en el "cuidado de las palabras y de las metáforas utilizadas durante la pandemia para la comunicación" ya que, según afirma, la comunicación social "es uno de los ejes centrales junto con las medidas sanitarias". El uso de la metáfora bélica no colabora “en absoluto”, dice. “Hablar de la guerra contra el coronavirus, la trinchera, los caídos en primera línea de batalla, el arsenal terapéutico no colabora. Tampoco colabora hablar de distancia o distanciamiento social. Nosotros proponemos que se diga 'distanciamiento sanitario' porque cuando se usa el adjetivo 'social' lo que se están promoviendo son actitudes persecutorias: 'Cuidate del otro', 'Tené cuidado, que el otro te puede infectar a vos', 'Metete debajo de la cama y no salgas nunca'". Explica que son palabras que construyen distancia subjetiva, ideas de miedo, de terror y de persecución. “En cambio, si uno dice 'distancia sanitaria' está con eso construyendo comunidad, restituyendo tejido social roto e invitando a la población 'a cuidarnos con', y no 'a cuidarnos de'".
--¿Ese tipo de comunicación puede colaborar en un futuro a evitar la sensación de desconfianza de una persona hacia el otro, sobre todo cuando concluya la pandemia?
--Por supuesto. Hablando muy groseramente, hay dos clases de mundo que se sostienen desde dos concepciones distintas. Uno es un mundo individualista, meritocrático, donde cada quien se salva en la medida que puede y todos los demás no. Hay otro mundo que es el de la comunidad, el mundo de la solidaridad. Es la idea de que nos tenemos que salvar entre todos y todas y tenemos que construir un mundo equitativo. Estas diferencias no solamente se tramitan en acciones políticas concretas sino, sobre todo, en una narrativa, en un lenguaje. La narrativa está formada por palabras, por conceptos, por teorías. Nosotros pensamos que es muy importante que se preste mucha atención, muy delicadamente, al tipo de narrativa que se implementa, no sólo para sugerir medidas sanitarias sino también para cualquier clase de comunicación durante la pandemia. Hay narrativas que promueven el distanciamiento subjetivo y la inequidad, y hay otras que, por el contrario, promueven la solidaridad y el respeto por la subjetividad. Es muy importante que se promueva la solidaridad con el vecino que no llega a fin de mes, con el adulto mayor que vive en el piso de arriba y que no puede salir a la calle porque tiene todos los factores de riesgo. Yo puedo ir, hacerle las compras y acercarle las bolsas a la puerta de su casa. La solidaridad es la tecnología más sofisticada de la humanidad, que nos ha ayudado durante miles de años a afrontar catástrofes como ésta y mayores también.
--¿Cómo analiza desde un plano psicológico a quienes tienen una postura anticuarentena y realizan marchas sin protegerse, en algunos casos, como si se estuviera frente a dos bandos políticos y no ante una política de preservación de la salud de la población?
--Sin ánimo de agotar el tema (porque no se agota con dos líneas), yo diría dos cosas. Por un lado, es una irresponsabilidad llevar la salud mental y la crisis sanitaria al terreno de la grieta política. Dicho esto, agrego: irresponsables han existido siempre. Sin embargo, un hecho muy poco comunicado es que la gran mayoría de los ciudadanos del país venimos respetando, con mucho sacrificio, las indicaciones sanitarias. De lo contrario, no tendríamos los números relativamente favorables que tenemos. Ahora, ¿cómo es que se logra que una cantidad de gente salga a la calle sin el cuidado que deberían tener? A mí me parece que eso también tiene que ver con las narrativas que mencionábamos antes y sobre el producto de los discursos de odio. Discursos de odio que generan odio y que, en lugar de generar restitución del lazo social, lo que hacen es romperlo y agrandar la grieta. En eso tienen enorme responsabilidad algunos medios de comunicación que, en lugar de sostener una ética editorial, sostienen una lógica comercial e intentan vender cada vez más caro el segundo de tanda. Eso sucede cuando se vende caos, cuando se vende odio y cuando se vende la mala noticia, no la noticia alentadora.