Producción: Florencia Barragan


No desperdiciar oportunidades

Por Federico Martínez*

Desde el 2011 la Argentina perdió alrededor de 20 mil millones de dólares de exportaciones afectando la estabilidad macroeconómica que se había logrado constituir en base a superávit gemelos y acumulación de reservas. En pos de recrear ese escenario, la economía Argentina debe consolidar un sendero de reconfiguración de la estructura productiva liderado por las exportaciones.

En este contexto de restricción externa y de pandemia, surge el tan debatido proyecto de inversión de capitales de origen chino para la industria porcina Argentina. La producción porcina se distribuye principalmente en la pampa húmeda, donde Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe albergan el 70 por ciento de las existencias. Desde 2009 a 2019 el sector porcino duplicó las existencias pasando de 3 millones de cabezas en 2009 a 6 millones en 2019. La concentración del mercado no es solo geográfica: el 17 por ciento de los productores registran más del 70 por ciento de las existencias, por lo que en términos de escala estamos hablando de unos pocos jugadores con capacidad exportadora. Voceros del sector estiman que en los próximos años estaríamos duplicando el nivel de producción local.

Argentina tiene un gran potencial para la expansión de este sector en base a los costos de operación actuales (0,80 dólares el kilo y frente a los 2 dólares el kilo en China), la estructura del sector y el conocimiento acumulado alrededor de él (universidades, INTA, laboratorios, etc.). Por otro lado, el contexto internacional juega a favor por aumento de demanda china, que es el principal mercado del mundo. En 2019 y en medio del conflicto político-comercial entre Estados Unidos y China, los productores porcinos americanos exportaron alrededor de 2,67 millones de toneladas de carne por 7000 millones de dólares al gigante asiático. Para el mismo año nuestro país exportó 25.000 toneladas a todo el mundo.

En términos estrictamente económicos estamos frente a una interesante oportunidad de escalar en nuestra posición en la cadena global de valor de este mercado y consolidarnos como un actor relevante en el principal mercado de carne en el mundo. Hasta el día de hoy ocupamos el lugar de productor de alimentos para el engorde de estos animales en China y pasaríamos a producir el producto final puertas adentro de nuestro país incorporando valor agregado al proceso productivo y generando impacto en los encadenamientos vinculados (laboratorios, frigoríficos, transporte, etc.).

Ambientalistas, académicos e inclusive productores están planteando su rechazo a este proyecto por las consecuencias ambientales que conlleva. Aquí debemos incorporar el siguiente interrogante ¿es solo una cuestión de costos? ¿Está escondido un motivo sanitario-ambiental?

No tengo la respuesta, pero si se puede evidenciar como los países desarrollados del mundo están llevando a cabo un proceso paulatino de transformación de su estructura económica, como las energías renovables, movilidad sustentable y finanzas sostenibles. Además, el comercio internacional está empezando a incorporar barreras no arancelarias verdes que tienen en cuenta la huella de carbono de la producción y el uso de agroquímicos. En este sentido, nuestro país debe repensar modos y prácticas de producción en post de que no se cierren mercados a futuro y para evitar que se sigan propagando los desastres que estamos viviendo hoy en nuestro país, con los costos económicos y de daño ambiental que implican.

Enhorabuena que se debata alrededor de estas cuestiones y más en un país como el nuestro dónde la economía primaria tiene un importante peso relativo para la producción y las exportaciones. Estos debates deben incorporar la noción ambiental y encontrar ese punto de equilibrio que permita construir una transición justa hacia otros modos de producción. Argentina necesita un nuevo consenso social, productivo y ambiental para salir adelante. Nuestro país tiene grandes capacidades en la producción y en las universidades, que junto con la sociedad civil deben avanzar en estos debates para que con el Estado como director de la orquesta se construya un modelo de desarrollo sostenible que incorpore cada día a mas compatriotas a lo largo y lo ancho de nuestro país para que puedan desarrollarse y vivir en un país con más justicia social.

Estos debates se tienen que dar de cara a la sociedad y con todos los actores en la mesa. No debemos olvidarnos de dónde venimos y como estamos. Más del 40 por ciento de los argentinos están en condiciones de pobreza y es por ello que no debemos desperdiciar todas las instancias que permitan hacernos crecer. Ahora bien, como dice el Papa Francisco, debemos crecer en nuestra casa común. Debemos crecer pensando en el otro y en el entorno que nos rodea.

* Economista UBA.


En busca de soluciones verdaderas

Por Ana Julia Aneise**

La polémica desatada por el potencial acuerdo con China para la instalación de granjas industriales de cerdos halla su inicio en las comunicaciones públicas sobre el acuerdo, que estuvieron signadas desde el comienzo por la confusión y el hermetismo informativo. Cancillería anunció el 6 de julio una inversión mixta entre empresas argentinas y chinas para la producción de 9 millones de toneladas de carne porcina, en línea con las declaraciones del CEO de la empresa Biogénesis Bagó. La respuesta del ambientalismo fue inmediata y expresó un rotundo rechazo a la propuesta, alegando la inviabilidad ambiental, sanitaria y económica de la misma: más allá de la urgencia por las divisas, un acuerdo de ese tipo suponía una cesión de soberanía en función de la necesidad china, abriendo el camino para la profundización de un sistema agroindustrial insostenible, concentrado, poco ético y profundamente riesgoso para los ecosistemas y la salud pública. Luego de esta campaña (#BastaDeFalsasSoluciones) impulsada por Jóvenes por el Clima en conjunto con otras organizaciones socioambientales como Alianza por el Clima, se logró poner el tema en agenda. Pocos días después, Cancillería modificó la cifra publicada alegando un error: en lugar de 9 millones de toneladas, el acuerdo implicaba 900.000 toneladas en un período de 5 a 8 años.

Independientemente del escepticismo que genera esta modificación, a la hora de analizar el acuerdo se vuelve inevitable enmarcarlo en un debate más amplio. Como sociedad estamos presenciando un cambio de paradigma en nuestro país, en donde lo ambiental está pasando de ser un aspecto secundario a considerarse una incorporación obligada y transversal a todas las decisiones tanto del sector público como privado.

Los movimientos juveniles que nacieron de las protestas europeas lideradas por Greta Thunberg y que salen a las calles de todo el mundo exigiendo acción frente a la crisis climática y ecológica, marcan un cambio de época ya que no solo reclaman por una ley específica o se oponen a un proyecto extractivo puntual, sino que demandan una transformación profunda en la lógica económica y productiva. La ciencia nos advierte que nuestra manera de producir y consumir está llevando a la Humanidad a un potencial colapso civilizatorio, y este desalentador diagnóstico nos enfrenta a los militantes ambientales latinoamericanos a un gran desafío: ¿por dónde empezar? Parece una pregunta escueta pero la respuesta no es sencilla.

Si los países del norte global, con ingresos per cápita mucho mayores a los nuestros y una responsabilidad histórica en las emisiones de gases de efecto invernadero significativamente superior no están tomando medidas suficientes para poner en marcha una transición de la magnitud necesaria, ¿cómo incorporar la perspectiva ambiental en un país que atraviesa una profunda crisis económica y social, que no tiene resuelta su inserción internacional a largo plazo y que está apremiado a conseguir divisas para el repago de la deuda externa? ¿Cómo construir un movimiento ambiental que, incorporando y entendiendo estas restricciones objetivas, igualmente presione para generar transformaciones estructurales y priorice en el proceso el bienestar de los sectores históricamente postergados?

La lucha ambiental es una de largo aliento, y este acuerdo con China se enmarca en el amplio abanico de actividades extractivas que hacen a un perfil productivo que sin lugar a dudas debemos modificar. La imprescindibilidad de nuestros objetivos nos demandan afinar estrategias y pensar no solamente en la foto (como puede ser un proyecto puntual) sino en la película. Todas nuestras victorias y derrotas serán parciales porque nuestro horizonte sigue estando lejano. Pero aún así debemos avanzar con la inclaudicable convicción de que si el presente es de lucha, el futuro definitivamente será nuestro.

**Licenciada en Economía por la Universidad de Buenos Aires, referente nacional de Jóvenes por el Clima.