¿Qué dicen las nuevas voces de la memoria? ¿Cómo miran el mundo les nietes de los desaparecidos? Un mundo que nombran en inclusivo, al que quieren transformar en sus propios términos: “con alegría”, aunque eso a veces signifique no ser “tan manija como los abuelos” y, en comparación, se sientan “militantes flancito". Desde agosto del año pasado muchxs se reúnen en Nietes, una organización que empezó en las redes, tomó forma con algunos encuentros el verano pasado y que, pandemia mediante, continúa vía Zoom, desde La Plata a todo el territorio. Mientras le hacen preguntas al pasado sobre el lastre machista de otras épocas aún dentro de las organizaciones que querían revolucionarlo todo, también interrogan al presente sobre la violencia institucional que persiste en democracia.
Macri lo hizo
Son más de 70 chicos y chicas de todas las regiones del país. Hablan de “tomar la posta” y de compartir una “responsabilidad histórica”. “Hubo otros intentos, alrededor de 2012, de armar algo de este estilo pero se frustró un poco porque eran todos bastante peque”, dice Morena Bellingeri, estudiante secundaria de 17 años, que el año que viene quiere empezar Sociología. “Lo que cambió en 2019 fue el contexto. Aparecen en el gobierno macrista figuras que nuevamente empiezan a negar a los 30 mil y eso nos motivó a que nos empecemos a juntar”, dice Martina Díaz, estudiante de Psicología y acompañante terapéutica. “El paso del tiempo fue un factor también porque nos empezamos a dar cuenta de que nuestros viejos están cada vez más grandes y que el cuerpo de pronto tal vez no les daba para todo”, apunta Mercedes Rizzo, estudiante de Museología.
“Además, empezamos a ver que fallecían Abuelas y nos hizo sentir a muchos que teníamos el deber de mantener viva la memoria”, agrega Ana Ríos Brandana. “Hay un patrón que podemos ver que en cierto modo se repite, el de cómo se enfrenta cada generación con su contexto. En los 70, nuestros abuelos, en los 90, nuestros viejos y recientemente, en el macrismo, nosotres. Hay una continuidad en la lucha de las tres generaciones”, sigue Julia Lugli Arroyo, estudiante de Comunicación Social.
Nietes es, para Victoria Prigoyi Baglietto, estudiante porteña del Profesorado de Historia, “un sueño individual que se volvió colectivo, un espacio de pertenencia que cada une siempre estuvo buscando por su lado y que encontramos en el marco de cuatro años de neoliberalismo en los que la militancia por los derechos humanos se nos volvió más que urgente. No es casual que la primera vez que me tocó estar en una represión, esquivando balas, fue en las protestas contra la reforma jubilatoria”.
Hay quienes tuvieron ya aproximaciones previas a la militancia, por ejemplo, estudiantil, pero la diferencia con cualquiera de esos otros espacios es que en Nietes se parte de historias personales con puntos de contacto muy profundos.
Ana: Además de una plataforma para pensar un proyecto de país, Nietes es un espacio de contención.
Victoria: Somos una generación que no se calla, ni se banca las injusticias y tenemos una voz propia que se hace lugar en este contexto sociohistórico en el que se le da más participación a la juventud. Nos vemos como protagonistas.
Mercedes: El hecho de que podamos votar desde los 16 años también marca un cambio. Me acuerdo de que cuando cumplí esa edad estaba ansiosa... Lo hice llorando de las ganas de participar en la política.
La reconstrucción
A Julia Lugli Arroyo no le deja de impactar una frase que, según le contaron, era el latiguillo de su abuelo: "todavía no se fabricó la bala que me va a matar". Es nieta de Juan Carlos “El Negro” Arroyo, militante del Movimiento Revolucionario 17 de Octubre. El Negro era jujeño y vivió en distintos puntos del país, hasta llegar a la Capital, donde fue secuestrado y desaparecido. “En 1976 mi abuela se exilia en Perú, antes había sido presa política. Ella estaba separada de mi abuelo, quien estaba en la clandestinidad desde el 74. Mi mamá y su hermana melliza se quedan con mis bisabuelos maternos en el conurbano y para verse con mi abuelo se encontraban en una plaza todos los fines de semana. Hasta que un fin de semana él no llega a la cita. Él las llevaba un rato a la casa a jugar. Las mellizas, que tendrían unos seis años, guían a mis bisabuelos a la casa donde él las llevaba de visita. Ahí es que ven que la casa estaba toda baleada.” Esa parte de la historia Julia la conoció recién cuando acompañó a su mamá a declarar en la megacausa de El Vesubio y Puente 12, hace dos años.
Después de eso, la abuela de Julia pudo volver de Perú y con documentos falsos llevarse a las mellizas a Bolivia. Regresaron a la Argentina un tiempo antes del gobierno de Alfonsín. “Mi mamá junto a mis tías fue un miembro activo de HIJOS. Pero después del 2000 militó más activamente en la Mesa de Escrache de La Plata. Por eso, desde muy chica fui a todas las marchas del 24 de marzo, la Noche de los Lápices, y por la desaparición de Julio López. Y aun así había muchas piezas que me faltaban”.
Son ellas mismas, así lo relatan en estas conversaciones con Página12, las que a partir de las piezas aportadas por sus padres y madres se ponen al frente de la reconstrucción de la constelación familiar, de completar los espacios borrados por la violencia de Estado. “Hablando con otros compañeros vas descubriendo cosas de tu historia”: estar juntas es una forma de reparar, aunque sea en el relato la trama familiar y las marcas de la genealogía. “Hay abueles que militaron juntes. Y en la medida en que nos vamos conociendo entre nosotres también vamos sabiendo más de aspectos de la historia de nuestros padres y abuelos que no sabíamos”, dice Julia.
Martina: A algunas de nosotras incluso nos pasó habernos enterado de datos de nuestros abuelos por Internet. Vamos formando nuestra identidad en base a otros relatos y otras veces relatos de nuestros compañeres. Una de nuestras expectativas es ir pudiendo sumar a nuestres hermanes menores.
Victoria: En mi caso, mi mamá me fue contando bastante, pero hay otros casos en los que las familias todavía están elaborando estos procesos y entonces Nietes funciona como un motor para descubrir nuestra propia historia. Además, en nuestra infancia la sociedad era otra y tal vez no había tanta apertura por ejemplo en la escuela, como puede haber ahora para contar todo esto.
Mercedes: A mí me hace bien hablar de mis abuelos, pero también vamos respetando lo que a ellos (nuestros padres) les pasa. Entendemos que son procesos y que algunos lo tienen más saldado a este tema y otros no. Desde mis primeros recuerdos siempre fui un apoyo para mi vieja. Acompañando a homenajes, por ejemplo. Eso es algo muy lindo de la relación con mi mamá. Hay cosas que mi vieja no podía contarme, le abría muchas heridas, así que yo la reconstruí recurriendo a la Comisión Provincial por la Memoria.
Julia: De toda esta historia para mí lo más difícil fue entender todo lo que le pasó a mi mamá. Creo que cuando sos más chica te lo pueden contar pero no lo dimensionás. No entendía realmente lo que era haber tenido, como tuvo mi mamá, un padre desaparecido. Empiezo a crecer y a pensar: ¿cómo había hecho mi mamá para sobrevivir a todo eso? ¿cómo hace para seguir en pie siendo una madre común y corriente que te dice que tenés que lavar los platos? Nuestros padres pasaron por muchas cosas y a todas nos pasa que se nos hace difícil lograr que suelten cosas. Te dicen 'hoy no puedo'.
Una lucha, todas las luchas
Desde la primera reunión de Nietes hubo acuerdo en que el marco de pensamiento y de reivindicación de derechos abierto por los feminismos y las disidencias sexuales era un piso desde el cual partir. Por eso el pañuelo verde, por eso el uso de la “e”. Y por eso el ejercicio de la memoria se enlaza también con otras luchas, contra la violencia institucional en el presente.
Ana: A diferencia de las generaciones de los 70 y los 90, entendemos que las reivindicaciones de género y de las disidencias son parte de los derechos humanos. Nos formamos en estos temas. Reivindicamos también a los 400 compañeres que fueron desaparecides por su orientación sexual y su identidad de género. Queremos poner en agenda cuestiones que en otras generaciones estaban inviabilizadas.
Victoria: No es que hay una lucha macro por un lado y, por otro, temas secundarios. Queremos ir contra todas las injusticias. En el caso de mi familia, me pasa que no tengo tanto conocimiento de la historia de mi abuela. Justamente porque en esa época, las mismas organizaciones les daban espacio a las mujeres, pero éstas tenían que lidiar con la militancia y también con el trabajo de la casa y la crianza de los hijos. Alcanza con ver qué personas ocupan los lugares de la dirigencia de las organizaciones para entender por qué las cuestiones de género eran consideradas temas de segunda. Dentro de las organizaciones las tareas más relacionadas con el cuidado eran asignadas a las mujeres y otras tareas, consideradas más importantes, eran asignadas a los hombres.
Julia: Ni hablar ya de que en los centros de detención el mayor ensañamiento y una mayor humillación en las torturas y violaciones era con las mujeres y las personas trans. Recién ahora figuran las violaciones como crímenes en las carátulas de los juicios. Hay cosas que mi abuela, Sofía D’Andrea, si bien fue una de las organizadoras del Tercer Encuentro Nacional de Mujeres en Mendoza, todavía sigue reconstruyendo junto conmigo. Ella me cuenta que, en reuniones de militancia, se juntaban en una casa, los varones se quedaban en la mesa haciendo la rosca política y ellas se tenían que levantar a lavar los platos y hacerse cargo de todes les hijes. Es un tema que con sus compañeras siguen revisando hoy.
Vidas cruzadas
Muchas de las historias de los Nietes se cruzan. Un ejemplo es la historia de Morena Bellingeri y Ana Ríos Brandana. Morena es nieta de Héctor “Bochi” Bellingeri. Su abuelo formaba parte de la resistencia peronista surgida después de 55. Cayó preso por su participación en la Guerrilla del Ejército Liberador, y tiempo después fue expulsado del país. Pasó por Perú, de allí a Chile, donde fue parte de la guardia allendista presidencial y obrero metalúrgico. Con la llegada de Héctor Cámpora al poder, volvió y creó el grupo Partido Revolucionario de los Obreros Argentinos (PROA). Fue detenido en 1977, junto a otros compañeros. El hijo de Héctor, Felipe Bellingeri, el papá de Morena, empezó a militar en HIJOS en el 96, donde continúa hasta el momento. Gracias a Nietes, Morena recuperó un panfleto donde están los nombres de todas las personas que militaban en el PROA con su abuelo.
Ana es la nieta José Ignacio Ríos, uno de los fundadores y dirigentes del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) en Argentina. José viajó por el mundo para formarse política y tácticamente: “Estuvo en Vietnam, Cuba y China, volvió a la Argentina y creó un partido. En resumen, era un manija”. Su abuela era integrante de esa misma organización. Y fue secuestrada en febrero de 1977, junto a sus hijos, que terminaron en el Instituto Riglos, que hoy es un sitio de la memoria. José Ríos fue atrapado dos meses después. Los dos estuvieron en el Banco, pero nunca se encontraron. Y el papá de Ana, que fue rescatado por su tía, militó desde 1996 en H.I.J.O.S La Plata. “El partido que fundó mi abuelo no es una organización muy conocida, casi que la lograron borrar. Hay muy pocos sobrevivientes. Gracias a Nietes, por el contacto con chicas cuyas abuelas militaron también ahí, yo pude enterarme de algunos principios de esa organización”.
Ana: Yo me enteré hace muy poco que mi mamá militó con el papá de Morena y el papá de otro compañero. Se da una vincularidad que te permite seguir reconstruyendo y enterarte de cosas que no hubieras podido conocer por otras vías. Solemos comentar cómo a nuestros padres les ha costado contarnos estas historias y al día de hoy les cuesta. Solemos tener información incompleta. En mi caso, algunas cosas me las contó mi viejo, pero hay cosas que me enteré cuando lo acompañé a declarar como testigo en un juicio. Otras cosas me enteré por mi mamá. La militancia nos ayuda a seguir armando el rompecabezas.