“Los maestros queremos volver a las aulas, pero no se puede en este contexto. El ministro de Salud de la Ciudad dijo que se podían hacer reuniones de a diez personas en espacios abiertos, pero las escuelas son lugares cerrados”, afirma en diálogo con Página/12 Susana Strauchler, directora de la Escuela 13, José Matías Zapiola, del barrio de Once. A su establecimiento asisten chicos de distintas realidades, pero la mayoría se encuentra en situación de vulnerabilidad, viviendo en hoteles o casas tomadas. Luego del rechazo del Ministerio de Educación de la Nación, la semana pasada, al protocolo presentado por el gobierno porteño para que los niños de los sectores más vulnerables asistan a “espacios digitales” en las escuelas, el viernes la Ciudad presentó uno nuevo. En diálogo con este diario, tres directivos de escuelas porteñas rechazaron el nuevo protocolo por considerarlo “casi idéntico” al anterior, y aseguraron que no se cumplen las condiciones sanitarias básicas para el retorno. Denuncian que el protocolo porteño no contempla ninguna propuesta pedagógica e insisten en que “convetirtía a la escuela en un ciber”.
A la institución que dirige Strauchler asisten 329 alumnos, de los cuales 22 no tienen acceso a tecnología de ningún tipo, y alrededor de 150 tiene contacto con la escuela sólo a través de un celular, lo cual. Para la directora, “eso no significa estar verdaderamente conectados”. La solución que plantea el Gobierno de la Ciudad consiste en que los chicos asistan a la escuela y usen las computadoras que hay allí, pero de forma “autónoma”, es decir, haciendo las actividades que previamente envió el maestro de forma virtual y sin ningún acompañamiento. Los directores advierten que esa no es una solución adecuada desde lo pedagógico, ni desde lo sanitario, ya que pondría en riesgo la salud de los niños. Por otra parte, los gabinetes tienen computadoras viejas y en muchos casos netbooks y tablets que se podrían repartir para que los chicos puedan estudiar en sus casas.
Strauchler indica que el protocolo que Ciudad envió a Nación “no plantea abrir la escuela solo a aquellas familias que no tienen conectividad. El escrito especifica que se abrirá también a los que no pueden hacer la tarea, a los que tienen contacto esporádico, a los que tienen familias que no los pueden acompañar con sus deberes, es decir a un espectro muchísimo más amplio", observa.
Según la directora de la escuela de Once, el documento también habla de que podrán asistir 15 chicos por turno, en ese sentido se preguntó: “¿con qué criterio elijo?”, porque de los 329 chicos que asisten a su escuela hay 180 que necesitan acceso a la tecnología. “Hay un niño, por ejemplo, que vive en una casa tomada. El tiene una computadora que está destruida y no tiene conectividad. A veces se conecta desde el celular de la mamá, cuando ella no está trabajando, y además cuida a su hermanita. ¿Cómo hago para decirle a él que no venga? Pero, por otro lado, venir a la escuela no le garantiza la continuidad pedagógica porque no tendrá el seguimiento de un docente, ni tampoco podrá ir de forma regular”, plantea el dilema.
Rosana Ursino es directora de la Escuela 11 del distrito 1, Polo María Elena Walsh. Su institución está ubicada dentro del Barrio 31, en Retiro. Desde abril la escuela es un centro de testeo de Covid–19. Para Ursino, pensar en la vuelta a las aulas como lo propone el protocolo de Ciudad es “imposible”, dado que, en principio, “sigue siendo centro de testeo y no es la única escuela de un barrio vulnerable que funciona para eso”, aclara.
La directora remarca también la dificultad que implica el transporte: “hay escuelas que reciben ocho o nueve micros de la villa 31, con lo cual tampoco van a poder llegar porque las familias no los van a poder llevar hasta allí. No hay micros escolares para ir a las escuelas del distrito”, describe. Rosana considera que “habría que buscar otra forma” de garantizar la continuidad pedagógica de los chicos. Básicamente, “que les den conectividad”. O, en otras palabras, "que los incluyan".
Todos los alumnos que asisten a la Escuela 11 viven en condiciones muy precarias. Por eso, explica Ursino, “desde la escuela estamos tratando de repartir los materiales que tenemos para que los chicos puedan seguir estudiando”. Cuenta que están repartiendo las tablets y netbooks que estaban en la escuela para los que no tienen. “No hubo una orden del Ministerio, pero lo hicimos igual con la firma de los padres porque tienen más utilidad con los nenes que estando guardadas en una caja dentro de la escuela”, razona.
En la institución hay matriculados unos 180 chicos que asisten a la primaria, pero sólo tienen computadora los alumnos de quinto grado en adelante. “La semana pasada, cuando fui a repartir alimento, repartí 40 tablets y voy a repartir las que quedan”, asegura la directora. Comenta que el sábado fue a visitar a un alumno de la escuela que está viviendo con su mamá en un parador ubicado en Costanera Sur y que no tiene ningún tipo de acceso a la tecnología. “Me comuniqué con gente de Desarrollo Social para ver si nos dan una mano porque le llevé una tablet, pero la gente del parador no le quiere darle la contraseña de Wifi”, denuncia.
La situación en la Escuela 2 de Barracas no es distinta a las anteriores. Javier Iriarte, el vicedirector de la institución, señala que el gobierno porteño “primero debería garantizar los cuidados de las personas y una adecuación de los recursos materiales y simbólicos a la situación actual”. En su escuela se entrega una canasta alimentaria cada quince días, pero, según Iriarte, “rara vez cumplen con la entrega del kit sanitario”. Por eso es que, en relación al protocolo para la vuelta a las aulas, afirma sin dudar que “no están garantizado el principio de salud”.
El vicedirector cuestiona, además, el modelo pedagógico que plantea el nuevo protocolo, que implica la asistencia de los chicos, pero sin un seguimiento docente. “Hay que construir un criterio común y poder mediarlo con una propuesta de trabajo”, sostiene. “Cualquier niño, para poder trabajar y ser autónomo, necesita de un adulto que lo acompañe. Si la centralidad de la propuesta consiste en la continuidad pedagógica, entonces no puede estar ausente el docente, pero para eso no están las condiciones dadas”, agrega.
Los problemas estructurales que presenta la educación en la Ciudad, para Strauchler, se profundizaron en la pandemia, y el gobierno porteño no está actuando en función de esta realidad. “Son problemas profundos de desigualdades sociales que existían antes y que no se resuelven ofreciendo acceder a un gabinete con computadoras que destruidas”, explica. Según ella, “lo que se necesita es una política seria que atienda la desigualdad social, brinde conectividad y entregue equipos”. La docente plantea un tema conexo: “Si realmente el Gobierno de la Ciudad piensa en los más vulnerables, que empiece por otorgar vacantes. Los días de entrega de bolsones vienen las familias desesperadas a pedir una vacante para sus nenes”.
Informe: Melisa Molina.