En Argentina los números de contagios se incrementan en cada jornada y de la misma manera lo hacen las muertes por covid-19. A pesar de que en el último tiempo los especialistas advertían que la curva local había ingresado en un nuevo amesetamiento, la realidad actual parece indicar otra cosa. Los contagios diarios promedian los 10 mil, los acumulados superan 370 mil y los fallecimientos llegan a 8 mil. El epicentro sigue siendo el Área Metropolitana de Buenos Aires, pero en las provincias florecen los brotes. A nivel nacional, las camas están ocupadas en un 58 por ciento y en el AMBA esa cifra asciende a 66,7. Aunque desde las carteras sanitarias de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires aseguran que todavía queda resto, en todas las jurisdicciones no sucede lo mismo.

Amesetar

En el Área Metropolitana se produjo un amesetamiento de casos, que se vio en CABA pero también en el primer y en el segundo cordón del conurbano. Muchos partidos se mantenían estables o, incluso, bajando un poquito. Sin embargo, al mismo tiempo explotó el interior, que está cada vez peor. Hay muchas provincias con una cantidad infernal de casos, con Jujuy a la cabeza”, dice Rodrigo Quiroga, bioinformático, docente en la Universidad Nacional de Córdoba e investigador del Conicet. Al ejemplo jujeño, cuyo sistema de salud, en palabras de su gobernador Gerardo Morales, “está colapsado”, se suman los brotes en Córdoba, Mendoza, Río Negro, La Rioja y Santa Fe. “Como ningún otro país, los casos se han distribuido muy bien en el tiempo. Se debe a que existe un porcentaje muy considerable de la población que se ha guardado muchísimo desde marzo. Además, las personas que circulan más --por decisión o por ser trabajadores esenciales-- ya se contagiaron y generaron una especie de inmunidad de grupo entre los más expuestos. La movilidad, tanto en CABA como en algunos partidos del conurbano, se mantuvo bastante reducida. En parte, los tres factores explican la meseta en el AMBA”, describe Quiroga. Para el especialista, según las proyecciones trazadas, 1 de cada 6 personas de la Ciudad de Buenos Aires estuvo contagiada. Su estimación se basa en la tabla de fallecidos en relación a la pirámide poblacional dividida en rangos etarios.

Aunque la suma de estas variables ayudó a disminuir el índice “R” --en algunos momentos por debajo de 1-- la situación se complicó con la reapertura y la flexibilización de un mayor número de actividades, así como también con el estado de relajamiento en la que han incurrido muchas personas, ya cansadas de la “nueva normalidad”. Vale recordar: si el R se halla más cerca de 2, el país experimenta un crecimiento exponencial; cuando está en 1 se mantiene constante; y por debajo de 1, significa que el número de contagios va disminuyendo. Para que una epidemia termine se requiere disponer de una tasa de reproducción por debajo de 1.

El biólogo molecular y biotecnólogo Ernesto Resnik ofrece un punto de vista diferente que vincula la propagación del Sars CoV-2 con las condiciones socioeconómicas. El problema, desde aquí, se revela estructural: “Lo que ocurre en Argentina, esta subida sin destino preciso, se parece a la curva que en algún momento caracterizó a Chile o a Brasil. Hay algunos especialistas que dicen que las cuarentenas en los países en los que hay mucha pobreza no pueden funcionar. La gente vive hacinada y sale igual porque tiene que ganarse el pan. En Nueva York, uno de los barrios más perjudicados es Corona, caracterizado por migrantes y por gente que vive en malas condiciones. El examen de seroprevalencia dio un 53 por ciento de contagios”. Algo similar sucedió en Villa 31 cuando se realizó una evaluación para determinar qué porción de su población había generado anticuerpos contra el virus. “Con las villas en India es igual. Es un factor que al comienzo despreciamos, pero la verdad es que resulta decisivo. En Perú y México lo mismo, por lo tanto, no debe ser casual. Es el clásico: ¿qué me importa si yo ya vivo mal? Encima me tengo que quedar en casa, en un cuarto con otras ocho personas’. Hasta es comprensible”, reflexiona Resnik.

Aislar

Las curvas se explican a partir de las políticas sanitarias. La cuarentena estricta, apenas se desató la pandemia, evitó el colapso temprano del sistema de salud y permitió al país aprovisionarse de insumos críticos. Hoy, con una mayor circulación de las personas --y, por tanto, del virus-- retornar a fases previas parece muy lejano.

“Es complicado volver a restringir y retornar a fases previas. Esta situación no solo la detectamos nosotros, sino también los propios políticos. A su vez, tenemos una percepción distorsionada: los que gritan más fuerte y tienen más presencia en los medios son, precisamente, lo que no quieren la cuarentena. Mientras tanto, los que sí queremos el aislamiento no tenemos tanta exposición porque no salimos a manifestarnos”, plantea Quiroga. “Hace 25 días teníamos 4 mil fallecidos, ahora llegamos a los 8 mil y en 25 días más tendremos 16 mil. La curva de muertos no se mueve, exhibe un crecimiento exponencial constante desde el principio de la pandemia. Si nos resignamos a seguir como hasta ahora, solo acumularemos muertes. No hay que brindar una falsa sensación de seguridad, la cosa está más complicada que nunca”.

Ante la falta de consenso para restringir nuevamente, las autoridades sanitarias fomentan la realización de actividades al aire libre, ya que los espacios cerrados se presentan como los escenarios que mayores riesgos generan. De la misma forma, se mantiene la consigna de evitar el uso de transporte público y seguir cumpliendo con el uso de tapabocas y la distancia social.

“Los números son difíciles de explicar. La realidad es que el virus está en todos lados. Cuando el aislamiento ya es insostenible, los países suelen tomar la única estrategia disponible: que sea lo que sea. Esa vía tomó EE.UU., que pase lo que pase hasta que luego del pico, la curva comience a bajar. Yo temo ese escenario para Argentina porque no parece posible lo que verdaderamente hay que hacer: volver atrás con dos meses de cuarentena”, apunta Resnik. Melbourne (Australia), precisamente ahora, está culminando con su segundo mes de aislamiento estricto. “Ellos lo pueden hacer porque cuentan con un sistema en que la gente puede sobrevivir sin trabajar por dos meses.”

La responsabilidad es estatal, pero también ciudadana. “Esto termina dependiendo de la propia sociedad. El Gobierno puede tomar todas las medidas que sean necesarias pero, si no hay cooperación, es muy difícil”, afirma Quiroga. No obstante, “el tema es que tampoco se están tomando medidas. El último intento fue en junio con la cuarentena estricta en AMBA y no funcionó todo lo bien que se esperaba. Desde mi perspectiva, la propia sociedad debería pedirle al Gobierno que imponga una nueva cuarentena. Los gobernadores retardan mucho la vuelta atrás, la presión de los empresarios es muy fuerte y no quieren pagar el costo político que implica el aumento de las restricciones”, completa. El caso chileno es ilustrativo de lo que enuncia el investigador: tanto la sociedad como el mandatario se oponían al aislamiento estricto, pero terminaron decretándolo con un toque de queda por medio.

Aguantar

A nivel nacional, las camas están ocupadas en un 58 por ciento y en el AMBA esa cifra asciende a 66,7. En muchas áreas de la provincia de Buenos Aires, de hecho, según ha señalado el gobernador Axel Kicillof, los centros de salud se han equipado como nunca. Además de las instituciones de salud, se han desplegado a lo largo y a lo ancho de la región metropolitana espacios creados para atender a pacientes leves. Dos casos emblemáticos. Uno es el de Tecnópolis, el predio de Villa Martelli, antes destinado a la promoción de la ciencia y la cultura, y desde julio convertido en parque sanitario, disponible para atender a nada menos que 2 mil personas con covid-19. Ya se alojaron 250 enfermos, atendidos por profesionales y voluntarios. El segundo, la Universidad Nacional de Quilmes. En las aulas en dónde se dictaban clases hoy se atiende a personas contagiadas: 110 camas disponibles que, en promedio, se ocupan en un 40 por ciento. En un laboratorio de la misma casa de estudios, además, científicos y técnicos procesan muestras que llegan de los hospitales de la zona. El anclaje territorial, a flor de piel.

De acuerdo con los datos de la Secretaría de Equidad en Salud del Ministerio de Salud de la Nación, Argentina pasó de contar con 8521 camas de terapia intensiva en marzo a llegar hoy a 12.023. La diferencia representa un incremento de 3502 camas para adultos, una suba del 41 por ciento. No obstante, algunos distritos ya comunicaron que sus sistemas colapsaron. Es el caso de Jujuy, pero también de Roca y Cipolletti, localidades de Río Negro.

La premisa es aguantar hasta que haya vacuna. En el mundo, según la OMS, ya son más de 167 las naciones que están poniendo a punto sus fórmulas. Solo seis, sin embargo, están en fase III. Algunas farmacéuticas --como AstraZeneca de Reino Unido o CanSino de China-- anunciaron que podrían tener su tecnología lista para producir antes de fin de año. De hecho, los argentinos podrían acceder a la variante de Oxford durante el primer trimestre de 2021. Hasta ese momento, la ciudadanía deberá redoblar los cuidados. Es cierto, con un horizonte de posibilidades los esfuerzos se realizan con otras ganas. “Hay que hacer algo porque la vacuna llegará pero todavía falta. Siendo optimista --si los casos se mantienen como están hoy-- tendremos entre 8 y 9 mil fallecidos por mes. Debemos estar dispuestos a hacer algo diferente para cambiar la situación”, propone Quiroga. Y remata Resnik: “El problema es que con esta situación no vamos a llegar bien a la vacuna, por el contrario, vamos a apilar muertos semana tras semana. Argentina debe apostar fuertemente a la vacuna. Más allá de que se aseguró la producción con la de Oxford, y eso estuvo muy bien, debería ir comprando algunas dosis por adelantado. Cuanto antes las tengamos menos muertos habrá”.

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