Juan Manuel Suppa Altman publicó en la revista THC trece notas sobre la historia de la prohibición de las drogas. Esas notas se convirtieron en el libro La Prohibición. Un siglo de guerra a las drogas y, en ese momento, ya estaba trabajando junto al director Martín Rieznik en un documental cinematográfico de esa investigación. El resultado es Una historia de la prohibición, que se estrena este martes en la plataforma Cine.Ar. “De alguna forma, el libro fue en parte como la preproducción del documental”, cuentan ambos en entrevista virtual con Página/12 sobre la película, que recorre -con materiales de archivo y entrevistas- la historia de las prohibiciones a diferentes sustancias psicoactivas, para desde allí reflexionar sobre las actuales políticas antidrogas y plasmar la manera en la que impactan en la vida cotidiana. “En la historia con mayúscula estos ´detalles´ de cómo es la vida de las personas que padecen las políticas públicas nunca se cuentan, y eso nos permitió meternos en otra esfera del problema de la prohibición”, destacan casi a coro.
El disparador del documental es el caso de Eric Sepúlveda, un cordobés que en 2016 fue detenido cuando viajaba a Buenos Aires al funeral de su abuela por tener una jeringa con aceite de cannabis y semillas, y que todavía tiene una causa abierta por “comercialización de estupefacientes”, a pesar de que regalaba el aceite a pacientes que lo necesitaran. “La historia de Eric cumple una función dramática en el relato, pero también es importante porque en general cuando contamos su historia hay cierta sorpresa de que algo así siga pasando en Argentina”, explican los codirectores.
-Hablan de edictos y prohibiciones hasta del siglo XVII. ¿Por qué retroceden tanto en la historia para referirse a la legislación actual?
Martín Rieznik: -La investigación (para el libro y la película) la centramos en las leyes de la prohibición en general. La prohibición de la yerba mate y del peyote son los primeros datos que hay de alguna prohibición que haya existido en este territorio. La película empieza con la pregunta de Martín Armada sobre por qué se prohibieron las drogas en la Argentina. Y el primer hecho de prohibición lo encontramos en esos dos casos. También tienen que ver, buscando un hilo conductor, con la construcción de enemigos. Desde las primeras prohibiciones hay que preguntarse qué es lo que hay detrás: en ambos casos, se nota que no son cuestiones de salud pública.
Juan Manuel Suppa Altman: -Tiene que ver con una concepción más moral, del bien versus el mal, y cómo se relaciona con una construcción cultural. Es un problema que tanto en América del Norte como en América del Sur empieza con la llegada de los conquistadores y la igualación entre las sustancias psicoactivas propias de la región (por más que sean leves, como la yerba mate) con costumbres demoníacas. De hecho, cuando se lee el edicto que prohíbe el peyote dice que es una costumbre diabólica, en la concepción de la Inquisición.
Una historia de la prohibición recorre las distintas prohibiciones a sustancias y las articula con un caso actual, e ilustran este camino con documentos, films, artículos periodísticos, propagandas de la Guerra del Opio (que enfrentó a Estados Unidos con China), publicidades sobre la posibilidad de conseguir en una botica porteña cocaína y opio y campañas sobre la Ley Seca en el país del norte, entre otros materiales. Suppa Altman afirma que “es muy interesante tener el registro del sentido común de una época, que viéndolo a la distancia podemos pensar que es ridículo, anacrónico o hasta humorístico porque no coincide con nuestra idea de realidad”, porque “esas leyes funcionan dentro de una sociedad determinada, con determinadas opiniones y determinados públicos, en determinados momentos políticos”, analiza.
Para el trabajo sobre el caso Sepúlveda, los realizadores fueron hasta Capilla del Señor y entrevistaron al mismo Eric, a familiares y amigos, a periodistas, y también intentaron hablar con representantes del poder judicial que llevan adelante su causa penal. Rieznik dice que “tener declaraciones del lado del Estado no es que fue difícil, fue imposible: no logramos que nadie de la fiscalía ni ningún juez haga declaraciones para la película”, lamenta y agrega que “el colmo fue con la policía, que nos recibieron y dejaron filmar pero nos dijeron que no iban a hacer declaraciones”, detalla y sigue: “Nos querían ganar explicándonos cómo era su trabajo, y después nos mostraron cómo el perro detectaba cocaína o marihuana y cómo hacen un allanamiento”, adelanta.
-En la película se ve que del lado de Eric es todo lo contrario: hasta hablan con una vecina a la que le va a llevar pan casero.
J.M.S.A.: -En la medida en que grabábamos aparecían la mamá, una amiga, la chica que se beneficiaba del aceite de cannabis contó cómo la ayudaba, y la verdad es que había que dar el puntapié inicial para que hubiese un diálogo y todo surgía con fluidez porque no había nada que esconder. Ahí te das cuenta el contraste entre los que no pueden decir nada y estas personas que no tienen nada que esconder. Quisimos mostrar el entorno de Eric y casi, en términos publicitarios, un día en su vida en Capilla del Señor. No es una película de aventuras, porque Eric no es un superhéroe: se levanta a la mañana, hace pan, visita a una vecina... Tuvimos la fortuna de dar con Eric, lamentablemente en un contexto negativo.
-Retomando la pregunta que se plantea al principio de la película: ¿por qué existe la prohibición?
M.R.: -Después de 100 años de prohibición se mezclaron causas y consecuencias. Nuestro objetivo es desnaturalizar ese paradigma, soy director de cine, y me parecería mal que un director de cine fuera el que dijera cuál tiene que ser la política de drogas. Ahora, de lo que sí estamos convencidos es de que la política de drogas actual no funciona, está llena de contradicciones y hay que cambiarla. Sin dudas, detrás de la prohibición hay intereses que poco tienen que ver con la salud pública. Es muy raro encontrar una ley de drogas que tenga entre sus sustentos un estudio científico o cuestiones de salud pública, y en general están más relacionadas con el derecho penal y la lucha contra el narcotráfico.
J.M.S.A.: -Hasta ahora, tratar de abolir cualquier experiencia psicoactiva y señalar como enfermos o criminales a quienes llevan adelante esas experiencias da mucha homogeneidad a un sector de la sociedad y la consolida contra un “enemigo”. El tema es hasta cuándo eso puede funcionar, porque significa que estamos en alguna clase de guerra y genera víctimas y victimarios, y es una espiral de daños que en la película solamente lo mostramos. La idea final se hace en la cabeza de los espectadores, pero nos parece que al menos está bueno saber que la prohibición no salió de un frasco de mayonesa, que tiene una historia, intereses y personajes, y está bueno reflexionar al respecto.
Una victoria
La presentación al Incaa para obtener el subsidio de producción para la película fue a principios de 2016. Tuvieron que hacerle algunas modificaciones antes de ser aprobado a fines del mismo año. Mientras tanto, el caso de Eric Sepúlveda, un pibe detenido en Córdoba por posesión de aceite de cannabis, se mediatizó y llegó hasta los diarios de la Ciudad de Buenos Aires, y eso les dio a Rieznik y Suppa Altman nuevos argumentos para su documental. Rieznik subraya que, más allá de los problemas que tuvieron con el financiamiento de la película durante el gobierno anterior, “haber logrado que el Estado financie esta película es una victoria personal importante, y creo que también a nivel social, porque es la primera vez desde que tengo memoria que el Estado está haciendo algo en relación a las drogas que escapa al paradigma prohibicionista”, resalta.