Desde Roma
La llegada de inmigrantes a las costas italianas, que no se ha detenido por miedo a la covid-19, se ha transformado en uno de los puntos de la batalla política entre el centro izquierda que hoy gobierna Italia - el Movimiento Cinco estrellas (M5S) y el Partido Democrático (PD)- y la derecha, liderada entre otros por el ex ministro del Interior Matteo Salvini, de La Liga. Las elecciones regionales y el referendo sobre el número de parlamentarios, que se harán el 20 y 21 de setiembre, es el contexto especial que ha transformado a los migrantes y su supuesta responsabilidad en la difusión del virus, en el mejor pretexto de la derecha para apuntar contra el gobierno y contra la izquierda en general. La ides es ganar votos estimulando el odio y el pánico hacia los extranjeros.
Las elecciones se harán en siete regiones, varias de ellas muy importantes como Toscana (cuya capital es Florencia), Veneto (capital Venecia), Campania (capital Nápoles), Liguria (capital Génova), además de Puglia, Le Marche y Valle d’Aosta. Pero también habrá elecciones en casi mil municipios. El otro punto difícil sobre el que los votantes tendrán que elegir, la reducción o no del número de parlamentarios, una propuesta del M5S apoyada en principio por el PD, que pretende reducir de 630 a 400 a los diputados y de 315 a 200 a los senadores.
De hecho en estas elecciones se está poniendo en juego también el futuro del actual gobierno italiano de Giuseppe Conte, que si bien ha llevado adelante una bastante eficaz política de protección de los ciudadanos ante la pandemia, no fue apreciada por todos y sobre todo por la derecha.
Por todo esto, los inmigrantes han vuelto a estar en el centro de la batalla electoral junto al aumento del número de infectados, que algunos atribuyen precisamente a ellos. El lunes 31 de agosto las autoridades sanitarias hablaron oficialmente de 996 nuevos casos en 24 horas, mientras el domingo hubo 1365 y el sábado 1444. El repunte comenzó hace poco menos de un mes y no faltó quien le echó la culpa a los inmigrantes. “En Lampedusa los migrantes pasean entre los turistas que después llevan el virus a las regiones donde viven”, declaró Salvini. Pero la policía lo desmintió, indicando que los que han sido detectados como positivos fueron aislados en centros especiales. Según el alcalde de Lampedusa, Toto Martello, “es indigno alimentar de esta manera el pánico y hacer campaña electoral sobre la piel de los lampedusanos”.
Y sobre esto, el Instituto Superior de Sanidad, máxima autoridad italiana en materia de salud, fue claro: el informe oficial del 25 de agosto afirmó que el empeoramiento de la situación epidemiológica no está relacionada con los flujos migratorios, sino más bien con la trasmisión a nivel nacional. Semanas antes se habían subrayado algunos detalles referidos a las medidas de protección, como mascarillas y distancia personal, que sobre todo los jóvenes no respetaban en este período de vacaciones, que para los italianos es como enero en la Argentina. En los medios de difusión se veían fotos y videos de jóvenes en distintas ciudades veraniegas que no llevaban mascarillas y estaban amontonados en pub o bares o playas. Estos datos hicieron que el Instituto Superior de Sanidad dijera también que la edad de los contagiados había bajado notablemente del promedio anterior de 60 años y estaba ahora en torno a los 35. Días después, el mismo Instituto aclaró que el aumento de casos de coronavirus está asociado a las vacaciones de verano, la mayoría son producidos en Italia y otros provienen de gente que estuvo de vacaciones en el exterior. Por eso el gobierno impuso normas restrictivas como test de covid obligatorios y cuarentenas, a los turistas que retornaban de países como España y Grecia, entre otros.
En declaraciones al diario La República, de Roma, la ministra del Interior Luciana Lamorgese dijo que si bien “hay una tendencia al aumento en la llegada de migrantes respecto a 2019, los números actuales no representan una emergencia”. Se calcula que han llegado a Italia poco más de 8000 migrantes desde principios del año.
Las declaraciones de la ministra no fueron suficientes para controlar la protesta de algunas regiones. En Sicilia, por ejemplo, el presidente de la región Nello Musumeci, exponente a lo largo de su vida política de varios partidos de derecha y hoy de “Diventera’ bellissima”, hace unos días decidió prohibir los desembarcos de inmigrantes y expulsarlos. Pero el gobierno de Conte le advirtió que eso no tenía autoridad para eso, porque depende del gobierno nacional, no regional.
Lampedusa en cambio, el lugar donde normalmente llegan decenas de migrantes vía mar porque es el territorio italiano más cercano a Libia, tiene una larga tradición de amable acogida de los migrantes. Pero ahora Martello, el alcalde de centro izquierda, sabe que su isla no da más, que los centros de recepción están repletos, mucho más de lo que humanamente se podía permitir. Y por eso amenazó con una huelga general si el gobierno no toma medidas para ayudarlos. Pero el lunes la huelga quedó suspendida. Tanto Musumeci como Martello fueron convocados a Roma para mantener el miércoles una reunión con el primer ministro Conte.
A la situación de Lampedusa hay que agregar que en la noche del domingo, en medio a una tormenta con grandes ráfagas de viento, mientras por un lado desmbarcaban en Lampedusa unos 370 migrantes de una barcaza, salvados a dos millas de la costa por la Guardia de Finanzas y la Guardia Costera italiana, por el otro unos 300 eran trasladados a otros centros de recepción en otras ciudades, entre otras a Puerto Empedocles, en Sicilia, como pedía el alcalde Martello. Los centros de recepción de Lampedusa sin embargo, todavía tienen más de 1200 personas, muchas más de las que deberían recibir dada su capacidad.
El problema fundamental en este periodo, no es sólo cómo acoger y alojar a estos migrantes sino también los controles sanitarios que es necesario hacer a causa de la pandemia. Por eso el gobierno decidió el lunes sumar otras tres naves a las dos ya en actividad para el control sanitario de los migrantes recién llegados.
En cuanto a las cifras de los extranjeros que día a día llegan a las costas italianas, según algunos expertos son todas relativas. Ahora se trata más bien de gente impulsada a llegar a Europa a causa de la crisis económica dramática que está viviendo el propio país por la pandemia, pero también pensando que en el Viejo Continente estarán más seguros a nivel de salud. Basta ver las decenas de rescatados en el mar por las naves de organizaciones no gubernamentales como la Sea Watch3 o la Louise Michel , financiada por el “street artist” inglés Banksy. Las ONG ultimamente han vuelto a trabajar en el Mediterráneo, después de las limitaciones que el año pasado les había impuesto el entonces ministro del Interior Salvini. Pero también hay pequeñas barcazas que logran llegar a las costas. Se habla de unas treinta en los últimos días que habrían traído a territorio italiano varios cientos de personas.