La edición de agosto de La Visita de las 5, el encuentro mensual que organiza el Museo Sitio de Memoria Esma y que invita a recorrer lo que fue el centro clandestino de detención que funcionó allí desde un eje diferente cada vez y que, desde que la pandemia de coronavirus azota al mundo se realiza de manera virtual, comenzó con una foto. En blanco y negro, la imagen muestra a dos bebés mirando a cámara, uno en cada brazo de una mujer. Uno de los bebés es el actual secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti. La otra es Victoria Montenegro. La mujer que los sostiene, es la apropiadora del primero. “Siempre digo que Victoria es la persona que más conozco en esta vida”, inauguró Pietragalla Corti el encuentro virtual que recorrería, desde diferentes testimonios --el de Estela de Carlotto; el de su tía Mercedes; el de la propia Victoria--, la restitución de una identidad: la de la actual legisladora porteña, a 20 años de haber ocurrido.
Desde que las medidas de aislamiento destinadas a prevenir la propagación de la covid-19 impidieron la realización de eventos en los que se conglomera gente, es usual que el secretario de Derechos Humanos de la bienvenida al formato virtual que les trabajadores del Museo Sitio de Memoria Esma y su directora, Alejandra Naftal, le encontraron para continuar con las ya clásicas visitas de las 5. La de este sábado, no obstante, fue especial para él y para todes les participantes: el eje, “Habitando identidades” trabajaría sobre el vigésimo aniversario de la restitución de la identidad a Victoria Montenegro, con quien compartió horas de crianza durante las infancias apropiadas de ambos.
“Estuvimos juntos desde muy bebés, ella era la que me defendía en el jardín, alguna vez soñamos con tener una institución que rescate perros de la calle”, recogió de a retazos algunas imágenes de aquellos días en los que se conocían debido a que la apropiadora de él trabajaba de empleada doméstica en la casa de los Tetzlaff. Y agradeció el haberla conocido “en esta desgracia” que les tocó vivir. Para el cierre se guardó una perlita que sirvió para terminar de graficar cuán difícil fue para ella el haber recuperado su verdadera identidad. Cuando Pietragalla Corti confirmó que era hijo de desaparecidos supo que había sido Herman Tetzlaff quien lo había arrancado de los brazos de su mamá, asesinada por una patota de represores en Villa Adelina en agosto de 1976, y entregado a su mucama. Lo denunció. Entonces, Montenegro, que ya se llamaba Victoria, pero que aún se sentía María Sol Tetzlaff, le dejó de hablar. Y así estuvieron durante tres años.
La invitación a una deconstrucción
“Esta es una visita que recorre el camino de la reconstrucción de la identidad (de hijos e hijas de víctimas de la última dictadura cívico militar que fueron apropiados) desde sus diferentes facetas, sus dimensiones individuales, sociales y reparadoras”, remarcó Naftal tras las palabras de Pietragalla y antes de darle paso a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, una de esas caras, la fundamental, la iniciática.
Desde la calidez de su casa, Estela habló de ternura, de líos, de premios. “Nuestra lucha es una lucha de ternura” y la frase, un intento de informar sobre la búsqueda que desde 1977 las abuelas de nietos y nietas robados por la dictadura llevan a cabo sin descanso se convirtió en un resumen tan simple como certero. Desde que comenzaron, lograron que 130 de ellos conocieran su origen y ese “es el mejor premio que hemos tenido”.
Incluso Victoria, de quien recordó que “al principio no quería saber nada”. Muchos nietos “llegaron con preguntas, con dudas. Otros enojados, cargados de bronca. Y muchos otros fueron criados con amor, aunque es difícil pensar que alguien que ama pueda mantener una mentira así tanto tiempo”, completó Carlotto.
Alicia Lo Giudice, directora del Centro de Atención Psicológica por el Derecho a la Identidad, se paró sobre esa verdad y la amplió. El que hacen nietos y nietas restituídos es “un recorrido difícil”. “La identidad se construye. Abuelas ofrece un espacio de libertad para que quien quiera pueda deconstruir, inspeccionar la crianza entre apropiadores, que deja marcas, para vovler a armar”, apuntó.
La valentía de afrontarlo
A Victoria le costó años “romper el vidrio” que la separaba de “lo otro”: aquello que en el universo en el que Tetzlaff y su mujer, María del Carmen, la criaron era “la subversión”. Varios, incluso, después de confirmar su verdadera identidad. Recuerda que aquel día “lloró de vergüenza” y “miedo de que ese hombre (su apropiador) la dejara de querer”. Agradeció, por eso, al “trabajo de Abuelas y la paciencia de mi familia”, a los Montenegro y a los Torres.
Escuchándola estaba Mercedes Montenegro, hermana de Roque, “Toti” como lo llamó incluso ayer, cuñada de Hilda. “Feliz cumpleaños Hilda Victoria Torres Montenegro”, la saludó a su turno Mercedes, que detalló de qué estuvo hecha esa paciencia que destacó su sobrina: acercamiento a Abuelas, denuncias judiciales, invitaciones, reuniones con fotos, angustias atragantadas, abrazos contenidos. “La historia le ha servido para descubrirse y para parecerse cada vez más a los valores del padre y de la madre”, destacó al final.
Victoria, que supo de su verdadera identidad en los 2000, que no trabajó fuera de las tareas de cuidado de toda madre de familia hasta 2006, que abrazó la militancia tiempo después y que hoy es legisladora porteña por el Frente de Todos reconoció que hasta que no pisó la casa de las Abuelas en la ciudad de Buenos Aires imaginaba a Estela “fumando habanos mirando un mapa de cuba con familiares de los desaparecidos armando bombas detrás”.
“Me criaron con mucho odio, naturalizando violencias de todo tipo. Poder deconstruir todo esa mentira me llevó bastante tiempo y realmente sentir que mi nombre es Victoria, que soy hija de mis papás, que son militantes políticos, y que la política no es mala palabra, también”, concluyó. En ese camino, destacó “la importancia de las políticas de Estado” de Memoria, verdad y justicia y deseó que compartir su historia “sirva para invitar a otros a animarse a conocer la suya”.
La parábola llevó al pedido que Carlotto realizó a su turno, algo que pide siempre: “Necesitamos encontrar a los que faltan, que aunque no estemos nosotras se continúe a través de nuestros nietos la búsqueda para encontrarlos”. Y al compromiso de Pietragalla Corti, también ahora parte de la estructura del poder público: “Debemos trabajar para que cada uno de los hijes apropiados puedan recuperar su identidad”.