Absorto ante tanto cinismo y mentiras, me atrevo a escribir estas líneas que pueden llamarse una reflexión desesperada. Porque decir hoy, en un parte de salud oficial del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que lo peor ya pasó, dando rienda suelta, desde lo más alto de las responsabilidades a una apertura inexorablemente peligrosa, es tomar un camino ya fracasado y mortal. Un camino tapizado del odio serial de negadores de la realidad, víctimas de medios de comunicación masivos que buscaron sin cesar, luego de un único período breve de verdadera y exitosa cuarentena, oponerse al más seguro y único mecanismo que se dispone para evitar esta triste realidad hoy: 400.000 infectados y más de 8600 muertos. Digo esto con la autoridad que tiene cualquier ciudadano que analiza y sufre la realidad que vivimos. Pero además, lo sostengo desde mis 52 años de médico, con 45 años de hospital público, especialista Universitario (UBA) en Neumonología y ex Profesor de Medicina de la UBA.
El 2 de abril de 2020, hace 5 meses, pocos días después de iniciada la breve cuarentena inicial, publiqué en este medio un artículo titulado “Este Sí, Este No”, haciendo referencia al doloroso hecho de tener que elegir a quien tratar con asistencia respiratoria mecánica o no, por carecer de los medios. Temía mucho que esa situación nos llegara. Luego de eso, se habló mucho de evitar el desborde de los servicios de salud. Estuvimos alejados de ello por el éxito de esa cuarentena que permitió más que duplicar los servicios de Terapia Intensiva de todo el país. En esa publicación decía: “Qué ha pasado en este mundo, injusto, desigual y criminal, porque han empleado políticas que ahora queda muy claro, son políticas que matan” y me refería allí a cómo se había desmantelado la Salud Pública en todo el mundo. Hoy, sufriendo la Argentina actual, podría repetirme esa pregunta y estas otras: ¿qué pasa en mi país, que luego de mostrar al mundo que habíamos aprendido de lo que había sucedido previamente en tantos países y logramos el “famoso amesetamiento de las curvas” hoy somos uno de los países con mayor número de infectados (CABA exhibe el mayor número de fallecidos por millón de habitantes , hecho que se trata de desmentir con comparaciones rebuscadas) y tan negativa realidad en la ciudad más rica de la Argentina?
Señor presidente Alberto Fernández, con el mayor respeto de quien lo votó y apoya, me dirijo a usted para sugerirle que -con esas múltiples menciones de apoyo a los familiares de hermanos y hermanas fallecidas, con esa fundamental actitud de defender la vida sobre la economía porque de la muerte no se vuelve- tome las más drásticas medidas para poner fin a esta medicina que estamos empleando porque no funciona. No podemos por “razones políticas” consensuar con quienes, me permito como simple médico, sospechar de la honestidad y eficiencia de las medidas que se tomaron en la Ciudad de Buenos Aires. Los amigos, los verdaderos amigos, nunca le fallan a uno. Sus influencias con las aperturas fueron y son muy negativas. Que en CABA se insista en este camino, negando la realidad, no sólo es mortal sino criminal.
Porque un simple razonamiento médico dice que si con lo que estamos haciendo suben los infectados y los muertos, algo está fallando, este aislamiento, estas aperturas, estos barbijos ausentes o mal colocados, las reuniones, los bares abiertos, todo esto falla y será peor cuanto más actividades se permitan en todos los lugares con manifiesta circulación del virus. Si seguimos así habremos de corroborar lo claramente expresado por el gran científico argentino Alberto Kornblihtt: nos enfrentamos a una progresión de tremendas cifras de víctimas- miles de muertos- imposibles siquiera de imaginar. Lo que dicen tomar como herramientas valederas para las aperturas no han de ser certeras. Le resultará muy conocido que “la única verdad, es la realidad”, los muertos son cada vez más y los pronósticos peor aún.
Finalmente, quisiera expresar que todos mis colegas, los trabajadores de la salud, han dado mucho más de lo que se les puede pedir y no es posible que ante tanto cinismo y simpleza, del cansancio, de la presunta falta de libertad, y de la necesidad de tomarse un café en veredas atestadas, seamos nosotros, los que tratando de que nadie se muera-, seamos digo con profundo dolor nosotros y nosotras-, los que perdamos la vida. Me gustaría acompañar este texto con la foto de todos los nuestros y nuestras que dieron la vida en la lucha desigual contra la enfermedad y la muerte. Y que este ruego sea escuchado antes de que sea tarde. Porque no hay ninguna razón política que sea superior a la vida de los argentinos.
* Médico neumonólogo.